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Diablo III

Análisis de Diablo III

Blizzard nos ha hecho esperar más de diez años y casi cinco desde que lo anunció. ¿Está Diablo III a la altura de su leyenda?

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¿Qué puede esperar un jugador que se aproxima a Diablo III? ¿Gustará tanto a los que seguían jugando partidas a Diablo II en Battle.net como a los nuevos jugadores que nunca han disfrutado con la saga? Sin duda alguna este el mayor reto que tenía Blizzard entre manos: adaptar un juego a las mecánicas actuales sin perder la esencia que lo definía.

Lo primero que hay que destacar es que si has sido jugador de World of Warcraft vas a sentirte muy cómodo jugando a Diablo III. Es curioso que estas dos sagas siempre se hayan retroalimentado la una a la otra, ya que el sistema de talentos original el WoW es heredero de los árboles de habilidades de Diablo II, mientras que en Diablo III las mecánicas de los personajes y la inclusión de la barra de habilidades y la modificación de éstas mediante runas de poder bebe directamente de las últimos avances hechos en World of Warcraft.

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Cada personaje tiene una mecánica diferenciada: el Bárbaro tiene ciertas habilidades gratuitas que le proporcionan ira y otras, más poderosas, que la gastan. El Mago usa maná para sus hechizos, maná que se recupera a velocidades de vértigo, lo que ha provocado la desaparición de las pociones y sólo tiene que medir los tiempos entre habilidades "chupamaná" y las que son gratuitas. El Cazador de Demonios tiene dos tipos distintos de habilidades que beben de dos fuentes diferenciadas... Si a esto le sumamos el hecho de que cada clase tiene poderes muy distintos entre sí y que el mismo juego te limita la barra de poderes a seis de forma simultánea (pudiendo reconfigurarse siempre que queramos) y que cada poder puede ser alterado por seis runas diferentes, nos daremos cuenta que las alternativas son inmensas.

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En un momento podemos ser un mago devastador especializado en ataques de grupo que congele, haga caer meteoritos y ataque con tormentas de hielo y relámpagos, como ser mucho más defensivos, usando ataques a corta distancia, invocando hidras, desintegrando a los enemigos y convirtiéndonos en un poderoso Arconte para cuando las cosas se pongan algo difíciles. A niveles medios (a partir de 20) ya comenzaremos a ver diferenciaciones serias, haciendo complicado que existan dos personajes de la misma clase con las mismas habilidades o runas que las potencien.

Diablo III

A todo esto hay que sumar los objetos y al sistema de crafteo para fabricarnos nuestros propios objetos y fusionar las gemas que encontremos. El dinero se torna clave en los primeros compases de juego, ya que las mejoras de la forja y del taller de gemas son caras, hasta que el dinero deja de valer y necesitemos fragmentos de recetas. De igual manera, los espacios extra de nuestro alijo son ahora increíblemente caros. Los objetos que encontremos en nuestro camino se venden por precios ridículos en la tienda, así que sólo ganaremos dinero matando enemigos y completar misiones. Esto es así porque los objetos mágicos que tengamos son nuestra única fuente de materiales para fabricar otros nuevos. En la forja los podremos reciclar y, a partir de ellos, crear armas y armaduras nuevas. Pero esto es un Diablo y, lógicamente, todo lo que creemos será al azar (dentro del rango de calidad del objeto, se entiende), así que necesitaremos varios intentos para lograr una combinación que nos satisfaga.

Diablo III añade a su rejugabilidad, además, el hecho de que no lo verás todo en la primera partida. Hay muchas misiones secundarias que aparecen de forma aleatoria, además de que si queremos conseguir todos los logros habrá que patearse los capítulos varias veces hasta que nos salgan todas las mazmorras y escudriñar los rincones para conseguir los libros que nos falten. Para los más avezados están los retos de los combates en los que tendremos que derrotar a ciertos enemigos cumpliendo una serie de características, como derrotar a un enemigo final con una habilidad determinada o esquivando un ataque muy concreto.

