Análisis de Disgaea 4: A Promise Unforgotten

¿Recuerdas el diálogo sobre las hamburguesas con queso de la segunda escena de Pulp Fiction? Personalmente, siempre lo consideré un golpe genial. En la universidad, alguien me dijo que se trataba de un mecanismo definido por la semiótica como "narración débil". Pero para mí, siempre sería un golpe de genios.

En los videojuegos, el discurso sobre la narrativa es muy complejo; tanto es así que a veces se pone en duda la capacidad de los juegos como medio a la hora de narrar. Pero cuando eché mi primera partida a Disgaea 4: A Promise Unforgotten, por una vez me encontré dentro del coche de Jules y Vincent: el juego abre con una de las situaciones más absurdas vistas hasta ahora en el sector. Lord Valvatorez, vampiro y ex-tirano, le explica a un grupo de Prinnies (pingüinos idiotas que luchan terriblemente mal), cuáles son las propiedades organolépticas de los arenques. Resulta que Valvatorez decidió dejar de beber sangre, sustituyendo el elemento principal de su dieta con ese asqueroso pescado seco. Parece que asistes a una sesión de entrenamiento autógeno, repleta de información completamente inútil para el jugador.

Pero la serie Disgaea siempre fue así: una mezcla entre comedia absurda y estrategia excepcionalmente compleja. El cuarto episodio de la serie, encima, va aún más allá, erigiéndose como uno de los videojuegos más complejos jamás creados.

Partamos del supuesto de que Disgaea es un "juego de nicho". Por lo menos en mercados como el italiano (o el español), donde la paciencia del jugador medio se queda entre los niveles bajo e intermedio. Pues este es un juego en el que es sencillamente imposible comprender todas las reglas en unas pocas horas. Incluso después de un centenar de niveles, aún verás un signo de interrogación encima de la tele.

Resumir la mecánica es también imposible. Se trata del clásico RPG por turnos dispuesto en casillero, donde cada personaje tiene ciertas características de movimiento, de ataque, de defensa... sin contar las diversas habilidades, el arsenal de armas o los objetos consumibles. Hay otros juegos de este tipo, pero solo Disgaea es capaz de adentrarse en las profundidades del género cual barrena.

La dinámica de juego también se enriquece mediante la posibilidad de intervenir en el escenario de juego haciendo explotar los bloques que causan daño, encontrando métodos de ataque combinando los aliados, "disciplinando" a los enemigos convirtiéndolos en colegas o identificando los mejores lugares estratégicos para atacar. Todo se suma a la fase preparatoria de cada partida, donde se realiza la compra de armas, la cura de los aliados, la creación de nuevos personajes, la nivelación (el level cap se ha fijado en 9999, algo único en el mundo de los RPG) y la transformación de los monstruos en armas.

Es evidente que esta cantidad de parámetros e información puede resultar inquietante para cualquier jugador que no esté hecho a este tipo de juegos. Y por otra parte, Disgaea 4 no es precisamente amigable a la hora de aprender. Después de unos minutos en pleno fragor de la batalla, seguirás con la sensación perenne de que no estás controlando todo al 100%, de que no has asimilado completamente la preparación que realizaste unos minutos antes.

Justo cuando crees que has aprendido lo fundamental de este juego, llega una nueva oleada de información para complicar las cosas un poco más. La primera batalla con un jefe final se da cuando solo llevas unos minutos, y aun así la victoria es compleja y parece que ha venido por casualidad. En la práctica, no está claro si has vencido aprovechando tus habilidades o por la ventaja en número de tus aliados durante la batalla.

En otras palabras, Disgaea 4 es un juego difícil de jugar y aún más difícil de aprender. Una condena para los que quieren acercarse al RPG estratégico por turnos. Por desgracia, lo que hace es depositar demasiada confianza en sus aficionados de siempre, presentándose como un juego comprensible para los que han seguido la serie desde el principio, pero muy confuso para los que quieran coger el tren con este cuarto episodio.

Es la segunda entrega que llega a PlayStation 3, pero Disgaea 4 es realmente el primero que se ha pensado exclusivamente para la consola. Disgaea 3, de hecho, parecía más bien una versión HD de los juegos para PS2. Los gráficos estaban "escalados", el sonido poco cuidado. Pero Disgaea 4 da un paso enorme desde el punto de vista técnico: todo, incluyendo las extraordinarias películas de animación, es de mucha calidad. Por supuesto, un juego de estas características (sobre un casillero) no ofrece grandes efectos gráficos, pero sin duda es el mejor Disgaea a nivel visual y sonoro.

Si eres un fan de la serie, este cuarto episodio es probablemente uno de los mejores y no debes perdértelo. A la hora de juzgarlo no se pueden ignorar las características elitistas de sus mecánicas. Disgaea 4: A Promise Unforgotten es una producción dedicada a los paladares más exquisitos, un revuelto incomprensible para el resto. Sería injusto no tener en cuenta a "todos los demás" cuando analizamos un juego de este tipo tan peculiar y atractivo, por lo que nuestro veredicto es un "sí, pero con reservas". Si tienes intención de entrar en el extraordinario mundo de Disgaea por vez primera, mejor partir del original para PlayStation 2, de forma que puedas apreciar este cuarto episodio. Si no puedes hacerlo así, mejor déjalo pasar.