Análisis de Anodyne

Hace veinte años, The Legend of Zelda: Link's Awakening se estrenó en Game Boy. Hoy todavía es una de las mejores aventuras de acción para portátiles y sigue impresionando con su interesante guión, su agudeza y sus geniales mecánicas de juego. Lo menciono porque es la perfecta inspiración para Anodyne. Y así la aventura pixelada de Sean Hogan y Jonathan Kittaka es una pequeña obra maestra por méritos propios.

Por supuesto, te enamorará... si eres tradicionalista. Los píxeles y los polígonos son dos opciones de diseño tan válidas como diferentes, que separan a generaciones de videojugadores. Cualquiera que haya crecido con los primeros se quedará prendado inmediatamente de lo que tenemos aquí.

Anodyne es un regalo para el soñador de los días pasados. Aunque la pareja de desarrolladores lo terminó el año pasado, te lleva de vuelta a la era de los 16-bit, a los días de oro de los RPG y las aventuras, recordando sin duda a Link's Awakening. Movemos a nuestro héroe por un mapa desde la vista cenital, entramos en las mazmorras. Resolvemos puzles, buscamos las llaves y coleccionamos objetos. Los lugares también tocan la misma tecla de la serie de Nintendo: deambulamos por bosques y playas, conocemos aldeas, escalamos montañas.

Además, de una forma muy apropiada, el guión plantea una realidad ficticia creada en el subconsciente, mientras intentamos escapar de nuestro propio sueño. Aquí es donde encontramos también algunos paralelismos con Secret of Mana o Illusion of Time, otras dos obras maestras de hace casi dos décadas.

Pero a pesar de las similitudes, no todo en Anodyne es puro plagio. Se limita a contener reminiscencias, memorias que evocan tiempos grandiosos. A veces son enemigos, situaciones o mecanismos lo que despierta el recuerdo de los clásicos. Y las sensaciones están sacadas directamente de nuestras propias experiencias.

Anodyne también cuenta con un sentido del humor extraño, si bien fantástico. El juego se limita a flirtear con las formalidades. Nuestra arma principal es una escoba, con la que podemos absorber polvo y volver a lanzarlo. Hay diálogos tan absurdos que sólo te dejan menear la cabeza y sonreír. Algunas bromas y chistes sólo funcionan para aquellos que conocen las referencias. Y pese a las risas bien colocadas, el juego es serio. Y esa es la diferencia entre Anodyne y sus fuentes de inspiración. La historia del juego se enlaza con el mundo real, planteando cuestiones al jugador. Detrás de todo el sinsentido y la nostalgia está la profundidad.

Lo más fascinante de todo son las mecánicas del juego. Cada mazmorra parece diferente, pues los conceptos de resolución de los puzles son únicos en cada lugar. No hay ítems especiales por conseguir -nos tenemos que conformar con la escoba- pero en su lugar aparece un gran nivel de inventiva en cada localización para no dejar de sorprender.

Luego puede quedar el raro fastidio de un juego que por todo lo demás es genial, por agarrarse al estilo clásico que imita. A veces es complicado juzgar las distancias por el ángulo de la cámara, mientras que la dificultad se mantiene al nivel de los años 90, esperando que lo demos todo y seamos los más habilidosos para sobrevivir. Pero también se encuentran algunos guiños a los juegos modernos: hay un montón de puntos de guardado para evitar cualquier frustración.

Anodyne dura unas seis horas, pero ese aparentemente breve tiempo de juego está bien relacionado con el precio de la descarga por unos diez euros. Pese a sus asperezas menores, Anodyne es una aventura de acción que recuerda a las mejores de antaño sin convertirse en una pobre imitación de los clásicos. Si eres un crío de los 90, no seas anodino y juégalo ya mismo.