Análisis de Journey para PS4

Hace ya varios años que Journey embelesó a los jugadores y a la crítica con su propuesta de narrativa audiovisual tranquila y conmovedora. Ahora está de vuelta con varias mejoras, en PS4. La duda es si después de tanto tiempo este paseo por el desierto sigue conservando la magia. Vamos a comprobarlo.

No es fácil explicar de qué va Journey. Es algo que ya le pasó a los primeros analistas que pusieron la mano encima a este juego de Thatgamecompany. En primer lugar porque ese viaje va cambiando en función de quién esté a los mandos. Para algunos es un cuento sobre la muerte y la resurrección mientras que para otros no es más que la aventura que va viviendo sobre la marcha. Cuando el juego empieza no hay nada a lo que agarrarse, ni una historia en pasado ni un objetivo futuro. Un personaje que es como un lienzo en blanco al que le puedes dar el color que tú quieras. Refrescante, sí, pero todo un reto.

Al empezar la partida estás frente a la inmensidad del desierto. La pantalla queda saturada por colores cálidos preciosos a los que solo interrumpe una figura espigada en el centro. En cuanto agarras el mando, la criatura se pone de pie y ya todo queda a sus pies salpicados de arena. No hay ninguna explicación para esa escena, ni quién es, ni qué hace ahí, ni cual es su objetivo. El horizonte solo queda interrumpido por una montaña, así que se convierte rápidamente y por descarte en el punto de destino. Cuesta subir cada duna, con pasos pesados; la bajada es mucho más ligera.

De pronto un valle y, allí restos de ruinas que revelan que alguna vez hubo más vida que la propia. Pero justo cuando la soledad empieza a hacer creer que no hay nada más ocurre algo que cambia la mente. Entre las ruinas hay algo minúsculo flotando en el aire, pequeños trozos hechos del mismo material que el personaje protagonista que se ponen a brillar cuando te acercas a ellas. Y si las tocas, magia, te permiten volar durante unos segundos.

Para algo así no hace falta un control muy complejo, más bien al contrario. El personaje se mueve siguiendo las manos a medida que mueven el Dualshock a un lado o a otro (también se puede controlar con el joystick, sin el giroscopio). Y dos botones más, el círculo para llamar a quien quiera que esté cerca para escuchar el ruido y l equis para poder activar el poder de volar. Es tan simple como efectivo y sirve para aumentar la empatía con ese sencillo muñeco que está en la imagen. Sobre todo cuando tu liviana bufanda está en peligro, amenazada por una criatura o por el propio viento. ¿Qué puede haber peor que quedarte sin tu único poder? Cuando ocurre es una sensación dolorosa, de auténtica pérdida.

Es solo una de las emociones que Journey consigue transmitirme durante la partida. Es un juego en el que no solo viajas, también es una travesía desde un espectro emocional a otro. Como el título sugiere, el juego invita al viaje y las experiencias que ocurren durante este. Quizá sea por eso por lo que Thatgamecompany eligió mantenerse al margen del título, no toman parte ni se cruzan en el camino mientras cruzas el mundo de arena. Su presencia se limita a unas cuantas pistas visuales que van apareciendo aquí y allá. Justo por eso es por lo que tienes la noción de estar siendo el creador de tu aventura.

Por desgracia, el título supone ningún reto a las habilidades como jugador. Me hubiera gustado tener alguan situación complicada para resolver o algo que te suponga esforzarte para tener la sensación de haber completado algo. Sin embargo, el reto que me encontré superó mis expectativas sobre lo que se supone que es un juego. Generalmente, cuando empiezo uno nuevo busco batallas épicas y misterios que resolver, y Journey no ofrece nada de eso, pero sí te presenta un reto en la forma en la que vas a conectar con ese personaje y cómo vas a ir pintando ese lienzo con una historia contada solo de forma visual. Algo en lo que tiene todo el éxito.

La historia me cautivó porque se convirtió en mi historia. Journey me dio algo que no había sentido nunca y además creo que va mejorando cuanto más juegas. Por desgracia, te lo puedes terminar en dos o tres horas, así que no te lo pienses y vuelve al centro del desierto, despierta otra vez a esa criatura y trata de encontrar otra aventura distinta a base de imaginación.

Hay una foma de romper con esa soledad y esa tranquilidad. Y eso se consigue a través del multijugador cooperativo, que probé por primera vez tras un rato largo en el desierto. Estaba sola dando vueltas por el aire cuando de repente escuché algo cerca. Me di la vuelta y vi otro personaje vestido como yo. Con el contacto visual ya completado comenzados a correr uno en dirección al otro. Hasta que nos acercamos, nos tocamos. Pero era otro personaje anónimo. No tenía nombre (de usuario PSN) ni había forma alguna de que nos comunicáramos verbalmente. No fue un inconveniente para que viviéramos una experiencia juntos, viajando lado a lado, sin decirnos ni una sola palabra. El modo cooperativo es tan abierto y tan elegaante como el resto del juego.

Quien haya probado Journey sabe que no estamos ante algo nuevo, que es un juego de 2012 que poco puede cambiar, así que la cuestión es qué puede aportar PS4 a este viaje. Desde luego que hay un cambio técnico, y si ya se veía bien en PS3, ahora a 1080p y 60fps transmite un mundo mucho más vibrante. ¿Merece la pensa comprarlo? Yo creo que sí, pero si ya lo tuviste en PS3 y no te convence que sepas que te lo puedes descargar gratis en PSN.

Por supuesto, este es mi análisis de Journey, una experiencia única y personal que podría ser muy distinta para ti, lector. Pero sea como sea, si nunca lo has probado quítate los zapatos y siente la arena calentita porque este juego no ha perdido su magia en estos tres años. Y ojo, conserva siempre esa bufanda, no hay nada mejor que volar.