Análisis de Wanderstop

No puedo hacer más que aplaudir cuando los juegos buscan expresar algo más profundo sobre el mundo en que vivimos o sobre la manera en que los problemas existencialistas del ser humano se reflejan en nuestro entorno. Sin duda, la capacidad de entretener es indispensable, y por suerte, dicho entretenimiento puede venir de diversas fuentes. De vez en cuando, es precisamente esa crítica social punzante, esa filosofía sutil o esa reflexión profunda lo que nos permite vivir una experiencia interactiva y sorprendente, algo con lo que no nos habíamos topado antes.

Disco Elysium, Terra Nil y Celeste son algunas de las numerosas obras que consiguen combinar tramas complejas con significado y una dinámica de juego placentera. Es posible que The Stanley Parable no logre establecer una mecánica de juego tan atractiva como los títulos anteriores, pero en su momento nos hizo reflexionar sobre la interactividad, sobre cómo interpretamos el juego y cómo posteriormente este responde ante nuestras acciones. Actualmente, varias de las mentes detrás de The Stanley Parable, entre ellas su creador Davey Wreden, están intentando volver a conseguir lo mismo: crear un videojuego que sea capaz de entretener y, al mismo tiempo, de establecer una narrativa provocadora, tentadora y que intente sacarnos de nuestra zona de confort.

El juego se llama Wanderstop y recibe su nombre de una mágica casa de té escondida en un pequeño claro dentro de un bosque encantado, al que llegan personajes de lo más extravagantes de todas partes sin saber por qué... al igual que tú, una guerrera llamada Alta que, tras un gran colapso, termina sentada en un banco junto a Boro, el dueño de la casa de té. Devastada, Alta se sincera con Boro y consigo misma, admitiendo que su vida llegados a este punto es insostenible, que su personalidad está en un conflicto interno constante y que eso la está debilitando. Tiene ansiedad, tiene estrés y no sabe cómo recuperar su vida de gladiadora fantástica, cuya única razón de existir era derribar a sus oponentes. Así pues, en el claro, mediante tareas mundanas y monótonas, deberá recobrar la compostura, reorganizar sus prioridades y redescubrirse a sí misma. Se trata de un viaje extremadamente introspectivo que no depende de sucesos externos importantes, sino que se centra en cómo Alta, poco a poco, va recomponiéndose después de haberse venido abajo.

Ese es el único propósito de Wanderstop, tanto del juego como de la casa de té. Los personajes que encuentras, así como tú mismo, llegan allí en busca de paz, cosa que se ve reflejada en la estructura básica del juego. Si creías que acabaría transformándose en un elaborado simulador de vida, te equivocas. El juego es muy sencillo en todo momento, y tanto la preparación del té, la cría de mejores plantas para obtener nuevos sabores, así como el mantenimiento de la tienda son actividades simples, aunque al principio pueden incluso resultar algo confusas de lo fáciles que son. Estás constantemente esperando a que el juego se abra o a que surja alguna complicación. Sin embargo, aunque el juego cuenta con sistemas que se expanden poco a poco, Wanderstop te recuerda infinidad de veces que eres tú, Alta, quien debe encontrar la paz en la monotonía, en ese bucle que al final acaba resultándote familiar. De hecho, Boro te aconseja en varias ocasiones que te prepares una taza de té y que te sientes en algún rincón del claro, y cuando lo haces, la mente de Alta comienza a divagar.

Se viven momentos de pura magia en los que la calma que inunda a Alta realmente calan en el jugador. Momentos en los que sin darte cuenta te encuentras observando las coloridas ramas de los árboles meciéndose en el aire de una forma distinta. Momentos en los que la sencilla pero impresionante banda sonora se apodera de ti o en los que casi puedes sentir en tus propias manos el calor de la crepitante chimenea del primer piso del salón. Es entonces cuando Wanderstop verdaderamente cobra vida.

Por desgracia, a medida que avanza el tiempo, estos oasis de introspección se tornan cada vez más y más distantes, ya que la mente comienza a anhelar sistemas que brinden más interacción, un mayor influencia del jugador y, tal vez lo más importante, unas conversaciones más personalizadas. Tienes una cámara, sí, y puedes tomar fotos con ella para después enmarcarlas y colgarlas por todo el local, pero en cuanto a la simulación de vida, esta consiste principalmente en preparar té para los viajeros que deambulan por el claro, y teniendo en cuenta que el hecho de preparar té no se amplía ni cambia, te quedas atascado en las tareas rutinarias que el juego te propone.

Por supuesto que hay momentos en los que te dejas llevar, pero es importante mencionar de nuevo que esta experiencia necesita ser un simulador de vida eficaz, pero aún carece de los sistemas, la versatilidad y la personalidad que hacen que el jugador se enganche, ya que al final se vuelve demasiado aburrido. Aunque, quizás, aburrirse sea una pista sutil de que el aburrimiento es parte de lo que se quiere lograr... Si bien tiene un aspecto terapéutico, también se trata de un juego, un juego que fácilmente puedes terminar en unas 12 o 15 horas, que necesita un poco más de chicha para hacer que el viaje sea algo más gratificante.

Dicho esto, Wanderstop por lo general cumple con casi todos los aspectos básicos correctamente: cuenta con una estética simple pero hermosa que funciona muy bien, y lo más importante, un guion excelente. Es una pena que las voces se escuchen tan poco y se limiten a unas pocas escenas. Nunca llegamos a escuchar a los excéntricos y estrafalarios personajes. El guion no es malo en absoluto, pero habría sido ideal un ambiente sonoro más animado que pudiera darle a cada personaje una personalidad un pelín más distintiva.

Me habría gustado que los elementos jugables de Wanderstop hubieran sido más cuidados, que se les hubiera prestado más atención. Con esto no es que esté exigiendo que el juego cambie su enfoque de prioridades. No obstante, aunque la atmósfera terapéutica, tranquila e introspectiva te cautive, lo más probable es que te acabes aburriendo antes de que aparezcan los créditos finales. Es una lástima.