Análisis de Legacy of Kain: Soul Reaver I & II Remastered

Legacy of Kain es una saga de vampiros que comenzó en 1997, contando una historia larga y consistente a lo largo de numerosas entradas. La primera parte de la serie era de un estilo similar a Zelda, pero no fue hasta Soul Reaver, lanzado en 1999, cuando explotó la trama vampírica. La popular aventura obtuvo rápidamente una secuela, y ahora los dos Soul Reaver están disponibles en versiones de alta definición.

Dado que el primer Kain estaba fuertemente inspirado en los 'Zeldas' bidimensionales, Soul Reaver se propuso explorar el camino de la tercera dimensión marcado por Ocarina of Time, al menos en cierto modo. La aventura vampírica tridimensional es superficialmente muy similar a Zelda. El mapa está unificado y de sus rincones, aquí y allá, el héroe de los dos juegos, Raziel, recoge nuevos elementos que le permiten progresar en otros lugares.

Raziel es un fantasma literal que puede moverse tanto en el mundo espiritual como en el mundo físico. Hay diferencias entre los dos mundos, y si chocas contra un muro en uno, puede que encuentres un pasadizo a través del muro en el otro mundo.

El medidor de almas sirve aquí como barra de energía. Cada vez que derrotas a un enemigo, Raziel puede absorber esa alma en su bolsillo y permanecer así en el lado del mundo físico. Si el medidor de almas se agota, Raziel acaba en el mundo de los espíritus, del que sólo puedes saltar de vuelta cuando el medidor de almas esté lleno. Si mueres en el mundo de los espíritus, se acabó todo.

Los juegos no ofrecen una experiencia de juego completamente abierta, sino más bien una ilusión de libertad a lo largo de la cual progresas de un modo sorprendentemente sencillo. La secuela toma los giros y las vueltas de forma aún más directa y es más una aventura de acción que avanza por una tubería. Mi memoria me jugó una mala pasada con los dos juegos, porque el primer Soul Reaver en particular me había dejado el recuerdo de una aventura mucho más épica de lo que resultó ser la realidad 25 años después.

En términos de jugabilidad, ambos juegos han envejecido sorprendentemente mal. El fallo no está en los controles, ni siquiera en el diseño del juego, pero hay que tener en cuenta que los juegos están empezando a envejecer. Sin embargo, las batallas son bastante imaginativas. Los vampiros no solo mueren pudriéndose en el barro, sino que hay que empalarlos, quemarlos o arrojarlos al agua.

Aun así, aunque la remasterización mejora los controles del juego original y añade un mapa un poco impreciso al paquete, desde una perspectiva moderna resultan adormecedores los pasillos verdaderamente desiertos, la falta de cosas que recoger y encontrar, y el combate que rápidamente se vuelve repetitivo a pesar de su buena idea.

Por otra parte, la mejor parte del dúo de juegos, es decir, la historia, no ha envejecido nada mal. La historia única y polifacética te cautiva fácilmente, sobre todo gracias al excelente elenco de personajes. El propio Raziel es un personaje realmente genial y Kain, que interpreta al villano principal en estos juegos, no se queda atrás. Aunque no cabe duda de que el conjunto tiene algo de divertido, la historia se salva con creces.

Los gráficos se han remasterizado respetando los juegos antiguos, lo que significa que prácticamente es solo una actualización de la resolución y las texturas del anterior. En muchos aspectos, el segundo Reaver en particular tiene el mismo aspecto que antes, solo que más nítido. Esto no es realmente una crítica, ya que el diseño visual de los juegos sigue siendo bastante competente y, aunque ambos juegos también parecen anticuados desde una perspectiva moderna, hay una agradable nostalgia en el aspecto.

Legacy of Kain: Soul Reaver I & II Remastered en realidad no es un mal juego desde una perspectiva moderna, pero es bastante fácil imaginar que quienes no hayan jugado antes a los juegos no entiendan por qué fueron éxitos en su época. Incluso yo, que jugué a los juegos en su día, tuve que rascarme un poco la cabeza. ¿No eran mejores estos juegos entonces? Sin embargo, merece la pena considerar los juegos como un viaje nostálgico, sobre todo si quieres volver a sumergirte en la historia.