Análisis de Dishonored: La Muerte del Forastero

Todo tiene que llegar a su fin. Puede ser un final feliz, pero aún así a veces da pena que las historias terminen. Y, sin embargo, puede que sea necesario. En los últimos años hemos crecido dentro del glorioso mundo de juego de Arkane Studios, de la mano de sus habilidosos habitantes. No estamos diciendo que la franquicia esté muerta, pero este capítulo concreto repleto de emperatrices, amantes traicioneros, secuestro de niños y asesinatos ha tocado a su fin. Y lo hace con un capítulo que celebramos y que merece la pena ser rejugado solo para disfrutar de su fantástica calidad. Arkane cierra la puerta a Corvo, Emily, Jessamien, Daud, Bille y esa misteriosa deidad de un solo ojo con una última aventura que tiene como protagonista a una heroína indecisa.

Billie Lurk, la asesina de recursos que empezó su vida en las sucias calles de Gristol, ha sido un personaje clave desde el principio. Ha estado al acecho desde la primera entrega junto a su mentor, con el cuchillo entre los dientes y la muerte de una Emperatriz en su consciencia. Si habéis seguido la saga hasta aquí sabréis que ha tenido momentos de furia y de debilidad de gran peso en la trama. Pero no es hasta este final, Dishonored: La Muerte del Forastero, cuando ha conseguido ese ascenso a protagonista. Y aunque ya esté bastante vista y sea un poco rancia, aporta un poco de frescura a las calles de Karnaca.

Cuando empieza esta expansión/spin-off (llamadlo como queráis), Billie se despierta en un lugar reconocible para el jugador, la habitación en la que se quedó en los juegos anteriores, en el barco The Dreadful Whale. El paso del tiempo se nota nada más salir porque las instalaciones están destrozadas: habitaciones cerradas y muros agujereados. La bestia ha encallado. Se parece al estado en el que quedó todo lo que había en tierra firme cuando los miembros del culto y toda la gente fascinada por lo supernatural salió de las sombras guiada por esa misteriosa deidad, el Forastero. Puede que la protagonista no tenga futuro como capitana, pero su misión es simple, ayudar a su antiguo mentor, Daud, a destruir a quien nos otorgó este poder.

Hablando de poderes, aunque Billie no tenga la bendición del Forastero, porque no lleva su marca, siguen teniendo un papel en esta entrega. Ahora se pueden usar las habilidades tanto como se quiera porque el maná se recarga de forma automática, sin necesidad de pociones. Se pueden usar en todo el juego y hasta se pueden potenciar. Esto va de gente fuerte.

En general son nuevas, aunque en cierto modo son versiones de las anteriores. Por ejemplo, Displace, que es el nuevo teletransporte, permite crear una copia del personaje que se mueve a otra parte del escenario y sirve como último recursos para escapar o para colocarse detrás de un enemigo y embocar o incluso como arma, porque el clon explotar dentro de los demás. Es más estratégico, pero también es más lento y más difícil de usar sin llamar la atención.

Es la dinámica general para demostrar que hay una línea a seguir, pero que también se ha tratado de innovar. Como la opción de despegarse del cuerpo y flotar para verlo todo como un espectro o la capacidad para tomar las caras de otras personas para infiltrarse, aunque los guardias también están en sobreaviso de que existe y un cadáver sin rostro es motivo de persecución.

Aparte de esos tres poderes sobrenaturales, Billie tiene a su disposición un arsenal variado que puede hacer mella de forma letal y no letal. Bombas, granadas, flechas, armas para aturdir... hay un buen repertorio.

Nos encontramos uno de los grandes cambios al plantear la estructura de misiones. Los cinco capítulos te acaban llegando a un sitio, ya sea una mansión, un banco protegido por robots o una mansión que ya conocemos bien. Aquí no hay una víctima a por la que ir, se acabó el matar por obligación, ni personas concretas que perseguir, a excepción de la caza del Forastero. Eso significa que al aceptar misiones ya no tenemos que pensar de una forma tan táctica, y si no fuese por los nuevos Contratos, pequeñas misiones en las que ganar dinero, probablemente no nos hubiera importado mucho estas tareas.

El sello de Arkane está donde siempre, en el diseño de personajes y escenarios. Como en sus predecesores, te permite hacer todo lo que quieras y te lo deja bien claro. Si quieres puedes robar la llave de un apartamento a su dueño, teletransportarse al balcón, abrirlo y robar lo que tenga de valor para acabar saliendo por la ventana de enfrente. Si no quieres enredar, puedes ir directamente a los objetivos pasando por encima de esas calles repletas de guardias. La sensación de libertad total te hace gozar como jugador. Y escojas el camino que escojas, las calles o las azoteas, vas pasando por zonas con un estilo fantástico.

Llevamos años disfrutando y alabando este estilo, pero nos ha dejado un poco patidifusos que las consecuencias de una partida letal o no letal no se note en este caso. En su lugar, todo se resume en una última decisión, independientemente de cuantos guardias hayas matado por el camino. Lo bueno es que quienes quieran jugar sin complicaciones no van a tener que preocuparse de mantenerse siempre entre las sombras, pero la rejugabilidad pierde. Eso sí, lo compensa con un modo Game+ que te da acceso a todos los poderes anteriores. ¿Equivale a la pérdida del sistema de karma?

A pesar de que La Muerte del Forastero es una experiencia Dishonored reducida, es una aventura que gráficamente encandila como las demás, con un diseño espectacular y un trabajo de doblaje de nivel a lo largo de cinco capítulos muy ricos. Está claro que Arkane quería beneficiar a quienes van un poco más a lo bruto, aunque sigan aprovechando la libertad del mundo abierto. ¿Y qué pasa con los amantes de la infiltración? Bueno, tienen la opción de encontrar con más facilidad el final de la saga Kaldwin y de responder, por fin a las dudas que quedaban sobre el Forastero.