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The Flame in the Flood

The Flame in the Flood - impresiones

Hemos estado flotando río abajo con la última versión del juego debut de The Molasses Flood.

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La primera impresión puede ser un poco decepcionante, y el estilo gráfico a lo dibujos animados de The Flame in the Flood, al menos a primera vista, da la impresión de juego de aventuras poco inspirado y simple. El postapocalipsis según Double Fine o algo así. Pero dejemos a un lado el aspecto visual por un momento y entonces podremos ver que hay algo más trabajado detrás, algo poco convencional, con un tono siniestro al borde de lo macabro.

Desde el mismo opening del juego, en el que tu perro Aesop te tira una mochila que coge de los restos de un esqueleto, hasta cuando ella se sienta junto a un fuego vivo, The Molasses Flood va de cara y saca rápido la personalidad de este título estilo roguelike. Podría haber sido un diseño de juego precioso, con gráficos fascinantes y muchísima personalidad, pero aun así esto sigue siendo una experiencia compleja y sin compromiso.

La estrella de este show, y por muchos motivos, es el río que te va marcando el camino. A medida que vas flotando sobre él, luchando contra la corriente, vas descubriendo una serie del lugares generales de forma procedural que sirven como puertas de entrada a los pequeños entornos a los que hay acceder para encontrar todos los recursos que hacen falta para sobrevivir en lo que queda de aventura. Para permanecer con vida hay que ir construyendo objetos y herramientas y actuando con sentido común: hervir el agua que está sucia, cocinar los alimentos, tratar de conseguir medicinas, etc.

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La interfaz de usuario se porta bien para para ir indicándote tu estatus, así que puedes ver en cada momento si tienes hambre, sed o si estás cansado, y también si cuál es tu temperatura corporal. También puedes ver cuál es la cantidad de energía que queda, que es esencial para seguir con la actividad. Esta parte está clara y bien expresada, la del inventario y la mochila no tanto. No tienes demsiado espacio para llevar los objetos, así que tienes que estar pendiente y gestionándolo todo el tiempo. Es verdad que también puedes guardar cosas en el personaje o en el perro, pero es un engorro tener que pasarlas de un sitio a otro y se acaba perdiendo mucho tiempo. Como todavía les queda tiempo, el equipo todavía puede tratar de corregir esta parte de la interfaz. Por ejemplo, nosotros lo jugamos con el mando de Xbox y parece que podría funcionar con tan solo poner una parte del inventario en cada botón de la cruceta o algún tipo de acceso rápido.

Fue la única parte de The Flame in the Flood que no nos pareció tan elegante como el resto, y visto todo el tiempo que nos vamos a pasar en estos menús cuando jugamos, más les vale hacer algo más amigable para lo usuarios porque puede echar por tierra el resto del trabajo. Aun más cuando te das cuenta de la cantidad de opciones que vas a tener por delante: hay docenas de herramientas para construir, e incluso después se pueden aprovechar sobre la marcha para hacer algunos de los muchos consumibles que están en el menú.

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Hay algo que el equipo no va a simplificar, y con razón, y el la dificultad. Al fin y al cabo es un juego estilo roguelike y por tanto el nivel de reto tiene que ser grande. Dos motivos para tener miedo. El primero, no hay curva de aprendizaje, te pegas de bruces con todo lo que tienes por descubrir. Y segundo, la muerte es permanente así que mentalízate para estar empezando una y otra vez. Sobre todo por deshidratación y por hambre. Aunque también puede ser porque algunos de los otros habitantes de la zona no estén muy contentos con tu presencia, como por ejemplo los lobos.

Son una amenaza constante, sus ojos rojos están ahí, siempre vigilantes y atentos a tu fluir con la corriente. Casi siempre están esperando a que te bajes de la barca y te vayas a una de las zonas a buscar recursos. Si pisas donde no debes y despiertas a alguno irá a por ti, así que lo único que te queda es mover un palito para llamar su atención y tirárselo a ver si se distrae. Ya os lo avanzamos, generalmente no va a funcionar. Así que lo único que queda es correr y rezar para que sea una de esas escasas ocasiones en las que consigues escapar.

Nuestra primera partida a The Flame in the Flood nos llevó directamente a una muerte gloriosa, sin nadie que nos llorase que no fuera nuestro pequeño amigo canino. Al menos él piensa en ti y guarda todo lo que tenía almacenado para la próxima vez que os veáis. La muerte siempre es causada por la naturaleza, nunca por alguno de los humanos que te puedes cruzar por el camino. Al menos hasta donde nosotros hemos visto, no hay conflicto entre personas, es más bien para que nos sintamos un poco acompañados en el proceso de exploración de este bello entorno.

Porque la brutalidad y esa gestión de objetos no pueden ocultar que, detrás de todo, aquí también hay magia. Hay una banda sonora fantástica que completa perfectamente a un estilo artístico propio, resaltado por una paleta de colores cálida. Son temas acústicos bien escogidos que te acompañan a medida que vas pasando por las aguas, ya sean rápidos o más tranquilas, junto a algún rugido de la guitarra cuando la situación lo requiere. Es un juego acerca de sobrevivir a los elementos, sobre respetar la naturaleza y cuando sea posible, aprovecharla en tu favor. Los apartados artísticos te ayudas a ponerte en situación y sumergirte en la atmósfera que los desarrolladores han intentado conseguir.

The Molasses Flood tiene un buen juego, que le sentará tan bien a las consolas, tanto como esta versión de PC que probamos (que es la misma que han mandado a quienes les dieron dinero en su campaña de Kickstarter). Un regalo visual y sonoro, que además supone un reto que tentará sin lugar a dudas a los fans de los juegos roguelike que quieran algo más pulido y abierto. Por supuesto, aun les queda mucho que hacer, tienen que meterle más contenido al río y al resto de los mapas, ajustarlo, pulirlo y esperemos que darle una vuelta a la interfaz de gestión del inventario. Por todo ello, no vamos perder de vista a este río que es The Flame in the Flood.

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