Este es un viaje oscuro que por el camino deja muchos sustos y va contando un relato bien pensado. No es un juego para pasar a toda prisa. No va de rachas de bajas o récords de puntuación. En lugar de eso, es una historia de miedo escalofriante que se disfruta mucho mejor a un ritmo cómodo durante una noche cerrada. La progresión consiste menos en el dominio de las mecánicas y más en hasta dónde llegan los jugadores para enfrentarse al terror en el que se ven envueltos.
Cuando el juego arranca no hay mucho que sugiera qué está pasando. Lo único que se sabe seguro es que tus hijos han desaparecido y debes encontrarlos. Algo está saliendo muy mal en esta mansión vacía -manchas de sangre adornan las paredes, las luces parpadean y fuerzas invisibles se chocan fuera de la pantalla-. Ocasionalmente escuchas a tus hijos jugando, o los ves someramente, pero nunca llegas a tiempo.
Misteriosas llamadas telefónicas de un aliado invisible te alientan a encontrar la salida de la mansión y a adentrarte en las cada vez más terroríficas profundidades de una macabra fábrica. El confuso diálogo indica que los críos han estado jugando donde no debían. Las puertas bloqueadas significan que la única forma de avanzar es apretando los dientes y sumergiéndote en el espantoso estómago de la fábrica. Cuanto más profundo llegas, más perturbadores son tus alrededores. Los objetos aparecen cubiertos de polvo, piscinas de excrementos burbujean en las entrañas del complejo. Todo junto consigue crear una ambientación asombrosamente nauseabunda.
Los gráficos de A Machine for Pigs son apropiadamente sombríos durante todo su desarrollo. Los poco halagüeños escenarios de metalistería amenazan constantemente. La iluminación cumple su cometido. Gran parte del juego sucede en la oscuridad de claustrofóbicos pasillos y fríos sótanos industriales. Cualquier rastro de luz llama la atención, pero acercarse suele significar abandonar la seguridad de las sombras.
Lamentablemente, en los decorados más abiertos, una decepcionante distancia de dibujo y unos materiales cubiertos con texturas pobres se hacen bastante notorios, pero tampoco es que afecten a la impresión que deja el juego al final.
El audio in-game es una clase maestra de sonidos y ruidos inquietantes. Conforme la tensión va en aumento, el zumbido industrial se engrana con con descarado y demoledor clamor de unos nada melodiosos acordes de piano y las puntiagudas cuerdas de un violín. Escuchar atentamente a los ruidos extraños puede ser esencial para sobrevivir. Los gritos distantes ocasionalmente emanan desde algún lugar oculto. Cada rincón ciego puede llevar a algo alarmante.
Los personajes resultan significativos y con peso gracias a la impresionante actuación vocal. El personaje del jugador Oswald Mandus y el misterioso hombre al teléfono pronuncian un diálogo bien redactado y actuado durante todo el juego.
El sistema de juego central consiste en la exploración y los puzles de entorno. Los desafíos varían de forma considerable de principio a fin. Algunos parecen directos, mientras que otros te ponen a buscar en cada zona accesible. En ocasiones has pasado varias veces por delante de objetos que requieren interacción, sin darte cuenta. Otras veces está claro lo que hay que hacer, pero cómo hay que hacerlo es un misterio. Cada rincón en penumbra exige escrutinio, lo que deja a los jugadores vulnerables ante las bestias que se arrastran en la oscuridad.
Si te atreves, te encontrarás con algunos monstruos muy peligrosos. Únicamente vas armado con tus puños y una linterna, de modo que pelear no es una opción. En lugar de eso, el objetivo es colarte sin que te pillen. Apaga la linterna, pégate a las sombras y estate calladito. Si no tienes cuidado con la linterna o si te tropiezas con algo, podrías ser delatado. Cuando esto ocurre, la única opción de sobrevivir es salir corriendo, esconderse y rezar para que no te hayan seguido.
A diferencia de Amnesia: The Dark Descent, no hay inventario en A Machine of Pigs. Los ítemes se pueden llevar de un lado a otro, pero solamente uno al mismo tiempo. En esta ocasión no hay cajas de yesca para recolectar, porque la linterna nunca se consume.
Si sobrevives lo suficiente, cada cosa de la historia empieza a caer en su sitio. Al principio es complicado comprender quién eres, por qué estás en esa situación. La perseverancia desentierra grabaciones de audio y escritas que van atando cabos. La macabra y elegantemente elaborada historia engancha, asusta y divierte. Exige y merece atención. Cuando el juego acelera hacia su final, nuevos giros y sucesos mantienen el interés y la tensión.
En general, Amnesia: A Machine for Pigs consigue todo lo que pretende. Si bien colarse, esconderse, salir corriendo y resolver puzles ambientales no es el modelo de diversión para todos los públicos, los jugadores que busquen una experiencia de terror para morderse las uñas encontrarán una buena alternativa.
Es una experiencia incómoda y agobiante, con una gran atmósfera y enmarcada en un relato muy fuerte. Los fans de los juegos de miedo deberían probarlo sin temor.