Análisis de Rise of Nightmares

Ni siquiera las máquinas recreativas más espectaculares de antaño podían captar mi interés durante más de 5 minutos seguidos, incluso si estaban equipadas con pistola, rifle o ametralladora. Los juegos de tiros - ya sean resucitando el género con Virtua Cop o redefiniéndolo con la opción de pedal de Time Crisis - eran breves ráfagas de diversión que caían rápidamente en la repetición.

Rise of Nightmares elimina el periférico de plástico, pero a todos los efectos, por medio de la atmósfera, presentación y mecánicas de juego, es un fuerte recordatorio de un genero del que pensaba que se le había dado la última estocada hace años.

Pero esto es SEGA, la compañía que ejercía dominio sobre este género arcade desde mucho antes que cualquier competidor, visto por cualquiera de los pocos arcades del país que todavía albergan una máquina de House of the Dead, Jurassic Park o se actualizan con un Let's Go Jungle (un intento por traer algo de la mucha variedad que necesitan los juegos de tiros). Por lo tanto, sería perfecto usar sensores de movimiento para su reinvención.

Y el estudio no ha perdido la oportunidad con Kinect, ofreciendo varias áreas en las que otros creadores deberían buscar inspiración. Girando tu cuerpo, puedes mirar a tu alrededor desde la perspectiva de primera persona, y dando un paso adelante tu personaje comienza a andar. Levanta las manos y tu movimiento será imitado. Todo esto te ayuda a involucrarte en la experiencia.

Una breve introducción jugable enseña lo básico y te introduce en el sistema: malos doblajes, entornos fríos y húmedos y mucho gore.

Juegas como el turista Josh, comenzando el viaje con su mujer en un antiguo tren de pasajeros ruso, los vagones llenos de molestas personalidades; materia prima terrorífica ideal para garantizar buenas cantidades de muertes.

Evidentemente, Josh ha tenido problemas con el alcohol, y después de una breve pelea en la que te separas de tu mujer, le sigues la pista hasta el vagón restaurante, que es donde se arma la gorda. Un enorme monstruo que rompe en pedazos las cubiertas de seguridad del tren secuestra a Kate, el transporte descarrila y el rastro te lleva hasta un castillo de aspecto siniestro.

La búsqueda de Kate no es más que una excusa para que puedas dar una paliza a diferentes monstruos, replicando tus puñetazos y patadas en la pantalla. Sin embargo, la voracidad es una ilusión aquí, pues Kinect suelta puñetazos a los no-muertos incluso si no estás imprimiendo ninguna fuerza o intención en tus movimientos del brazo.

Pronto recogerás armas que añaden un grado extra de diversión a la experiencia, como la obligatoria sierra que termina rápidamente con la mayoría de los enemigos en una maravillosa explosión de carne. El estudio ha tratado de equilibrar el poderoso arsenal dándole a cada una un contador de daño en pantalla: alcanza el nivel crítico y son inútiles. Desafortunadamente, esto ocurre demasiado rápido. Solo cuando has avanzado bien en la partida recogerás un arma de fuego que aparentemente no está hecha de porcelana. Habríamos preferido que el sistema estuviera equilibrado en beneficio del jugador.

Este problema es frecuente a lo largo del juego. Rise of Nightmares da algunos pasos seguros en la dirección correcta, pero tropieza demasiado a menudo. La puesta en práctica de Kinect es atrevida y a veces sorprendente; como tener que permanecer totalmente quieto para evitar que un monstruo te detecte. Sin embargo, el número de enemigos se amontona contra ti demasiado a menudo, y como el bloqueo sólo te protege de los ataques frontales, pronto te diluyes en un incómodo pánico mientras los golpes (y un vómito de proyectiles) caen por todas partes, y una simple huida se convierte en una frustrante y pesada tarea.

Visualmente el juego es decepcionante, los entornos y personajes están poco mejorados con respecto a sus hermanos arcade, una vergüenza enorme si tenemos en cuenta lo impresionante que sabemos que podría haber sido. Y está el conflicto de si la historia irónicamente satiriza el género, o necesita urgentemente una revisión, después de décadas de científicos y una caracterización tan tonta que haría parecer a un ladrillo merecedor de un Oscar. Habría quedado mejor darnos una trama por la que mereciera la pena estrujar nuestra materia gris.

De nuevo, es una pena. El título está probando ideas nuevas para el hardware, pero lo estropea con torpes controles de cámara y una presentación mediocre. Esto debería haber sido una horrible belleza que animara la presencia del Kinect, pero se ha quedado en casi una experiencia de película de serie B, una que sólo los propietarios de Kinect más hambrientos deberían comprar.