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Grow Up

Análisis de Grow Up

Superamos nuestro miedo a las alturas para poder escalar con el coleguilla B.U.D. hasta lo más alto en su segunda aventura firmada por Reflections.

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No hace falta que todos los videojuegos tengan unos gráficos que te hagan preguntarte si lo que estás viendo es una película. Ni tampoco que tengan cientos de horas de misiones y 'quests', ni complicadas narrativas con giros que te mantengan enganchado hasta el desenlace final. Hay más de una, y de cientos de formas de ofrecerles a los jugadores partidas preciosas y divertidas. También es cierto que los elementos mencionados son perfectamente válidos para conseguir experiencias interactivas sin igual, pero Grow Up sabe crecer y convencer muy bien sin ninguna de ellas.

Aunque empieza con una ronda bastante reñida de tres en raya entre el robot B.U.D. y su nave nodriza o 'madre' M.O.M., y luego un repentino accidente tras una tormenta de meteoritos, lo cierto es que el ambiente tranquilo y el curioso sentido del humor del juego están presentes durante todo el juego. La personalidad única de Grow Up te hace que pronto eches raíces en el universo de juego, y a los que vuelven desde Grow Home les pondrá una sonrisa salir una vez más de aventuras con el cyborg colorado.

Pero en esta ocasión falta un personaje muy importante, M.O.M. Al estrellarse, la nave espacial de B.U.D. y por tanto su ordenador de a bordo, M.O.M., quedan completamente destruidos. Cuando nos despertamos, nos encontramos solos en un planeta desconocido. Pero como dice el título del juego, ya es hora de que B.U.D. madure y crezca para que pueda arreglar las cosas por sí solo, y esto consiste en salva a 'mamá' y encontrar una forma de volver a casa. La nave está hecha pedazos, y esas piezas están desperdigadas por todos los lugares, rincones e islas de este espectacular planeta alienígena. Y por mucho que avance solo, B.U.D. puede contar con la inestimable ayuda de su colega P.O.D., que le proporciona valiosísima información.

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Aunque esta historia puede sonar un poco más seria que la del juego original, el universo poligonal, precioso y colorido (y el propio B.U.D., con sus simpáticas animaciones) está imbuido de una alegría casi infantil, justo conforme recordábamos de la primera entrega. El planeta es como un enorme patio de recreo esférico, rodeado de fantásticas islas flotantes y que sólo crece al tiempo que B.U.D. va madurando y se va haciendo más fuerte durante la partida. No hay enemigos que te quieran hacer daño; de hecho el único elemento que amenaza con poner fin a una vida por lo demás despreocupada son los probables accidentes que puedes tener tras una larga caída, ya sea por calcular mal un aterrizaje, pasar de frenada o algo por el estilo, lo que termina con tus huesos -tornillos- aplastados contra el suelo o con tus circuitos pasados por el agua letal. Pero la ausencia de enemigos aporta a la atmósfera pacífica, tranquila y alegre que rezuma el juego y que permite tomárselo como una relajante experiencia de relajación plataformera y exploradora. Hasta la forma adorable que tiene nuestro querido robot de moverse y andar hace que parezca un bebé que está aprendiendo a andar (o un adulto muy borracho, según cómo se mire).

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Volviendo a la misión: para que B.U.D. pueda volver a casa debe recuperar todas las piezas y montar la nave. No sólo están esparcidas por todo el planeta sino también, como era de esperar, por los cielos, en las altísimas porciones de tierra que sobrevuelan el mundo y llegan hasta las estrellas. Sin duda, deberás superar tu vértigo si quieres salvar a 'mamá'.

Al principio del juego nos inquietó que podía volverse demasiado monótono y repetitivo a las primeras de cambio. Escalar planetas y montañas y paredes todo el rato se puede hacer tedioso y llevar un buen rato, mientras que las tareas súper-sencillas corrían el riesgo de volverse aburridas en poco tiempo. Sin embargo, por suerte no fue así. Al igual que te pasó la primera vez que jugaste a Journey, debes acostumbrarse a su tono y premisa. Pasar de un shooter en primera persona repleto de acción a un juego como Grow Up implica bajar un par de marchas para poder disfrutar de la partida.

