Análisis de Life is Strange: Double Exposure
Volver a encontrarse con Max Caufield es como recuperar a una vieja amiga. Y parece que vuelve a necesitar de nuestra ayuda para arreglar su extraña vida.
Resulta difícil verse sorprendido en este 2024 por lo que la serie Life is Strange es capaz de ofrecer. A estas alturas hemos visto dos entregas numeradas principales, una precuela del primero, y un spin-off original que nos mostró que había otras formas de acercarse a este universo parcialmente sobrenatural que gira en torno a la generación millennial y su forma de ver el mundo y enfrentarse a los desafíos que trae esa convulsa etapa que va desde el fin de la adolescencia hacia la vida adulta. Cada persona tiene su propia historia, claro, pero a diferencia de lo que nos ocurre en la vida real, en las historias de Life is Strange creemos que somos nosotros los que tomamos el toro por los cuernos, y que creemos que solo por nosotros mismos (y nuestros poderes) cambiaremos lo que ocurra. Pero como todos sabemos, la vida es más complicada (y extraña) que lo que nos ocurre a nosotros, porque la principal variable está en cómo encaja también la vida de los demás en la nuestra, y viceversa.
Una aproximación extraña a este Double Exposure, lo sé, pero permitidme que me explique. Aquí ya no nos encontramos ante problemas adolescentes sobre familias separadas, ni tampoco a situaciones flagrantes sobre cómo aquellos que se supone que deben guiarnos se aprovechan de nuestra inocencia para saciar sus bajezas morales. Ahora se trata de sobrevivir en un mundo de adultos, con problemas, anhelos, pasiones y preocupaciones sobre nuestra responsabilidad sobre otras personas, además de la nuestra.
Como ya comenté hace unas semanas en mis primeras impresiones tras jugar a los dos primeros capítulos, Life is Strange: Double Exposure vuelve a clavar el concepto de aventura narrativa estilizada y compleja, en la que hasta los más leves detalles pueden ser cruciales para avanzar en la trama de la mejor forma posible. Pero Max Caufield ya no es esa niña tímida y callada que conocimos en 2015. Ha pasado por mucho desde que salió de Arcadia Bay, y ahora tiene una determinación mucho más fuerte sobre lo que debe o no hacer en su vida. También tiene responsabilidades, e intentar mantener su beca como fotógrafa residente en la prestigiosa Universidad de Caledon, Vermont, no es tarea fácil. También debe reconstruir su penosa vida sentimental. En mi caso, como ya comenté, decidí apostar en el primer juego de la serie por Chloe Price, pero la vida ha llevado a ambas por senderos diferentes, y Max... bueno, no lo ha superado por completo.
Afortunadamente, tiene algunos amigos en esta vida, también. Pero cuando su mejor amiga Safiya es asesinada, su mundo se vuelve patas arriba. Especialmente porque parece que esta muerte desencadena una especie de fisura en el espacio-tiempo, con varias realidades nuevas que se solapan una sobre la otra. Y Max además, que había abandonado sus poderes de rebobinar en el tiempo mucho tiempo atrás, descubre que ahora puede moverse a voluntad entre realidades e interactuar entre ellas para resolver el asesinato de su amiga... y muchos otros secretos oscuros que acechan en el aparentemente ideal campus universitario.
Moverse entre estas realidades es el punto de inflexión de Double Exposure respecto al resto de juegos de Life is Strange. Tendremos que ponernos en modo detective, confeccionando una serie de sospechosos que entrelazan sus propias vidas (y preocupaciones) con los acontecimientos, además de desempolvar viejas heridas y quizá sacar un par de esqueletos del armario. Y si encontramos una vía muerta en una realidad, tendremos que acceder a la otra para intentar avanzar, pero teniendo en cuenta que las personalidades de los mismos personajes en diferentes realidades pueden ser radicalmente diferentes. De hecho, Max poco a poco puede perder la perspectiva de en qué mundo se encuentra en ese momento, y hablar sobre situaciones que nunca han ocurrido en un sitio, etc. Lo bueno de todo esto es que Deck Nine, el estudio que tomó el testigo del personaje y de la franquicia de Don't Nod, ha sabido hacer las cosas bien. No solo respetando a la protagonista y el trabajo anterior, sino creando una narrativa doble que se sostiene y entrelaza de forma sólida en ambos mundos (vida y muerte) hasta desdibujarse en una conclusión común.
Por lo demás, el sistema point and click sigue siendo el mismo de siempre. Observar, interactuar, coger objetos, realizar tareas en un orden determinado y tomar decisiones, que es el otro gran punto por el que esta serie es recordada. La historia funciona, aunque no con la fuerza ni la sorpresa con la que lo hizo en sus inicios, pero sigue desmadejando las subtramas con suficiente elegancia como para no perder el interés. De igual modo, la sensación de lanzarse al vacío cuando toca una de esas decisiones "cruciales", de las que solo comprenderemos su alcance en las fases finales de la aventura, también está aquí.
Y aunque los años han pasado, este LiS: Double Exposure se ve menor que nunca. Efectivamente, no eran imaginaciones mías al jugar la prueba, las animaciones faciales están muy cuidadas y esto también se aprovecha en la narrativa, donde es más fácil leer algunos pequeños gestos que pueden dejarnos pistas o levantar sospechas sobre segundas intenciones. O, por qué no, ver a nuestra Max ser feliz en alguna que otra ocasión.
El tema de las sombras y la iluminación no es tan brillante, y quizá deberían haber cuidado más la generación de shaders en las escenas, especialmente si lo han hecho con las fuentes de luz. Pero dejando a un lado sus limitaciones técnicas, si vienes a este título es porque esperas ver una gran historia, cargada de ese intelectualismo hipster y moderno que es tan inherente a su juego como lo son los poderes extraños de sus protagonistas. De igual modo, da gusto ver que en un mundo como el actual, en el que parece que ciertos valores de respeto a la igualdad entre todas las personas, sin importar razones de sexo, género, identidad o raza sigue apostando por normalizarlas y verlas justamente favorecidas, ofreciendo un lugar seguro en el que cualquier se puede sentir representado, especialmente desde los colectivos más escondidos a ojos de nuestra sociedad. Bravo por los guionistas, también.
La sensación de sorpresa de Life is Strange: Double Exposure no pega con la misma fuerza con la que llegó Life is Strange hace ya nueve años, pero ha conseguido que vuelva a engancharme durante unas cuantas horas a recuperar el tiempo con un personaje al que hacía tiempo que quería ver, y dejarme de nuevo con esa sensación de enriquecimiento personal tras haberlo jugado. Un plan tentador para cualquiera que necesite una historia en las frías noches de otoño que se avecinan.
















