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Total War: Rome II

Análisis de Total War: Rome II

Los fans de la aclamada serie llevan esperando esta segunda parte muchos, muchos años. Ahora pueden montar una bacanal, porque no decepciona.

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Un jugador de Total War: Rome II sólo tiene un objetivo, que es dominar y destruir a sus oponentes. Mediante una combinación de maniobras por turnos y combates en tiempo real, hay que pintar un enorme mapa del mundo antiguo de un solo color -el tuyo- y cualquiera que se interponga el camino de ese único objetivo debe ser aplastado sin pausa ni piedad.

Existe un tutorial muy a mano para que los jugadores aprendan lo básico, pero habiendo jugado esa sección anteriormente para los avances del juego, nos lo saltamos y fuimos directos a la campaña principal. Jugando en el bando de Roma, era hora de que la historia se repitiera. Comenzó bastante simple; había unos vecinos cabreados al norte (los etruscos) y la guerra ya se cernía sobre nuestro imperio en pleno nacimiento. La primera tarea fue reprimir sus ejércitos, controlar sus ciudades y extender nuestra influencia hacia el norte.

Hacer la guerra lleva su tiempo, efectivamente. Es una forma de arte. Vale, siempre está la opción de hacer "Zerg Rush" sobre los rivales, apaleándolos con poderosos ejércitos antes de pasar al siguiente, pero esta acción siembra semillas de descontento, y los fuegos de la rebelión siempre prenderán tras tus pasos. Lo mejor es expandir tu esfera de influencia de forma pausada, metódica, deliberada. Adoctrinar. Asimilar. Conquistar.

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La emoción de combatir en una guerra viene de las muchas batallas en tiempo real que suceden durante el curso de una partida. La satisfacción de la conquista viene de la gestión de recursos y de la sutil manipulación del mundo que te rodea. Esto último se consigue a través de un mapa de campaña que divide el mundo conocido en regiones y provincias. Avatares representan agentes y ejércitos, espías y flotas de buques de guerra. Cuando chocan avatares rivales, nos llevan a la primera práctica; fieras batallas en variados paisajes en los que las tácticas en tiempo real y las estrategias evolutivas definen cómo se reparte el mapa.

El mapa de campaña que acoge a los mencionados avatares es descomunal. Después de muchas, muchas horas de juego, sus límites seguirán escapando a tu vista. Los enemigos se levantarán y te desafiarán, viejos aliados te traicionarán y ocasionalmente se rendirán. También hay diplomacia, con las naciones ofreciendo tratados de paz, comercio y colaboración. Sin embargo, la mayoría de las negociaciones se pasan por el filo de la espada. Cuanto más tiempo juegas, más cosas tienes que tener en cuenta y atender: mantener la felicidad de los ciudadanos, su tripa llena, tus fronteras defendidas. Las tramas políticas emergen bajo la superficie, con diferentes familias compitiendo por el dominio en el Senado, y los jugadores suelen tener que tomar decisiones sobre las maquinaciones del poder. Ocurren muchas cosas, hay que tener mucho en mente.

Es un acto de equilibrio, de modo que una gran porción del tiempo dedicado a Rome II es tiempo invertido en el negocio de mantener el imperio; su nutrición es su crecimiento. Cuanto más sano está, más efectivas se realizan las expansiones, así que garantizar que está en buenas condiciones por todo el tablero será el pan de cada día del jugador. Así, también hay que echar mucho tiempo y esfuerzo en averiguar cómo sacarle el máximo dinero a tu imperio sin incitarlo a la rebelión.

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Según van avanzando los jugadores hacia una de las diversas condiciones de victoria disponibles (conquistar cierta cantidad de estados o controlar ciertas unidades), en cada turno se mejorarán las ciudades, los ejércitos engordarán sus tropas (las unidades que reclutan se definen según los complejos instalados en la provincia donde descansan, y cuanto mejores sean, mejores tropas estarán disponibles), y las piezas se moverán sobre el tablero anticipando futuras conquistas. Al final de cada turno toca una larga espera mientras la IA va pasando por las otras facciones rivales; y aquí el juego sufre aguantando su propio peso. Cuando hay muchas cosas que hacer y se están librando batallas, el rato de pausa que viene a continuación es a veces bienvenido, pero durante momentos de inactividad, cuando se están reuniendo fuerzas y moviendo piezas, esta espera puede ser una lata.

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Cuando los ejércitos se ven arrastrados hasta un conflicto diverso, se pueden explorar múltiples vías de actuación. El ordenador también puede auto-resolver la batalla, juzgando el vencedor y dividiendo los restos de la guerra. Es mejor dejar esta opción para escaramuzas menores, cuando el resultado está cantado. Cuando el terreno de juego está más reñido, es más divertido asumir el rol del general y llevar a las tropas al campo de batalla tú mismo.

En cada conflicto existen dos áreas de comienzo, ya sea asedio, naval o por tierra. Algunas son cuadrados paralelos en un campo abierto, otras ciudades, con un bando defendiendo su centro mientras otro lo rodea con intención de desalojar a la fuerza titular (capturar puntos, en ocasiones más de uno, o barrer al enemigo). Las unidades se pueden agrupar y asignar a atajos de teclado, permitiendo un control más rápido en el fragor de la batalla, y se organizan en diferentes formaciones en preparación para el arranque de la batalla. Una vez empieza, todo se despliega en tiempo real (aunque se puede pausar la acción para repartir órdenes, y el ritmo también se puede subir para que las unidades distantes se puedan encontrar más rápido). Si pulsas Insertar, bajarás hasta una vista en primera persona del campo de batalla desde los ojos de una unidad destacada; útil para disparar armas de asedio a distancia, emocionante para ver el choque de los ejércitos entre sí como las olas del mar.