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Esas tareas sencillotas encajan con la ambientación y la propuesta, así que al final todo terminar resultando muy natural. Y en cuanto a las largas y lentas escaladas, las habilidades que se van desbloqueando de B.U.D. pronto curaron nuestro letargo. Con la mochila propulsora jetpack puedes volar hacia arriba, hay paracaídas para cuando haga falta y luego puedes desplegar un ala delta para planear y disfrutar de unos vuelos sobrecogedores. Una vez más, aparte de los trozos de 'mamá', hay un montón cristales desperdigados por el mundo a modo de coleccionables, indispensables para potenciar tus poderes.

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Grow Up es capaz de conseguir algo bastante sorprendente: aunque en realidad es bastante simplón en apariencia y en dinámica de juego, es capaz de desplegar una experiencia que te emociona de varias formas. Cuando estás escalando de forma torpe, lenta y precaria para subir a una pequeña isla flotante que por fin alcanzas a una altura de varios kilómetros para hacerte con ese preciado cristal, cada error puede resultar fatal. El planeta que tienes bajo tus piececillos de repente se ve muy pequeño, y es evidente que un agarre en falso significa una caída descomunal. A lo mejor caes en otra isla más abajo, o en el peor de los casos llegas hasta la superficie y te regeneras en uno de los teletransportes. Sea como fuere, nos hemos visto sentados al borde del asiento y apretando bien los gatillos y los dientes, completamente concentrados hasta que resoplamos aliviados al completar la tarea, pudiendo además disfrutar las fabulosas vistas que hay hacia abajo junto a la sensación de libertad que contrasta con lo sentido durante la escalada. Y al bajar parece que se congela el tiempo y entras en un estado casi meditativo.

Por mucho que tengas un planeta entero a explorar, no se trata de un juego muy largo, Probablemente te lo puedas 'pasar' en unas horas, pero lo cierto es que nosotros no quisimos hacerlo así. Antes de darnos cuenta, ya habíamos recuperado casi todas las partes de la nave estrellada, pero en lugar de reunirlas rápidamente para salir pitando del planeta, quisimos merodear un algo más, buscar los cristales que quedaban, completar los últimos desafíos y en general disfrutar un poco más antes de irnos.

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Dichos todos estos elogios, no todo va hacia arriba todo el rato. Con jetpack o sin él, sigue habiendo secciones de escalada a mano demasiado tediosas y prolongadas. También hay ciertos planos de cámara bastante molestos que hacen muy complicado cosas como ver ese cristal que sabes (y oyes) que está cerca, pero no puedes encontrar. Además, el mapa resulta innecesariamente difícil de navegar en ocasiones. A todo esto hay que sumar lo más obvio: probablemente no sea un juego para todos los gustos. Pero todo lo dicho en este párrafo es poca cosa al lado de las sensaciones que produce.

Grow Up sigue los pasos del concepto original de Grow Home, con una personalidad alegre y tranquila que hace que cada partida sea un placer. El juego no es largo, largo, serio ni repleto de acción, pero sabe ofrecer una experiencia enigmática capaz de activar diversas emociones e incluso a veces una sensación de calma casi meditativa. Es una excursión que en muchos sentidos parece inocente, de niños, de la mejor de las formas. Su humor adorable, su mecánica sencilla y el adorable coleguilla rojo con el que te vas de exploración conforman otra aventura genial.

Grow Up
08 Gamereactor España
8 / 10
+
Todo personalidad, ambientación y diseño únicos. Buen sistema de control. Simple en el mejor de los sentidos.
-
Algunas cosillas algo irritantes como las escaladas largas, los ángulos molestos de cámara y un mapa que se puede hacer complicado de navegar.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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ANÁLISIS. Autor: Katrine Baumgardt

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