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Pillars of Eternity 2: Deadfire

Análisis de Pillars of Eternity 2: Deadfire

Una auténtica proeza. La manzana de Obsidian finalmente ha caído lejos del tronco y ha crecido hasta convertirse en un árbol único.

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Y por eso me he pasado gran parte de mi juventud bebiendo cerveza, fumando hierba y jugando a Dragones y Mazmorras. ¡Oh, buenas, estimado lector! Sí, este análisis comienza in medias res, ya que empezar siempre con las mismas introducciones irónicas se está haciendo repetitivo. Esta vez, saltémonos toda esta parafernalia y vayamos directamente a comentar la que espero que sea la mejor experiencia de rol del año, Pillars of Eternity 2: Deadfire. El juego también empieza de esta manera (comprensible, pues es una secuela directa), lo cual provoca la misma confusa reacción que empezar a leer un análisis sin introducción. El matiz en este caso es que esta confusión le da un tono especial al juego.

Nada más empezar, el juego te lanza (más literalmente de lo que crees) a la aventura y a la acción. Hay una versión muy corta de la historia del primer juego a modo de introducción pero, más allá de esto, la secuela continúa en el punto en el que terminó el primer título. Eso sí, me da la impresión de que la idea es que ya te hayas pasado previamente la primera entrega de la serie. No hay nada que te impida aventurarte a este viaje por el mundo sin saber qué es Caed Nua, quién es Edér o por qué hay una estatua gigante verde que va por ahí robando almas, pero habría un enorme vacío que te impediría entender la profunda historia de esta franquicia. Esto es una pena, porque Pillars of Eternity 2: Deadfire es mejor en todos los sentidos que su predecesor y tener que jugar a la primera entrega para poder disfrutar de la segunda en su totalidad podría volverse más una labor que un placer. Haré mis mejores esfuerzos por no desvelar demasiado, ya que el mayor encanto de esta bilogía es su historia. Esto incluye la trama principal, pero también las dificultades y tribulaciones que nos aguardan en Eora.

Sin embargo, Deadfire nos brinda una historia más espectacular que la anterior entrega, pues, en este caso, no se centra en presentarnos un mundo nuevo. Desde el principio, tienes la sensación de que vas a presenciar épicas batallas y eventos que cambiarán el mundo tal y como lo conocemos. El objetivo de tu viaje es dar caza a una gigantesca estatua poseída por un dios que, antes de los eventos de Deadfire, despertó y te arrebató la vida. Tras resucitar gracias a los dioses, irás en nombre de Berath, dios de la muerte y la reencarnación, e intentarás dar caza a Eothas, la estatua que está absorbiendo toda alma que encuentra a su paso. Este juego del gato y el ratón no solo te llevará a tener que lidiar con la Compañía Mercantil Vailiana, una empresa con mucho poder y pocos escrúpulos, sino que también dará paso al nacimiento de una nueva república en el archipiélago de la Llama Extinguida (Deadfire).

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Las mecánicas diferencian mucho a ambos juegos, a pesar de que la esencia permanece intacta. El sistema de inventario es más abierto, más accesible y mejor estructurado (mientras que en el anterior título, en muchos casos, tenías que pasar por varios menús, en este basta con un click para acceder a cualquier elemento). El modo de utilizar y adquirir habilidades y hechizos es ahora mucho más transparente. Cuando un personaje sube de nivel, puedes acceder a un menú en árbol en el que verás que habilidades están conectadas y cuales debes mejorar para conseguir el poder exacto que te interesa. Las habilidades activas y pasivas han recibido un lavado de cara, también para conseguir que todo sea más claro y accesible. Se ha implementado una serie de nuevas habilidades como historia de la religión o conocimiento de magia, lo cual te dará todavía más posibilidades a la hora de personalizar no solo nuestro personaje principal, sino también nuestro equipo. El sistema de reputación ha sido remodelado para bien, pues ahora puedes saber a quién le caes bien (y a quién no). Del mismo modo, esto puede tener consecuencias nefastas (o resultados sorprendentes) para tus compañeros y para las relaciones que hayáis creado a medida que profundizas en la historia.

