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Kingdom Come: Deliverance

Vávra vs. Vávra: Reacción, extremos y coincidencias

Dos análisis diferentes, dos opiniones contrastadas sobre la retirada de Gamelab del controvertido desarrollador de Kingdom Come. Polémica, consecuencias y un mensaje.

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La semana arrancó con polémica en el sector del videojuego local e internacional. Dani Vávra, director del ambicioso RPG Kingdom Come: Deliverance, se borraba de Gamelab tras la reacción de repulsa que había identificado en la comunidad española. Alegando haber recibido graves insultos, anunció su cancelación a la organización, que a su vez hizo pública su decisión "lamentando perdernos sus interesantes experiencias sobre el desarrollo de uno de los mejores juegos europeos del año".

Pero la controversia hacía tiempo ya que había salido de la temática pura del desarrollo; se formaron bandos en las críticas a todas las partes implicadas y se propagaron las exageraciones. En Gamereactor teníamos plan de entrevistar al propio Vávra en Barcelona del mismo modo que hacemos siempre con todos los ponentes que se ofrecen, pero es algo que no va a ocurrir.

Para reflexionar sobre lo ocurrido hemos querido recoger a continuación las opiniones personales de dos de nuestros colaboradores habituales, pues ambos han podido seguir el revuelo de cerca.

Mal por Vávra, mal por nosotros

La opinión de Juan A. Fonseca.

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No tenemos término medio. La vara de medir que tenemos va de un extremo a otro, del amor al odio. Desde que explotó el tema de Daniel Vávra y su asistencia/no asistencia a Gamelab han surgido dos bandos que se enfrentan por ello: hay quienes defienden que su asistencia era algo necesario e interesante y quienes piensan que, por el tipo de ideología que posee, no debería pisar un lugar así para no seguir propagando su pensamiento.

A este individuo se le acusa de ser nazi, como también de otras tantas cosas que cualquiera habrá leído por redes sociales durante estos días. Su apoyo al #GamerGate ha sido la carta blanca para poder lanzar dardos sobre todo lo que hace sin pudor alguno, sobre todo por el colectivo que ha sido blanco (injusto) de esta plataforma con fines tan deplorables. Es cierto, el GamerGate es algo que no debía haber existido, y mucho menos el acoso y derribo, hasta el punto de hacer amenazas de muerte, que ha usado como ariete para "acabar con los SJW"; pero Vávra, o al menos la imagen que arroja en sus palabras, no forma realmente parte de ese conjunto.

Sea por pura ignorancia, por ceguera oportuna o por inocencia (de esto último le falta), el director creativo de Kingdom Come: Deliverance cree que este movimiento nació para defender la libertad de expresión. Es algo que ha dicho en Kotaku, en Escapist, que en TechRaptor amplía alegando que es "un montón de gente que no está contenta con el estado del periodismo de videojuegos" y que siempre explica como su punto de vista. O no quiere ver las consecuencias que ha tenido este movimiento para determinadas figuras, o tiene una percepción errónea de lo que realmente se cuece ahí. De hecho, siempre considera que aquellos que se exceden y apoyan el hashtag son troles o chavales jóvenes y descerebrados.

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Quizá debería dar un repaso y echar un ojo a todo lo que hay antes de volver a hacer esa afirmación.

Twitter no perdona: Vávra es alguien incendiario y bastante ladrador en la redes sociales; de hecho sus formas distan de ser las mejores, pero detrás de todo lo que dice está siempre esa máxima de buscar un argumento con el que defender un discurso, no el ataque fácil que tanto se usa cuando tienes un límite de 140 caracteres (perdón, 280). Twitter tampoco olvida: sus interacciones con miembros que pertenecen a la alt-right lo dejan en muy mala postura con quienes se enfrentan a esa ideología y lo convierten en blanco fácil a la hora de acuñarlo como un nazi (ojo, los que defienden el nazismo también le atacan). Ya sabéis, eso de "dime con quién andas...".

Pero el papel del cofundador de Warhorse en Gamelab no era hablar de cómo ve el mundo, sino de cómo ve la Bohemia de KCD. Decir que este evento iba a servir para hacer de altavoz de su ideología a través de su ponencia o de las entrevistas que se le hicieran es apuntar a la diana y tirar el dardo a la pared. Decir que las personas que han criticado a Vávra abiertamente no piensan en la industria del videojuego es exactamente lo mismo.

