Análisis de Mutant Mudds

Jools Watsham se tenía que haber pasado por aquella "iDÉAME una Nintendo 3DS", la cita madrileña en la que, con la consola recién nacida, algunos desarrolladores contaron sus propuestas para que las 3D no fueran solo un truco visual, sino un recurso que mejorara o cambiara la jugabilidad. Al menos, Renegade Kid estuvo recientemente en Madrid para compartir con Gamereactor estas y otras ideas jugables, en 2D y 3D.

Y es que Mutant Mudds se ha convertido directamente en una de las mejores demostraciones del aprovechamiento de ese recurso. El 3D es un truco visual pero que también cambia radicalmente la jugabilidad. La profundidad 3D del juego es casi su razón de ser. Cuando veas Mutant Mudds en otros sistemas, después de haber jugado en 3D, no querrás ni probarlo. Quizás ahí está todo el quid de su valoración: a lo mejor todo lo demás no está a la altura.

Mutant Mudds es un plataformas clásico, de estilo retro, de los que tanto se llevan en los canales digitales y en los estudios indie en los últimos años. Música 'chiptunes', 'sprites' que no se cortan un pelo con unos cuadrados bien gordos, colorines y un nuevo homenaje al 'pixel-art'. Saltos precisos, control que no te deja mucho margen de maniobra, plataformas y trampas por doquier.

La gran novedad que aporta este juego al género es que se juega en tres planos de profundidad, literalmente. Ni los escenarios ni sus trampas son complejos, pero hay que saber jugarlos en la distancia que toque en cada momento. Está el plano normal, en el que todas las cosas tienen un "tamaño" bastante familiar. Está el primer plano, en el que todo está muy cerca: no sabes qué hay después de tu plataforma actual y dar un salto en falso puede significar tocarte con un enemigo o caer al vacío. Finalmente está el plano del fondo, en la lejanía, donde a lo mejor tienes una buena noción de la estructura del escenario, pero deberás re-calcular tus saltos y los más precisos se complican por el tamaño de las plataformas.

Esto en 3D se siente de verdad. Se puede percibir el cambio de plano perfectamente, algo no solo curioso de ver, sino necesario. Tienes que saber que un enemigo que está en otro plano no puede afectarte, o que no puedes saltar a las plataformas que no estén en tu plano. Más adelante debes calcular cuándo cambiar de plano o evitar que ocurra, para seguir adelante. Sin las 3D, todo sería más aburrido y, sobre todo, confuso. La primera vez que Max, el protagonista, pega un salto hacia el fondo de la pantalla, no podrás evitar arquear las cejas.

Como decíamos, el control de Max es bastante limitado, quizás también imitando el estilo de antaño. Salta más bien poco, dispara muy flojito y no cuenta con demasiados recursos ni piruetas. Su pistola solo puede disparar a los enemigos más cercanos y solo en una dirección, mientras que a la hora de saltar sólo cuenta con el apoyo de un 'jetpack' con menos fuerza que una batidora.

Según vas acabando los niveles entenderás por qué no debes dejar escapar ni una de las gemas que hay repartidas por el mundo. Una tienda espera en el mapa principal, guardando los power-ups más deseados desde el traje térmico de Samus. Con estas mejoras podrás alcanzar más con tus disparos o flotar más en los saltos, pero para que no faciliten demasiado tu aventura, solo podrás equipar una a la vez.

Porque Mutant Mudds, pese a su estilo colorido y simpático, es un juego puñetero. Pero no puñetero al estilo de VVVVVV, donde se nota a la legua que sobrevivir es cosa de expertos, sino puñetero de los que las matan callando. Y vaya que si las matan. No es la intricada estructura de niveles, ni la resistencia de los enemigos. Tampoco la ingeniosa IA ni la complejidad de las plataformas. En Mutant Mudds mueres en las situaciones más simples y tontas. Es una dificultad encubierta, a veces algo irritante porque no sientes más soltura o invitación con el paso del tiempo.

No está mal que no existan checkpoints, pero a lo mejor acabas odiando eso de morir en la última plataforma parpadeante del nivel, justo antes de la salida. También morirás porque se acabe el tiempo (te has entretenido demasiado planteando los saltos) o porque te dan tres toques de lo más tonto. Cierto es que este tipo de reto funcionó hace muchos años y es un estilo que puede gustar a muchos, pero como el juego no tiene más misterio, como no va proponiendo mecánicas estimulantes, puede parecerte una forma poco elegante de irte desafiando.

Esta filosofía puede hacer que no te apetezca volver a jugar un nivel. O que no te apetezca tocar el juego en un par de días. Luego volverás, y tras varios intentos seguirás adelante, pero no esperes encontrar una propuesta mucho más tentadora. El mayor riesgo de Mutant Mudds es que se apaga la llama del pique muy pronto, que la adicción no está a la altura de esa fenomenal forma de emplear las 3D.