Análisis de Evercade VS-R
Dosis de nostalgia de la buena.
La nostalgia es ese veneno dulce que, si me preguntan a mí, está haciendo mucho daño a la sociedad del s.XXI, con adultos de 50 años que se niegan a crecer y se encomiendan a la seguridad del pasado como fortín de una época idolatrada e hiperedulcorada, que de vez en cuando apetece visitar. Todo esto es cierto, pero nadie puede negar el respingo en la base de la nuca cuando escuchamos el principio de una partida de Arkanoid o vemos como Rygar lanza su escudo contra los demonios sin cabeza. Eso, amigos, vale dinero, y en Evercade lo saben.
Hay que reconocer que de entrada Evercade VS-R entra por los ojos de cualquiera que haya crecido entre muebles recreativos, videoconsolas ancestrales y cartuchos que parecían ladrillos. Blaze, la compañía detrás de este revival en miniatura, sabe muy bien qué teclas tocar en nuestro corazoncito de jugador veterano para hacer saltar los triggers de la nostalgia. Estética ochentera, menús que imitan los de la época, y hasta la promesa de "jugar en el sofá como antes". Todo envuelto en ese barniz de producto para coleccionista que tanto gusta a los que tenemos la estantería llena de vinilos aunque ya no tengamos tocadiscos.
El VS-R es, en esencia, una cajita blanca que pondremos debajo de nuestro televisor, con puerto para cartuchos y que reproduce clásicos arcade y de consola en HD (además de nuevos juegos retroindie). El planteamiento es perfecto para desatar una tormenta de serotonina en los que suspiramos por los tiempos en que Capcom, Data East o Namco eran sinónimos de tardes interminables en el bar del barrio. Y sí, hay algo casi mágico en sacar de la caja un cartucho numerado, insertarlo y escuchar el clic mecánico. Un ritual que ni el emulador más fino del mercado puede igualar.
Y aquí está uno de los grandes aciertos de Evercade: las licencias. Blaze ha conseguido algo que parecía impensable hace unos años: reunir bajo un mismo techo colecciones oficiales de desarrolladoras míticas y de editoras que normalmente guardaban sus catálogos bajo llave. Nos encontramos cartuchos con juegos de Atari, Namco, Data East, Interplay o Codemasters, entre otros. Incluso han rescatado títulos que apenas tuvieron distribución fuera de Japón o que llevaban décadas olvidados en algún cajón de oficina. La propuesta tiene ese aire de "museo jugable" que hace que la consola funcione como objeto de coleccionista tan bien como lo hace de sistema de juego.
Dicho esto, en ocasiones el envoltorio acaba pesando más que el contenido. Porque sí, puedes presumir de tener el "Namco Museum Collection" en cartucho físico, con un numerito serigrafiado en la esquina, pero cuando lo juegas en el VS-R con su mando de plástico demasiado ligero y una cruceta un tanto imprecisa, la épica se desinfla. Es como comprarte un coche clásico restaurado y que las ruedas sean de carretilla de obra. Funciona, sí, pero cada giro del volante te recuerda que esto es más para mirar que para usar.
La interfaz, aunque simpática al principio con sus portadas y menús de colecciones, acaba resultando demasiado espartana y aunque conozco jugadores encantados con ella, es cierto que un poco más de mimo hubiera sido de agradecer. Así, la sensación es que todo queda en lo básico, en que se confíe en que la emoción de ver el logo de Namco o Data East en tu pantalla ya es suficiente para que perdonemos los descuidos.
A día de hoy, Evercade ha crecido mucho y por suerte ya está asentado como un baluarte del retro con cientos de consolas, tabletops, portátiles y sobre todo, cartuchos para hacer las delicias de los que ya peinan canas y más allá de que no todo sea perfecto, es muy muy de agradecer que una iniciativa como esta haya llegado tan lejos.
Cabe mencionar que existe una enconada discusión acerca de si Evercade es realmente un emulador o un sistema de cartuchos stand alone, pero más allá de vericuetos técnicos, el sistema en general funciona suficientemente bien y eso debería bastar.
En conclusión, el Evercade VS-R no solo es un capricho nostálgico. Estamos ante un producto que seduce con sus licencias oficiales y que brilla como pieza de colección, aunque es cierto que evidencia lo difícil que es equilibrar recuerdos con expectativas modernas. Si lo que queremos es recrear la sensación de abrir un cartucho nuevo en pleno 2025 y decir: "mira, esto sí que es retro de verdad" estamos en el sitio adecuado. Pero si lo que buscamos es comodidad, precisión y experiencia jugable pulida, probablemente te parecerá más un juguete caro que una consola seria.