También hay varias formas en las que los enemigos pueden cruzar espadas; más que en entregas anteriores gracias a la combinación de batallas terrestres y navales. Las tropas esperan en los buques hasta que llega otra embarcación, o se meten a presión hasta sus turbias profundidades. Las batallas de asedio costero requieren el desembarco de unidades en las playas y dentro de los altos muros de ciudades fortificadas. Es una novedad bienvenida, pero todavía no está ejecutada a la perfección, pues la IA enemiga suele permitir a los soldados desembarcar sin interferencia. A veces, bajarse de los barcos no parece la batalla que debería ser.

Hay un enorme rango de unidades distintas a disposición, y cada una cuenta con sus puntos flacos y fuertes particulares. Los árboles de habilidad se escalan durante la parte por turnos, lo que sumado a los edificios asignados a las ciudades en cada provincia, afectará directamente a la composición de cada ejército. Escaramuzadores disparando proyectiles y rodeando las unidades que llegan, la caballería barriendo por el flanco opuesto, espadachines a golpes y puñaladas, lanceros clavando y enemigos montados a caballo intentando repeler el ataque. Hay opciones más exóticas para las otras facciones que no son Roma: los Partos pueden recurrir a elefantes y los Egipcios llevan soldados avanzados montados a camello. Luego hay perros de ataque y cuadrigas, además de enormes armas de asedio que presumen de poderío. Cada unidad tiene una aplicación y se puede explotar al máximo. El detalle en las unidades individuales es impresionante, especialmente si tienes en cuenta la escala general del juego, con hasta miles de combatientes sobre el campo de batalla al mismo tiempo.

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Los generales lideran cada ejército, y según van sumando victorias, mejoran sus habilidades. Se pueden asignar diferentes potenciadores, permitiendo cierta especialización más allá de la función básica de hacer la guerra. Un ejército avanzado podría ingeniarse para sacar más oro a las ciudades saqueadas, mientras que otro podría enfurecerse con un bonus adicional de daño. Las fuerzas menores guarnecen las ciudades capturadas enclavadas en la frontera del imperio, guardando la seguridad de la población ante los enemigos merodeadores. Si un ejército se ve desmantelado por un oponente, las tradiciones adquiridas por esa fuerza con el tiempo pueden conservarse, y las hereda otro cuando se levante para sustituirlo.

Diseñar y mantener una fuerza de combate es la mitad del desafío, mientras que equilibrar las demandas del ejército y de la nación requiere paciencia. Es posible especializarse en muchas direcciones, tato desde la perspectiva militar como desde la cívica. Tu habilidad para la lucha se verá definida por las unidades que mantengas, que a su vez se definen por la forma en que haces crecer tus ciudades. La expansión cuesta su precio, y hay mucho que hacer para mantener un imperio equilibrado. No es una carrera, es una maratón. Al final de cada turno te informan si quedan acciones pendientes, un bienvenido recordatorio para mejorar los generales o investigar nuevas tecnologías.

La campaña es más profunda que un pozo, y rebosante de posibilidades. Lo que añade a la longevidad potencial es el hecho de que si te aburres de jugar como Roma, puedes controlar en su lugar otra de las facciones disponibles, afrontando el mapa desde un ángulo geográfico e histórico diferente. También está la inclusión de una campaña co-op, y aunque conquistar el mundo es divertido por tu cuenta, confabular con un colega sólo aumenta la diversión. Hay batallas multijugador, en la que los jugadores se pueden enfrentar entre sí, construyendo ejércitos sacados de la selección de facciones de Rome II mediante un número de puntos para seleccionar sus armas de guerra. Para completar esta apabullante colección de posibilidades de juego también esperan un puñado de batallas históricas, listas para una nueva representación, con famosos ejemplos como las batallas del Bosque de Teutoburgo, del Nilo o del puerto de Cartago

En general es un paquete muy impresionante. La campaña está llena de intriga, las batallas son desafiantes y enganchan. En una palabra, es épico. Hay un par de cosas que podrían mejorar. Para empezar, carga demasiado la CPU y los equipos menos fuertes sudarán la gota gorda en ocasiones (y hemos detectado un par de 'glitches'). Algunas animaciones de ciertas unidades todavía están lejos de la perfección, y se puede pasear por los decorados con las tropas de a pie. La novedad de las batallas combinadas navales y terrestres es interesante, pero creemos que pueden mejorarse y lo serán mediante actualizaciones futuras. Aun así, al final todo esto son pegas menores que no consiguen descafeinar nuestro entusiasmo por el todo. Rome II es una pasada; épico en alcance y grandioso en escala. Puede que Creative Assembly haya perdido un par de batallas menores por el camino, pero en general su último Total War termina en una victoria arrolladora.

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09 Gamereactor España
9 / 10
+
Enorme mapa. Escala épica. Campaña cooperativa. Batallas históricas. Impresionante profundidad.
-
'Chupa' mucha CPU.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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