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Pero, ¿es Diablo III un Diablo? Sí y no. Las nuevas mecánicas decepcionan un poco en tanto a que no hay capacidad de elección y de potenciar facetas determinadas de un poder concreto. Es algo cutre que el daño que haga el mago dependa tanto del arma que tengamos como de nuestro valor en inteligencia, sin posibilidad de potenciar el conjuro en sí. Sin embargo, hemos ganado en adaptabilidad ya que si un enfrentamiento se nos resiste bastará con cambiar nuestra selección de poderes y hacer otro intento. Pasar de ser un personaje centrado en ataques de área a uno enfocado en un enemigo viene bien si el enemigo que sale está sólo y no invoca hordas de secuaces, o pasar a ser un personaje más defensivo para tener cuartelillo y ganar tiempo hasta que volvamos a tener las pociones de curación disponibles, que ahora tienen tiempo de espera, y no morir de dos golpes.

Diablo III ha ganado en espectacularidad. Entornos que se destruyen, enemigos que se salen de la pantalla, zooms de cámara, mecánicas de juego (si habéis raideado en el WoW identificaréis muchísimos elementos y estrategias: ¡no piséis el fuego!) y entornos laberínticos. Sin embargo, ha perdido un poco el toque opresivo y ahora es un juego menos escabroso y perturbado, hecho que se acentúa porque hay muchos escenarios muy similares a Diablo y Diablo II como la catedral de Tristan, el desierto o las alcantarillas que han perdido su encanto decadente. El juego está mucho mejor animado y es más bonito y espectacular, pero ha perdido magia y ambientación.

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Por último, mencionar el grandísimo problema de Diablo III: es un juego online. Esto no es malo cuando quieres jugar multijugador. Las partidas son rápidas (recomendamos que vuestra primera partida a Diablo III sea vosotros solos o con amigos, la gente adolece de una falta de interés por la historia admirable, yendo a machete y saltándose textos y cinemáticas. El problema es que cuando se los saltan ellos también te obligan a que te los saltes tú) y están acotadas por el nivel del personaje (no puedes ir con tu personaje de nivel 30 a cascar en el primer escenario y rushear al personal). El botín es individual y las recompensas son mejores cuanta más gente haya en la partida. Ahora imaginemos que queremos jugar nosotros solos. ¿Por qué me tengo que comer colas de entrada en el servidor? ¿Por qué si mi red sufre una caída tengo que rehacerme los 25 últimos minutos de juego y volver a recorrer esa muralla infernal? ¿Por qué tengo que morir por un lagazo al no poder irme de una zona de fuego invocada por un enemigo? El juego online para un jugador no aporta ninguna ventaja para el usuario y sí todas las desventajas posibles. Es un terrible error que interfiere directamente con la experiencia de juego que no conviene a nadie salvo a la propia Blizzard como forma de DRM insalvable.

En definitiva, Diablo III es un juego adictivo y muy completo que gustará tanto a los nuevos como a los viejos jugadores. Sin embargo, se han perdido cosas por el camino como la ambientación, mucho menos sórdida y opresiva, está la simplificación del desarrollo de los personajes y hay cierta falta de personalización que hace que sea redundante hacerte dos personajes de la misma clase ya que con uno sólo tienes todos los aspectos de la clase cubiertos.

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09 Gamereactor España
9 / 10
+
Rejugable como ninguno. Eventos aleatorios, 4 niveles de dificultad, logros multijugador, 5 clases diferenciadas y varias formas de jugar con cada una... Blizzard sabe como nadie crear un juego adictivo.
-
No está tan bien ambientado como antes, ahora es más de fantasía para todos los públicos. Se ha perdido profundizar en cada clase potenciando elementos. Estar obligados a conectarse al servidor en las partidas para un jugador es un gravísimo error.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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