Análisis de Lords of the Fallen

Hace miles de años, la humanidad se vio amenazada por un dios malvado llamado Rhogar. No obstante, gracias a los numerosos ejércitos que marcharon para derrotarlo y a los códices que se crearon para encerrarlo, los hombres pudieron vivir en paz. En el momento actual, nuestro héroe, Harkyn, comparte el destino del resto de criminales del mundo: sabe que sus pecados nunca serán perdonados y porta los tatuajes rúnicos de aquellos que deben hacer penitencia eterna por sus errores. No obstante, cuando los demonios al servicio de Rhogar vuelven para subyugar a la humanidad, Harkyn ve un rayo de esperanza. Con el compromiso de luchar contra los demonios y detener el avance de las fuerzas del mal, Harkyn y su mentor salen de la cárcel sabiendo que aún hay salvación para ellos.

La verdad es que no tengo problema alguno en admitirlo: Lords of the Fallen me ha dado más quebraderos de cabeza que muchos otros juegos y, si me pongo a contar, seguramente haya muerto unos cuantos millones de veces contra las hordas de demonios, monstruos y caballeros del ejército de Rhogar. Sin embargo, este título no es como otros, en los que la culpa la tienen los malos controles o el diseño frustrante del juego. No, en este caso, la culpa es única y exclusivamente mía: merecía morir; subestimé al enemigo; sucumbí a las ansias y a la impaciencia y recibí mi justo castigo. Toma ya.

En el juego, desde el mismo principio, se puede escoger entre tres clases de personajes y tipos de magia, así que puedes encontrar el estilo de juego que más te guste. De todas formas, la intención del juego no es darte infinitas opciones y, de hecho, solo puedes mejorar el equipamiento, los hechizos y los atributos. En el sistema de experiencia, hay que utilizar los puntos para mejorar a Harkyn en los lugares de guardado y, si quieres un desafío extra (como si le hiciese falta), es posible ignorar los puntos para acumularlos y ganar bonificaciones de experiencia, esto es, si consigues sobrevivir. En otras palabras, sois vosotros los que decidís cuánto queréis arriesgaros y cuáles serán el riesgo y las recompensas.

Nuestro antihéroe, Harkyn, tiene una amplia variedad de armas entre las que elegir y las peleas se vuelven enseguida de lo más intenso. Como decía antes, los controles funcionan muy bien: si tocas una vez el botón, le darás a tu enemigo un golpe amistoso, y si lo mantienes pulsado, el golpe será más lento pero considerablemente más poderoso. No obstante, es casi obligatorio usar escudos y maniobras evasivas, incluso a pesar de que Harkyn aprenda magia que le puede sacar de las situaciones más peliagudas. Cada ataque y cada bloqueo necesitan energía con los que ejecutarlos y elegir el momento adecuado, así que al final acabaréis machacando los botones como si fuese una misión suicida. Cuando muráis (porque moriréis, creednos), tienes que aceptar que todo lo que has hecho desde el último punto de control no ha servido de nada y hay que repetirlo. Sin embargo, si consigues volver al lugar en el que moriste, verás a tu propio fantasma y con un solo botón recuperarás la experiencia perdida.

Cuando me refiero a que hay que repetirlo todo, no me refiero a todo, todo, porque, por suerte, hay una cosa que puedes saltarte: las interacciones con los PNJs (y acabarás dando gracias por eso). Son tan tediosas que te parecerá genial que solo tengas que escucharlas una vez. Las animaciones y el lenguaje corporal de los personajes no van bien ni con lo que dicen ni con su tono. Por desgracia, de nada sirve cerrar los ojos y excluir la parte visual de la experiencia, porque los diálogos no tienen ni un ápice de credibilidad y, por una vez, nos parece genial que la mayor parte de la historia nos la cuenten con registros sonoros.

En cuanto a los gráficos, hay diferentes opiniones: si consigues quitarte de la cabeza los gestos extraños de los PNJs durante las conversaciones, las animaciones quedan bien tanto dentro como fuera de las batallas. Por ejemplo, cuando Harkyn visita el monasterio, la luz gloriosa y celestial se refleja en las vidrieras y prácticamente te olvidas de que estás en un videojuego. Además, debemos concederles el mérito de que algunas vistas son sencillamente espectaculares. Por desgracia, hay bastantes problemas de 'screen tearing' y de baja tasa de imágenes que frustran bastante al usuario, porque estropean esa idea de realidad. De hecho, en ocasiones la experiencia está muy lejos de esa ilusión.

Por otro lado, las interminables pantallas de carga hacen que el jugador se involucre menos con la historia. Afortunadamente, estas mismas pantallas te ofrecen información muy útil del juego en forma de consejos, para que te vayas preparando para las próximas peleas. No obstante, si lo necesitas también puedes buscar ayuda en las guías del juego. Gracias a eso hasta yo, un usuario no muy habituado a los RPG de acción con una dificultad tan alta, he podido dominar el juego.

Bien, y para terminar, lo admitiré: este título se parece muchísimo a Dark Souls. Son diferentes, sí, pero las similitudes saltan a la vista. Lords of the Fallen tira más hacia lo arcade, es menos oscuro y no tan exigente, pero aun así no es un juego que debas escoger a no ser que estés preparado para una experiencia muy difícil. Si tenéis el tiempo y la dedicación necesarias para desarrollar estrategias tácticas contra diferentes enemigos y jefes casi inmortales (y si no os asusta morir una y otra vez), entonces, no lo dudéis, haceos con Lords of the Fallen. Simplemente aseguraos de esconder todos los objetos frágiles por si, cuando muráis por quincuagésima vez seguida, os da por tirar el mando o algo...