Análisis de Nuclear Throne

Hemos metido mano una y otra vez a este mundo destruido y postapocalíptico que Vlambeer propene porque lleva mucho tiempo entre los juegos de Steam con acceso anticipado, pero hasta ahora no habíamos podido probar la versión final, la que se merece la crítica. Desde que se estrenó como es debido, y no solo en PC porque al final ha acabado también en PS4 y en Vita, hemos jugado más horas para ver qué nos encontrábamos, aunque ya parecía claro. Nuclear Throne es un shooter roguelike adictivo, colorido y exigente.

Creo que lo más nos ha gustado es el elenco de personajes, que se van sumando poco a poco al menú a medida que vas consiguiendo ciertos hitos para aportar sus propias habilidades y capacidades. Cada cual se adapta mejor a un estilo de juego, así que para llegar al trono al final del juego va a ser necesario dominar a la perfección el que notes que mejor se te adapta. O el que te entre por el ojo. No es solo el personaje, también hay que familiarizarse con varios sistemas sobre los que se asienta la jugabilidad y entenderlos para poder sacarles el máximo partido.

No son más que una pandilla de pequeños mutantes, pero de su rareza surgen esos poderes especiales que poco a poco vas descubriendo (bueno, y también sus debilidades, que aparecen incluso antes). Subir de nivel es tan sencillo como recoger la mayor cantidad de energía radioactiva posible, que es lo que sueltan los enemigos cuando acabas con ellos. Subir de categoría permite desbloquear una nueva habilidad, mientras que durante la misión tienes la opción de escoger una nueva capacidad. Unas son más discretas, otras más llamativas, pero todas van a reconducir en una dirección o en otra tu forma de jugar, por lo que su peso táctico es enorme.

Por nuestra experiencia, y como os decía llevamos un tiempo jugando, al principio da muy buen resultado aumentar la eficiencia de los paquetes de salud, acelerar la velocidad en la que aparecen, y reducir la de los enemigos para que caigan más rápido. Con estas tres mejoras o algunas equivalentes será fácil que metas un buen arreón antes de llevarte la primera torta. Sin embargo, como buen roguelike, también hay un mecanismo aleatorio para la aparición de mejoras así que no os garantizamos que vayáis a ser capaces de seguir una rutina como esta. Por tanto el mejor consejos que os podemos dar es: aprovecha al máximo lo que te toque.

Solo vas a poder llegar lejos si eres capaz de exprimir lo que te van dando, y va a hacer falta muchísima habilidad para poder llegar al trono. Al fin y al cabo empiezas con una simple pistola aunque no te costará mucho mejorarla porque hay mucho armamento por ahí repartido en cajas. Las ametralladoras y otras armas automáticas te van a dejar seco de munición, las ballestas son letales, las escopetas aun más y los lanzagranadas tienen un buen alcance. Cada una tiene sus ventajas y lo mejor es aprender a usarlas todas porque es muy probable que vayas cambiando de una a otra en función de variables del entorno y del propio personaje.

Porque la elección de personaje también te va a condicionar las decisiones que vayas a tomar después. Un abanico que se abre especialmente una vez que has conseguido tener todos desbloqueados y disponibles, aunque como decíamos al principio, a nosotros nos gusta tener un favorito e ir tirando con él la mayor parte del tiempo que sea posible. Una vez que ya tenemos escogido el luchador y su equipamiento, toca lanzarse a las partidas en uno de esos escenarios desconocidos porque lo va a generar el sistema de forma aleatoria. Este refresco continuo del diseño provoca que no te puedas aprender estrategias ni tengas tampoco una zona de confort a la que retirarte en caso de dificultades. Al contrario, te va a forzar a estar siempre muy alerta porque cualquier mínimo enemigo te puede pegar un buen sablazo en la barra de vida.

Como es habitual en este género, además, la muerte es permanente. Nuclear Throne te propone el reto de una única vida y todo el sufrimiento que ello conlleva pero también es cierto que generalmente no da sensación de injusticia cuando todo acaba. Aunque habrá alguna partida que te saque toda la rabia por alguna jugarreta tonta que echa a perder varias horas de partida. Pero ahí volvemos al sistema aleatorio. Como cada nuevo paso por cada nivel de partida es como empezar otra vez, estás poco rato ofuscado y más pendiente de que el siguiente intento sea más prolífico.

Vlambeer ha vuelto a salir airoso. Este estudio brilla cuando se trata de proponer experiencias arcade rejugables y esta nueva propuesta es la mejor que han hecho hasta la fecha. Los gráficos, que parten de un estilo píxel, son buenos y detallados y el audio le pega a las mil maravillas. Y qué decir de los controles, que responden a la perfección.

Los fans de los juegos roguelike llevan un año de vicio con títulos como Downwell o Galak-Z, y ahora viene Nuclear Throne a aumentar la lista. Que las horas mueran tranquilas, tenemos entretenimiento.