El combate se ha vuelto más claro. Los puntos de salud ahora se muestran con grandes cajas de colores y no con pequeños puntos, y el tiempo de enfriamiento de las habilidades tiene un icono más visible. Igualmente, el combate ha recibido una mejora visual general y mantiene sus mecánicas principales de ser en tiempo real, pudiendo pausarse en cualquier momento. Con la incorporación de los Niveles de Poder, los hechizos y las habilidades que usabas cuando tenías bajo nivel ya no se quedarán obsoletos conforme vayas avanzando. Personalmente, esperaba que uno de los grandes problemas del primer juego, la inteligencia artificial, recibiera esa mejora que tanto necesitaba, pero bueno, ha de haber de todo en las viñas del señor. ¿O en este caso debería decir en los mares? El grupo de personajes sigue teniendo los mismos problemas: se queda atrapado en algunas esquinas, entre un aliado y una pared, y sigue prefiriendo recorrerse el mapa entero de punta a punta para flanquear al enemigo en vez de moverse a la izquierda.

Cuando pueda saber claramente cómo darle las órdenes exactas a los cinco miembros de mi equipo de a qué posición deben ir y pueda gestionar sus ataques para conseguir la victoria, entonces disfrutaré totalmente de las largas y profundas conversaciones que llevarán adelante el desarrollo de los personajes. Al fin y al cabo, esa es la clave del juego, ¿no? A Deadfire se le pueden perdonar muchos problemas mecánicos si miramos su increíble elenco de personajes, que interactúan casi tanto entre ellos como con el jugador. Esto no quita que aquellos más interesados en el apartado técnico no se sientan desatendidos. Esta secuela nos presenta el concepto de multiclases, una idea que no estaba presente en el primer juego. Esto afecta tanto al personaje del jugador, como a cada miembro del equipo que vayas encontrando en tu camino, por lo que abre un nuevo abanico de posibilidades en la composición de los grupos. Esto se entiende mejor con un ejemplo: tenemos a Serafen, marinero orlano con habilidades de lucha y de percepción. ¿Debería ser un bárbaro o un cifrador o quizás ambas? ¡La elección es tuya! Obviamente, que un personaje tenga dos clases tiene sus desventajas (progresión más lenta, menor acceso a habilidades de cada clase), pero las combinaciones también tienen muchos puntos a favor y permiten idear nuevas estrategias para el combate.

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Pero bueno, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí, los mares!

El elemento marítimo es otra de las armas que este título trae en su arsenal. Todos los jugadores que conozcan Eora se habrán dado cuenta, solo con leer el subtítulo, que Pillars of Eternity 2 tiene lugar en el grupo de islas conocidas como Llama Extinguida. Esto implica que, para moverte, necesitarás un barco. Y no te servirá un simple barquito de remos, tendrás que conseguir tu propia fragata, reunir una tripulación y prepararte para la vida pirata (si esta es la vía que decides tomar). Debo admitir públicamente que mi tripulación y yo nos fuimos de viaje de exploración por el archipiélago en vez de seguir la trama. Y es que equipar tu barco, reunir una tripulación adecuada, conseguir una flota y reclutar a más tripulación son maravillosas distracciones para evadirnos de la monotonía de los juegos de rol. Y es que, en parte, funciona al estilo Faster Than Light, las habilidades de los personajes mejoran cuanto más uso les den y hay que gestionar minuciosamente la comida, la bebida y la munición

Y ahora toca soltar en este análisis las palabras mágicas que desatan la polémica: mundo abierto. Sin embargo, Deadfire es diferente. Es como un medio mundo abierto, en el que se juntan elementos de combate, de búsqueda de tesoros y de novela gráfica, y contrasta con la exploración mucho más cercada de su predecesor. Tendrás que aprovechar las habilidades de tu equipo para cambiar el resultado y para hacer que la historia vaya avanzando a tu favor, ya sea teniendo que pelear contra un grupo de bandidos o esquivando el enfrentamiento para explorar sigilosamente cualquier isla. Llama Extinguida es un gran archipiélago por lo que mucho tardarás antes de quedarte sin templos en ruinas que explorar, sociedades tribales salvajes que descubrir o tenebrosos mercaderes ambulantes con los que comerciar.