En las redes sociales es muy fácil ponerse de un lado y señalar al otro, por limitaciones o por ego; pero no hay que olvidar que las cosas nunca tienen un color puro, no son blancas ni negras. Este caso entra dentro de una escala de grises donde cualquiera puede perderse, y mucho más cuando hay discursos que no hacen más que atacar desde la subjetividad y desde una perspectiva preconstruida.

He hecho todo lo posible por leer, por buscar información, por encontrar qué hay detrás del director creativo de este videojuego medieval que tantas ampollas levantó por... ¿no ajustarse a todos?, y solo me he topado con justificaciones que tratan de llevar siempre la balanza de su lado en cada una de las partes. Hay compañeros y compañeras que han demostrado por activa y por pasiva que muchas de las acusaciones vertidas sobre Kingdom Come son falsas y las dejan totalmente en evidencia. Hay compañeros y compañeras que le atacan porque saben qué es el acoso y saben de lo que es capaz ese movimiento al que apoya.

No puedo posicionarme a favor ni en contra de Vávra porque coincido con parte de lo que dice y a la vez no puedo creer que sea tan reduccionista a la hora de hablar del GamerGate y que no espere un ataque cuando va de "chico malo" por las redes. Y de la misma forma, no me puedo creer que quienes le atacan por haber apoyado este movimiento lleguen a utilizar el mismo discurso de odio que critican. Los palos no se combaten con palos, y mucho menos a ciegas, aunque parezca lo más fácil.

Kingdom Come: Deliverance

Fracaso del diálogo, derrota para la industria

La opinión de Sergio Tur.

Pocos eventos como Gamelab permiten a la prensa de videojuegos española acceder de primera mano a un caudal de información tan relevante como necesario, convirtiendo a nuestro país durante, al menos unos días, en el centro neurálgico de la actualidad en lo relativo a la industria del videojuego. Es allí donde las barreras entre medios, estudios e inversores se difuminan para acercar posturas, compartir conocimientos y, en definitiva, conocer proyectos a través de sus creadores sin ambages ni estériles notas de prensa.

En este marco, la presencia tanto de iniciativas innovadoras como la de Wargaming Labs y su plataforma para ayudar a pequeños estudios o la de grandes leyendas consagradas como Fumito Ueda confluyen mostrando la diversidad de este medio.

Es por eso que cuando la organización anunció la asistencia de Daniel Vávra, director de Kingdom Come: Deliverance, como ponente en la edición de este año, entendí su presencia más que justificada en cuanto a que respondía a esa pluralidad que antes mencionaba y que siempre ha caracterizado al evento. Los datos están sobre la mesa. Pocos estudios pueden presumir de sacar adelante una de las campañas de micromecenazgo más ambiciosas y exitosas que se recuerdan, donde alrededor de 35.000 personas apoyaron el proyecto para el que Warhorse Studios alcanzó el millón de libras recaudadas. Su apoyo no se limitó al impacto inicial cuando, a pesar de numerosos retrasos por el camino y unas impresiones iniciales nada halagüeñas, logró superar el millón de unidades vendidas en sus primeras semanas a la venta.

Sin embargo, la polémica ha rodeado a Daniel Vávra desde antes que se confirmase su participación en Gamelab 2018, arrastrada por un pasado regido por declaraciones siempre controvertidas. Como persona de cierta trascendencia pública, su discurso es polémico, a menudo incendiario e incómodo en lo relativo a posiciones reprobables sobre el GamerGate o ideologías políticas. Para determinados sectores Vávra enarbola la imagen del hombre blanco, machista, homófobo y supremacista que durante años ha perpetuado los dañinos estereotipos de los que poco a poco intenta desprenderse el videojuego. Durante estos días, las redes sociales se han inundado de comentarios donde se le ha acusado de nazi y promulgar valores que lo incapacitaban para hablar de su obra en el evento hasta que el diseñador checo terminara anunciando su cancelación.

