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Divinity: Dragon Commander

Análisis de Divinity: Dragon Commander

Es cierto que Divinity no consigue sobresalir en ningún aspecto particular, pero visto como un todo sigue divirtiendo.

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Divinity: Dragon Commander es un juego de estrategia en tiempo real del que normalmente pasarías a primera vista. Simplemente, parece mediocre. El juego está ambientado en un universo inspirado en la fantasía tradicional y en el estilo steampunk, y bebe de varias fuentes para sus mecánicas y look. El combate recuerda a Total War, los intermedios de la acción suenan a Starcraft II y la historia huele un poco a Juego de Tronos. Y si te fijas en cada una de sus partes, ninguna supera lo que puedes encontrar en otro lado. Las batallas podrían ser más intensas y adictivas, el nivel de estrategia que se encuentra en el mapa del mundo mucho más profundo y el jugador podría haber contado con más capacidad de elección. Lo que hace que Dragon Commander pueda merecer la pena es que ofrece todas esas facetas en un mismo paquete. Cuando están juntos, esos componentes algo mediocres funcionan de una forma sorprendentemente entretenida.

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El juego sucede en el reino de Rivellon, en el que elfos, enanos, lagartos e inmortales conviven con los humanos. Existen aeronaves y tanques, y también gnomos que fabrican prótesis mecánicas y otras naves. El jugador es un caballero dragón, medio dragón, medio humano, el hijo ilegítimo del emperador de Rivellon. Cuando los hijos legítimos del emperador se unen para reclamar el trono, el hechicero de la corte Maxos acude a ti. Declara que eres el único heredero merecedor del reinado de tu padre, de modo que te encarga liderar un ejército contra tus hermanos.

El universo steampunk de Divinity: Dragon Commander es una curiosa sopa de estereotipos. En ocasiones parece simplemente extraño, pero en otras funciona perfectamente. Imagina un hombre lagarto con un vestido victoriano y un monóculo, un soldado con brazos protésicos que funcionan con vapor o un dragón con un 'jetpack'.

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Divinity: Dragon Commander

La experiencia de juego resulta una mezcla de estrategias a diferentes niveles. El mapa del mundo se despliega como un juego de tablero y vas moviendo tus tropas, reuniendo ejércitos, mejorando unidades y usando cartas para hacer sabotaje a tus rivales. La aeronave Raven hace de base de operaciones y se puede explorar de forma similar a la Hyperion en Starcraft II. Puedes charlar con los generales y consejeros que intentan ayudarte.Cuando dos armadas cruzan sus caminos en el mapa de mundo, el juego te lleva al campo de batalla. Un buen plus aquí es que puedes decidir si quieres liderar las tropas o dejar que un general tome las riendas. Como jugador, sólo puedes tener un papel activo en una batalla por ronda.

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Las batallas consisten en apoderarse de puntos de control y construir edificios en ellos. El que sea capaz de demoler todas las construcciones del otro bando se alza con la victoria. Esto deriva en partidas que pueden ser muy predecibles cuando el que se hace con los mejores puntos de control domina claramente. Al final se reduce a ser raudo y veloz al principio de la batalla. Cuando llegué a esta conclusión, mejoré mis tropas para que fueran más rápidas, y a partir de ahí las envié a los puntos de control más cercanos a la base enemiga. Después mantuve a los rivales a raya hasta que mi ejército tenía suficiente tamaño para barrerlos del mapa. La mayoría de las batallas son así de simples, y no parece que Divinity: Dragon Commander quiera contrarrestar esta falta. En este sentido, recuerda a Star Wars: Empire at War.

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La característica más distintiva de las batallas es que puedes participar en los combates como jinete dragón. Haces una cola de órdenes para tus tropas para que vayan trabajando y envías un dragón. Entonces puedes sobrevolar el campo de batalla y hacer que llueva fuego y magia sobre tus enemigos, mientras que tus tropas siguen tus órdenes. El dragón se controla desde una perspectiva en tercera persona y cuando lo empleas con tino puede convertir una batalla imposible en una victoria. Naturalmente también puedes mejorar el dragón, desbloquear nueva magia y antes de cada encuentro puedes escoger qué habilidades quieres que lleve a la batalla. Es algo que aporta una capa RPG a la estrategia de Divinity: Dragon Commander, otra pieza del puzle general.

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Quitando la estrategia en tiempo real, el mayor gancho del juego es la política. Entre ronda y ronda te reúnes con los consejeros, quienes te presentan sus agendas. Las decisiones que tomes afectan a tus relaciones con otras facciones, y estas elecciones pueden a su vez tener un efecto dominó que llegue hasta nivel de suelo. Si no estás de buenas con los elfos y luchas en una región élfica, recibirás menos tropas de apoyo pues cuentas con poco entre la población local. Y también entra en juego la moralidad. Las políticas suelen ser bastante complejas, y por mucho que tu decisión pueda ser un simple 'sí' o 'no', decidirse puede ser complicado. ¿Habría que permitir el matrimonio homosexual? ¿Merecen compensación los enanos heridos? ¿Debería la iglesia pagar impuestos? Cada consejero tiene su propia opinión sobre cada asunto en cuestión, así que es imposible complacerlos a todos. Un momento destacado llegó cuando el hechicero de la corte vino y me dijo que mi deber era casarme para reforzar las alianzas políticas, y que el proceso ya estaba en marcha. No tenía elección. Me pilló fuera de guardia, y mira que pensaba que era otro juego bélico del montón.

Como otra de las mejores cosas de Divinity: Dragon Commander, hay que mencionar cómo se va narrando la historia entre los capítulos. Se presentan como cintas de cine antiguo, con palomitas en el sonido y lentes polvorientas, y cuentan la historia de cómo el Príncipe Dragón lideró a su pueblo hasta la victoria. En este caso recuerdan a los filmes de propaganda de la Segunda Guerra Mundial, encajando perfectamente con la ambientación steampunk. Es una forma creativa de relatar la historia que me encantó.

Divinity: Dragon Commander

Tras un comienzo algo lento, Divinity: Dragon Commander me fue convenciendo poco a poco. Puede que no sea el mejor de la clase en ninguna de las categorías -jugabilidad, gráficos, audio, ambientación o historia- pero cuando juntas todo, funciona. El combate es algo monótono y un poco aburrido, pero la opción de volar por ahí con un dragón es asombrosa. El mapa de mundo tampoco es demasiado emocionante, pero las cartas de estrategia y el juego político aportan variedad y algo de emoción. Dragon Commander no se corta a la hora de copiar de otros, pero aun así consigue aportar suficientes elementos únicos para que levantemos la mano. El humor roza la idiotez, algo que puedes odiar o apreciar. El juego en solitario es lo bastante entretenido como para que te consiga enganchar, mientras que luego hay un multijugador para completar el paquete. No es el mejor juego del momento, pero divierte y a veces algo de diversión estándar es todo lo que necesito.

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07 Gamereactor España
7 / 10
+
Mezcla el vuelo de dragones con estrategia. Precioso diseño steampunk. Varias capas de jugabilidad táctica. Intriga política.
-
Cada elemento por separado es un poco mediocre. Actuación vocal demasiado melodramática. A veces es un poco tontón.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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ANÁLISIS. Autor: Adrian Berg

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