La existencia de la navegación nos lleva tristemente a uno de los elementos más flojos de este título: el combate marítimo. Los enfrentamientos entre barcos se hacen monótonos muy rápido. Si lo que buscabas era acción naval a distancia, te dolerá descubrir que se trata de una serie de dibujos e ilustraciones en las que, por turnos, tu oponente y tú iréis haciendo vuestros respectivos movimientos. Esto acaba llevando a repetir la misma táctica una y otra vez, hasta que uno de los dos venza. Disparar los cañones de estribor, virar, reposicionarte, disparar los cañones de babor, virar, reposicionarte y así hasta el infinito. Además, esto, sin animaciones que lo acompañen, acaba convirtiendo las batallas navales en una soporífera serie de clicks y esperas. Es cierto que puedes escoger que cañón disparar, pero aquí termina la profundidad de estos combates.

Parece que, por estas mismas razones, Obsidian ofrece la alternativa de abordar o ser abordado. Como el sistema de combate en las luchas cara a cara es en tiempo real, pueden abrumarte muy rápido y obligarte a ir improvisando. Además, tiendes a acabar en situaciones de desventaja numérica, lo cual hace los abordajes poco realistas de lo difíciles que son, incluso en la dificultad más baja. Por ello las batallas navales en general me dejan un poco frío (y no es porque la llama esté extinguida).

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Eso sí, este frío se derritió enseguida en cuanto escuché la banda sonora del juego, tanto por la música como por los sonidos. La pista de audio de Pillars of Eternity está tallada a partir del fósil de lo que fue Baldur's Gate. Como con todo los demás elementos de esta segunda entrega, Justin Bell consigue romper ese amor ciego por los clásicos de BioWare y crear un paisaje sonoro que, sin perder del todo los lazos con sus influencias, logra ser original y exótica como lo son los propios escenarios del juego. Durante el combate empiezan a sonar los bongos, acompañados por tambores metálicos y una banda orquestal que le da al juego un toque más salvaje y diferente. Es menos gris que la anterior entrega, algo esencial teniendo en cuenta los coloridos entornos que nos brinda el juego. El apartado de sonido tiene un trabajo muy exhaustivo y divergente detrás, algo muy necesario al ponerse tanta atención en sables, trabucos, pistolas y cañones.

Pillars of Eternity 2: Deadfire se ha vuelto un juego propio, lo cual nos muestra un desarrollo muy saludable, especialmente viendo que Obsidian ya ha revelado sus planes de sacar tres expansiones antes de final de año. Deadfire ha implementado (casi) todas las mejoras que tanto yo como el título anterior pedíamos. Esta obra en su conjunto es de enorme calidad y puedo decir, sin pensármelo, mucho, que es uno de esos juegos en los que pasar cientos de horas.

Y creo que ese era el último elogio que me quedaba por hacer en esta ocasión. Los juegos de rol para ordenador vuelven a estar en auge y Deadfire acaba de ganarse un puesto merecido en lo alto junto que el maravilloso Divinity: Original Sin II, que salió a finales del año pasado. ¡No obstante, dejaré que viento y marea dirijan mi destino a donde gusten en busca de nuevas aventuras en alta mar!

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09 Gamereactor España
9 / 10
+
Mejora en profundidad de las mecánicas, historia épica y fascinante, un mundo diferente y emocionante, unión fantástica de distintos géneros, mucha profundidad y personalización.
-
Las batallas navales se vuelven monótonas muy pronto, la inteligencia artificial se queda atrás.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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ANÁLISIS. Autor: Søren Svanhof

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