Sin embargo, no debemos confundirnos. La ausencia de Daniel Vávra en Gamelab es fruto de quienes por Twitter se autoproclaman defensoras y adalides de un feminismo mal entendido que no duda en usar términos como "nazi" a la ligera (a pesar de la herencia judía de Vávra, quien confesó haber perdido a muchos familiares en campos de concentración) y no acepta la opinión de otras mujeres no afines a sus opiniones. La presencia de alguien como Vávra en un evento de desarrolladores como Gamelab era interesante ya no solo por lo que tenía que decir acerca de su trabajo, sino porque era la oportunidad de escuchar otro punto de vista, generar un debate más allá del insulto en Internet.

Las redes sociales se han convertido en un foco de desinformación muy virulento donde nada se contrasta ni hay un mínimo de empatía hacia la persona a la que puedes hundir la vida con tus comentarios solo por un puñado de retuits. Da igual que se llame Daniel Vávra, Leigh Alexander (periodista que sí acudirá a Gamelab, por otra parte) o cualquier otra figura controvertida, pues su postura puede resultarte deleznable, pero jamás justifica el acoso y derribo personal. Es llamativo comprobar cómo el efecto globalizador que ha supuesto la democratización de la tecnología ha generado preguntas que hace años eran impensables. Se discute constantemente sobre los límites de la libertad de expresión, cuando quizás habría que plantear cuáles son los límites de la ofensa.

El moralismo exacerbado se ha convertido en un bálsamo para muchas personas que se permiten el lujo de hacer juicios de valor sin temor a la réplica y donde no hay espacio para el debate porque no están dispuestos a aceptar las normas del juego. Y todo esto entronca más que nunca con la función tan necesaria que tiene el periodismo. Nuestro papel es y debe seguir siendo el de arrojar luz, discernir qué hay más allá de lo que nos cuentan, ir en busca de la información y no conformarnos con la respuesta fácil. En una época en la que una publicación de Facebook suscita más interés en la opinión pública que nunca, es nuestro deber contrastar fuentes y actuar como intermediarios entre las compañías y el lector final. No siempre es fácil y la prensa de videojuegos ha demostrado en estos años que aún tiene mucho camino que recorrer a base de tropiezos y episodios a menudo bochornosos, pero en eventos como Gamelab es donde se practica el auténtico periodismo.

Quienes insultan y amenazan a Daniel Vávra, ¿realmente han buscado las declaraciones que le asignan o se limitan a repetir un discurso aprendido? Cuesta encontrar en la hemeroteca referencias explícitas a ese nazismo al que se alude, aunque es presumible pensar que es una idea derivada de su postura en torno al GamerGate y de la cual él se disculparía más tarde en una entrevista al portal GameStar:

"En el pasado comuniqué las cosas mal o no pensé lo suficiente acerca de mis comentarios. Especialmente en redes sociales como Twitter, algo de lo que he aprendido que puede ser muy peligroso. Estos comentarios se pueden sacar de contexto. [...] Me disculpo por mi falta de cuidado e irreflexión en mi forma de expresarme, lo que me ha llevado a malentendidos en el pasado. Si he herido los sentimientos de alguien o he dado la impresión de propagar algún tipo de ideología me disculpo por ello".

La desinformación en la que a menudo caen las redes sociales se combate practicando ese mismo periodismo que a menudo se critica o al que se le ponen continuas trabas con posturas como la vista estos últimos días. Nadie ha ganado con todo esto. Es una ocasión perdida de demostrar que estamos por encima de la polémica fácil y de decirle a quienes de verdad discriminan y generan discursos de odio que defender derechos es más que iniciar una campaña de odio por Twitter.

Los de mi generación, agrupados bajo esa manida etiqueta 'millennial', hemos logrado algunos de los avances sociales más importantes de la historia reciente, pero también cometido errores vergonzosos que a menudo nos cuesta reconocer. Todo el ímpetu y esfuerzo volcado en las redes sociales no debe quedarse ahí ni adoptar una postura de soberbia detrás de una pantalla porque si no a duras penas seremos capaces de hacer una lectura correcta de lo que nos rodea. La decisión de Daniel Vávra de no asistir a Gamelab no es esa supuesta victoria que pregonan los que pedían su cabeza, sino una astracanada con la que damos una imagen exterior difícilmente defendible.

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