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Mass Effect 3

Lo que dicta el corazón

He tomado muchas decisiones estúpidas en su momento, algunas con mayor repercusión que otras.

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La mayoría de estas decisiones precipitadas supusieron mi muerte virtual por culpa de haber subestimado a un oponente, haberme precipitado sin pensarlo en una batalla o seleccionar la herramienta equivocada para la tarea errónea. ¡Zas!, ¡pum! y a empezar de nuevo.

Pero estas decisiones son insignificantes, elecciones triviales que abundan en cada uno de los juegos de los que disfrutamos. En la mayoría de las ocasiones nuestra decisión es la correcta, es algo instintivo, el poder de la costumbre, la práctica que lleva a la perfección. Una granada bien lanzada por aquí, un buen lugar donde acampar por allá, echar el freno de mano al tomar esta curva o utilizar una táctica defensiva en el momento oportuno.

Mass Effect 3

Sin embargo, hay decisiones en los videojuegos que tienen consecuencias de mayor alcance. Quizás su transcendencia no se vea de inmediato, pero lo más seguro es que se aprecie con el tiempo, algunas veces incluso años después.

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Bioware es un estudio que crea juegos en los que las elecciones son el elemento central de la experiencia. La trilogía de Mass Effect supone el apogeo de su elevada ambición, esto es, hacer juegos ante los que no nos mostremos indiferentes: personajes que despierten sentimientos, historias que nos atrapen, temas que nos afecten en nuestro día a día. Todos estos fundamentos se encuentran presentes en Mass Effect 3, el episodio final de la aventura de dimensiones galácticas del comandante Shepard.

Las decisiones estaban presentes desde el primer momento. Las más básicas se reducían a una elección entre lo correcto y lo incorrecto, pero, a medida que la saga avanzaba, comenzaron a surgir cada vez más zonas difusas, es decir, decisiones moralmente ambiguas que iban mucho más allá de la simple elección de blanco o negro. El juego nos pedía elegir el menor de los males cada vez con más frecuencia, lo que nos ponía en una situación cuanto menos delicada.

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En mi carrera profesional en la N7 tomé algunas decisiones que lamentaría mucho más tarde. Ojalá hubiese salvado a Ashley; ojalá hubiese hecho a Wrex cambiar de opinión; pero no lo hice y, años después, todavía estoy sufriendo las consecuencias de mis acciones.

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Y eso es lo más terrible: son mis acciones, mis decisiones. Las he tomado yo y es por ello por lo que tienen más peso.

Permitidme hacer un inciso: Christoph Hartmann, el jefe de 2K Games, declaró que hasta que los juegos se vuelvan fotorrealistas, no podrán evolucionar y alcanzar el siguiente nivel. Esto quiere decir que los videojuegos no despiertan tantas emociones como el cine. Yo no creo que la cosa sea tan simple.

Mass Effect 3

Considero que se podría alegar que los juegos ya evocan tantas emociones como lo hacen las películas. Esto se debe a su interactividad y a las historias que vivimos, no a las emociones que reflejan los rostros de los personajes que controlamos o con los que interactuamos. Hartmann defiende que a las consolas les va mejor con juegos de acción y shooters en primera persona, debido a que evocan emociones simples. Según el jefe de 2K, es por esto por lo que han sido la opción preferida por los jugadores durante los últimos años. Si bien tiene algo de razón, creo que cabe mencionar que los shooters son populares porque a la gente le gusta disparar a cosas, no porque nos conformemos con lo que hay mientras no aparezca algo mejor.

Cuando una película nos emociona es por la empatía que tenemos con los personajes. Los lazos emocionales que se forman en los juegos son totalmente diferentes, ya que cuando jugamos normalmente lo hacemos con representaciones virtuales de nosotros mismos. En ocasiones estas representaciones son opuestas, es decir, jugamos de una determinada manera porque es lo contrario de lo que haríamos en la vida real. Pero nuestra brújula moral sigue estando ahí, guiando nuestras decisiones, incluso si decidimos ir en la dirección contraria.

El resultado de todo esto son vivencias condicionadas por el individuo. Las historias, esculpidas a partir de decisiones basadas en opiniones personales, tocan la fibra sensible, los nervios crispados por los años de experiencia, tanto virtuales como reales.

Mass Effect 3

Mass Effect 3 es solamente un juego que tiene el poder de provocar intensas respuestas emocionales, pero no es el único. Bioshock es otro buen ejemplo. En el juego nos vamos abriendo paso por la ciudad de Rapture, descubriendo nuevas habilidades y luchando con uñas y dientes para llegar hasta Andrew Ryan. La decisión de si extraer el ADAM de las Little Sisters es un ejemplo soberbio de un estudio que nos pone en una situación complicada: cosechar a las Little Sisters para obtener la recompensa o hacer lo correcto y salvar a las niñas.

Todo depende de ti y, si llegas al final del juego, el giro en la historia te dejará impactado, pero no por las emociones reflejadas en el rostro de Ryan (aunque esa sea una escena increíble), sino por la inversión emocional que se produjo durante todo el viaje y que culmina en este punto. ¿Estaríamos más metidos en la historia con una película de Bioshock? No lo creo. Precisamente por las decisiones que hemos ido tomando.

Ahora bien, no estoy diciendo en ningún momento que las películas no puedan ser impactantes, emotivas, cautivadoras o lo que sea. Eso sería absurdo. Tampoco estoy diciendo que los juegos despierten más emociones que las películas, porque sería ridículo afirmar algo así. Lo que digo es que hay una diferencia enorme entre los dos y que no deberíamos aplicar a uno los estándares del otro: las películas se basan en la empatía con los personajes para conferirle fuerza emocional, mientras que los juegos utilizan las decisiones de los jugadores y la dicotomía tangible causa-efecto para así crear los lazos emocionales entre el jugador y el juego.

Unos gráficos mejorados ciertamente nos permitirían mostrar una mayor empatía con los personajes con los que interactuamos, pero no son la panacea que cambiará para siempre la forma en la que percibimos y jugamos. Los videojuegos ya dejan huella y poseen una gran carga emocional, pero no tanto por la empatía, sino porque nos permiten seguir lo que dicta nuestro corazón y tomar nuestras propias decisiones. Los juegos no deberían intentar acercarse más a las películas, sino a los propios videojuegos, porque son las decisiones y no la empatía, lo que los hace únicos. Y es por eso también por lo que nos gustan tanto.

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