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Max: The Curse of Brotherhood

Análisis de Max: The Curse of Brotherhood

Las mayores virtudes de la segunda aventura de Max y su rotu son también sus mayores defectos.

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El juego de Press Play sigue el legado de una notable primera entrega con otro título notable que, en sí mismo, representa la madurez del estudio y de la propia tecnología Unity. A día de hoy son muy pocos los juegos de plataformas que ofrezcan el mismo cariño al género que el que se plasma en todos y cada uno de los mundos de esta segunda aventura de Max. No solo eso, sino que este trabajo, consciente de la época en la que ve la luz, hace guiños constantes a los jugadores más viejos del lugar para recordarle otros tiempos, una época en la que los juegos eran diferentes y las ambiciones distintas.

Max: The Curse of BrotherhoodMax: The Curse of Brotherhood
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Tal es así, que el propio argumento del juego se presenta ya como una infantil trifulca entre hermanos. Max está harto de su hermano Félix y busca la solución para librarse de él en internet... con tan mala fortuna que un monstruo de otra dimensión se lleva a su hermano y Max, arrepentido de lo que ha hecho, se lanza sin dudar a salvarlo. Es una oda a las relaciones fraternales, a esas peleas constantes que se tienen de pequeños y a ese lazo inquebrantable que, pase lo que pase, nos incitará a ayudar a nuestro hermano en todo lío en el que se pueda meter, ya sea por nuestra culpa o no.

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Ese guiño a nuestra infancia y a tiempos pasados se traslada también a una jugabilidad básica de la época, en la que avanzamos por escenarios lineales, siempre buscando saltar una plataforma imposible, conseguir algún objeto muy bien escondido o lograr resolver un puzle. Max: The Curse of Brotherhood es un regreso a las raíces del género, a cuando lo más importante era pasar un buen rato puliendo nuestras habilidades, sin complicaciones adicionales que puedan distraernos de ese cometido.

Posiblemente, la gran diferencia con respecto a aquella época radique en el innovador uso que se hace del famoso rotulador mágico de Max, protagonista indiscutible de la primera entrega y única arma que tendremos para defendernos en este capítulo. Y es que Max no es más que un niño, por lo que no estará armado con un arsenal y ni tan siquiera podrá saltar encima de los enemigos. Es por eso que cada vez que nos encontremos con un enemigo el enfrentamiento se convertirá en sí mismo en un puzle en el que tendremos que saber cómo evitarlo para que no nos haga daño. Afortunadamente, el rotulador mágico será un amigo muy fiel que nos ayudará a solventar infinidad de situaciones angustiosas e imposibles. Con él podremos crear y destruir, elevar plataformas para abrirnos un nuevo camino o destruirlas para que los enemigos queden atrapados en fosos. Las posibilidades están, lógicamente, limitadas por el propio diseño de los niveles y los creadores han dejado pistas obvias de cuándo y dónde hay un puzle para resolver.

Max: The Curse of BrotherhoodMax: The Curse of Brotherhood
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Quitando las posibilidades del rotulador, Max es un personaje que solo tiene sus saltos. Es aquí donde entran algunos pequeños problemas de control a la hora de realizar los saltos más complicados, generalmente cuando nos persigue alguna criatura y nos vemos presionados por su avance implacable, que requiere no dudar ni un segundo y avanzar a todo ritmo sin cometer ningún error. Pero esos problemas salen a relucir en muy contadas ocasiones y no deja de ser una clásica dinámica de ensayo y error, de esas que, como decimos, predominaban nuestros juegos en otra época que a día de hoy parece muy lejana.

Destaca también con luz propia la belleza de los escenarios y el mimo puesto por los desarrolladores en todos y cada uno de los detalles que se pueden ver en pantalla a cada momento. Cada escenario es un mundo cargado de luz y de color, con un diseño digno de elogio que hace que el conjunto tenga sentido. Tal vez se espere más de plataformas como Xbox One y, desde luego, el motor Unity puede dar más de sí, pero el juego no necesita más para presentarnos un universo entrañable, repleto de sentido del humor y con infinidad de momentos que nos harán disfrutar como pocos juegos de plataformas son capaces de hacerlo.

Max: The Curse of BrotherhoodMax: The Curse of BrotherhoodMax: The Curse of Brotherhood

Puede que para muchos Max: The Curse of Brotherhood sea un juego poco original, que no aporta nada nuevo al género y que reutiliza conceptos muy manidos. Precisamente, la gracia es que el juego no oculta nada de todo esto y es muy consciente de lo que tiene y de aquello de lo que carece. Sabe jugar con la nostalgia de los jugadores mayores y ofrece un universo de color y diversión a los más jóvenes del jugar. Con una duración que gira en torno a las 7 u 8 horas (más que suficiente para el tipo de juego que es y sabiendo que las mecánicas se van haciendo algo repetitivas hacia el final de la aventura), Max mantiene el tipo y acaba convirtiéndose en un agradable añadido a nuestra ludoteca digital. Puede que no sea un juego de los que vayan a hacer historia, pero desde luego sí que lo tiene todo para conseguir que disfrutemos de unas buenas partidas de plataformas.

08 Gamereactor España
8 / 10
+
Un gran diseño de niveles. Diversión clásica en un buen juego de plataformas. Historia cargada de humor. Duración digna, con bastantes objetos por encontrar en los escenarios.
-
Las dinámicas acaban haciéndose repetitivas hacia el final de la aventura. Técnicamente es bonito, pero tampoco sorprende. No es especialmente original.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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