Mercury Steam demostró ser capaz de abrir paso a un Castlevania en condiciones al mundo de la exploración 3D, re-imaginando el corazón de la serie con el relato de un guerrero maldito que se condenaba a sí mismo en una cruzada por salvar a su amada. El caballero se convirtió en el Príncipe de la Oscuridad, al terminar el primer Lords of Shadow en la transformación de Gabriel en Drácula.
Los clásicos Castlevania -plataformas 2D de multiescenario- sirvieron de inspiración para el fresco look que aplicó el estudio madrileño. Puede que el viaje de Gabriel le llevara desde montañas hasta fosos, pero cada paso estaba enmarcado en las mismas secciones lineales de su hermano de los 80. Para la continuación y cierre de la historia, los desarrolladores presentan su versión del renacimiento de la franquicia en los 90, abrazando la idea de un mapa interconectado en constante crecimiento.
Castlevania: Lords of Shadow 2 toma elementos del pionero de la serie en este estilo -Symphony of the Night- y los combina con las mecánicas de otros éxitos como God of War. Por lo tanto, tenemos extensas áreas a explorar y enemigos espeluznantes. Mientras tanto, se va narrando una larga y entretenida trama argumental que te coge de la mano y te va guiando de una zona a otra, contando tanto con Robert Carlyle para la voz del Gabriel enfurecido, ahora Drácula, como con Patrick Stewart como el que fue su mentor, ahora el titiritero de Zobek. Y también siguiendo la tradición del estudio, la música de Óscar Araujo es de las mejores bandas sonoras que hemos escuchado en el terreno en mucho tiempo.
Con esta estructura renovada, el juego parece más abierto en esta ocasión. Puedes desactivar los QTE y cambiar los ángulos de cámara. La primera es una estupenda decisión de diseño, pues siempre habrá quien encuentre la inclusión de comandos rápidos prefijados como una mecánica intrusiva y que va en contra de la satisfactoria precisión del profundo sistema de combate del juego. Esperamos que más juegos nos dejen esta opción en el futuro.
Los entornos son enormemente variados. En ellos vivirás tanto el pasado como el presente, recorriendo fábricas de la era industrial, laboratorios de operaciones e investigación de tecnología punta, así como el propio y descomunal castillo de Drácula y hasta el infierno. Cada área te cautiva mediante un increíble nivel de detalle, enfatizado gracias a un fantástico sistema de iluminación que hace olvidar que han llegado consolas de nueva generación.
Esta iluminación juega un importante papel en ciertas secciones en las que el juego adopta un estilo que se acerca a la parodia de Metal Gear Solid. El protagonista, desprovisto de los poderes del Dragón, debe ir rodeando guardias lanzacohetes empleando técnicas sigilosas y llegando a convertirse en una rata para escabullirse bajo sus pies. Es una novedad que queda bastante rara, pero como rompe el ritmo del combate, tampoco es malavenida.
A diferencia del primer LoS, existen cantidad de zonas que puedes explorar libremente. Esto no quiere decir que sea tan abierto como un juego de The Legend of Zelda, pero al menos te dejan un margen mayor para deambular y explorar que antes. Simplemente no parece lineal, por mucho que lo sea en ocasiones. Bastantes de los niveles se cruzan entre sí, y en diversas ocasiones terminamos en lugares que no podíamos atravesar hasta que no contáramos con las habilidades requeridas.
El sistema de combate se parece bastante al del primer juego. Te perderás la gracia y gran parte del atractivo del combate si aporreas los botones; las esquivas y combos precisos y certeros infligen más daño y llegan a curar tus heridas. Vas desbloqueando nuevas habilidades que aumentan tu fortaleza y poderío, incluyendo nuevos combos a encadenar en combate o las mencionadas acciones que abren nuevos caminos. También es posible viajar entre puntos del mapa, algo imprescindible para encontrar todos los secretos que el juego esconde.
No se puede decir que este trabajo sea pobre ni mediocre, pero tiene sus fallos. Hay zonas en las que la ruta a seguir no queda clara -por mucho que el estudio procure resolver cualquier problema en este sentido con un resplandor sobre la dirección supuesta, pulsando un botón- que te obligan a dar saltos de fe. Es en parte el reverso de la moneda de los increíbles gráficos del juego; a veces no se ve bien el camino por la cantidad de detalle de los fondos.
Cuando mueres, resucitas y apareces justo antes de ese salto. Cada vez que fallas, tu vida va bajando, hasta que mueres de verdad. Y aun así, tras la recarga -un buen minuto tras navegar pasada la pantalla de Game Over- te vuelven a colocar justo donde te atascaste. ¿Por qué es esto necesario? Nos molestó en Zelda y nos fastidia ahora en Castlevania. Es como si el juego te castigara obligándote a pasar todo el proceso de arranque una y otra vez.
Pero esto es ponerse quisquilloso. El juego es enormemente divertido y exprime el hardware al límite. Para los fans de la franquicia es una continuación-cierre que sin duda merece la pena, y para los jugadores de aventuras de acción, un título que deben tener en su juegoteca.