Análisis de Eve: Valkyrie (PSVR)

Seguramente todos los fans de la ciencia ficción alguna vez han soñado con poder sentarse en la cabina de una nave especial de verdad, volar por el vacío del espacio haciendo maniobras chulas y derribando naves enemigas a voluntad. El estudio CCP Games está familiarizado con este deseo y tiene la intención de saciarlo con Eve: Valkyrie, el cual sobre el papel es un juego perfecto para la realidad virtual. El título se estrenó en Oculus Rift hace algún tiempo, pero ha tenido un segundo nacimiento gracias a PlayStation VR, la versión a la que hemos jugado para este análisis (nunca tuvimos la oportunidad de jugar a la de PC, así que no podemos comparar).

Eve: Valkyrie es, fundamentalmente, un juego multijugador basado en equipos en el que pilotas una nave espacial y gracias a los cascos RV puedes mirar por dentro y sentirte como si estuvieras allí. El sentimiento de inmersión es su mayor y mejor punto para venderte el juego. Ha habido con anterioridad un montón de títulos que te permiten volar una nave en primera persona, pero con la tecnología de realidad virtual se siente como si estuviéramos realmente listos para el combate. Por desgracia, la resolución que obtienes con el PSVR no es la más nítida y en concreto los objetos en la distancia parecen bastante borrosos. Tus ojos tienen que acostumbrarse para que la sensación de estar presente esté lograda.

Eve: Valkyrie ha demostrado ser un juego desafiante para analizar. Hemos sufrido algunos mareos por el movimiento, lo que ha significado que hemos tenido que jugar al shooter espacial de CCP Games en sesiones cortas, porque aunque ir hacia delante en una línea recta está generalmente bien, en el momento en el que tienes que empezar a girar y dar la vuelta, las cosas podían ponerse un poco confusas.

Hay tres clases de naves para elegir. La estándar viene con ametralladoras normales que disparan en línea recta en la dirección que tienes en frente y cuenta con misiles guiados que pueden fijar a los enemigos apuntándoles con la cabeza. La clase pesada tiene proyectiles más poderosos que siguen el movimiento y un pequeño turbo que hace más fácil tomar los puntos de control en el mapa o salir de una situación problemática. Y por último está la clase de apoyo que dispara un débil láser con auto-apuntado, pero tiene a su favor que puede curar a las naves amigas.

Dentro de estas clases hay diferentes variaciones con, por ejemplo, más potencia de ataque y una defensa más débil (o viceversa). Sin embargo, en una pena que el proceso para desbloquearlos se sienta tan monótono y estemos con la primera nave durante un tiempo demasiado largo. Debido a esto, las microtransacciones escuecen un poco más. No está bien en absoluto que un juego a precio completo deje a los jugadores pagar dinero real para tener embarcaciones más fuertes y esto resulta evidente cuando te enfrentas a un jugador que está sentado en una nave que hace más daño que la tuya.

Que los micropagos se están abriendo paso en los juegos triple A es cada vez más inevitable y en algunos casos donde solo son objetos de adorno (y cuando, como en Halo 5: Guardians, obtienes mapas y otras cosas gratis) parece un trato aceptable, pero aquí no es así.

En lo referente a modos de juego está el clásico Lucha por equipos, el cual tampoco necesita mucha explicación. Estás tú y tu grupo luchando para acabar con los recursos del contrario que se consigue derribando las naves enemigas. Eve: Valkyrie también incluye Control, una modalidad donde hay que capturar y mantener tres puntos de control señalados con letras en el escenario. Es bastante corriente. El modo más complejo es Asalto al carguero, en el que el objetivo es destruir el carguero rival, algo que se desarrolla en varias fases.

Se trata de destruir los relés de potencia, derribar los escudos, y al final todo es centrar los ataques en el punto débil del carguero enemigo mientras te aseguras de que ellos no destruyan el tuyo. Es un poco difícil hacer un seguimiento de todo lo que pasa, pero aquí es donde se producen las batallas más memorables del juego.

La interfaz en los menús es un poco difícil de entender al principio y en general el juego no es precisamente el más intuitivo. Sin embargo, controlar la nave no es tan complicado. Puedes disparar, cambiar de dirección, acelerar, frenar y girar. En cuanto a las físicas, son más propias de un juego arcade y a las naves les falta algo de peso. Si te topas con asteroides o escombros es como si rebotaras, a menos que choques a gran velocidad y explotes como resultado del impacto.

Asalto al carguero no salva al juego de sentir que hay poco contenido. Los otros modos son muy básicos en la ejecución y en mecánicas no hay suficiente profundidad para que se produzcan combates aéreos interesantes. A menudo desemboca en que tú y el enemigo estáis tratando de disparar al otro en un interminable círculo porque ninguno quiere dar al otro ventajas en cuanto a posición.

Eve: Valkyrie no tiene el maravilloso diseño de sonido con el que DICE bendijo Star Wars Battlefront (el cual parece te eleva todos los huesos cuando estás volando) y en su lugar el sonido es algo pobre.

No hay mucho que decir sobre la campaña. Participas en una simulación de entrenamiento donde aprendes lo básico para volar y luego hay un puñado de misiones cortas que terminan tan rápido como comienzan. La interpretación de las voces no es necesariamente mala, pero es algo inexpresiva y aquellos que no estén familiarizados con la ambientación del universo de Eve tendrán dificultades para comprender lo que está sucediendo, lo que está en juego, quién eres y con quién estás en guerra.

Eve: Valkyrie no ha dejado una huella duradera en nosotros, ni narrativamente ni en mecánicas. Dicho esto, es difícil negar que la sensación de estar en el lugar, de sentirte como si estuvieras sentado en una nave espacial mirando los diferentes aparatos y haciendo piruetas es realmente genial. Este es, una vez más, el mayor atractivo de Eve: Valkyrie que al final es un competente simulador de vuelo centrado en la acción y que desgraciadamente se ve lastrado por las microtransacciones, un sistema lento de progresión y, en nuestro caso, una predisposición a que el jugador se sienta mareado.