A veces es el estilo lo que más pesa, lo que primero llama la atención. Habíamos jugado con mecánicas extraordinariamente originales, con una historia apasionante, con ideas nunca vistas. Esos juegos suponen un punto de inflexión, introducen ideas que cambian y evolucionan el lenguaje videolúdico.
Sin embargo, en algunas ocasiones es sólo una cuestión de estilo. Bastion es ese otro tipo de obra, cuyo estilo visual, narrativo y de juego atrapa al jugador, le invita a seguir por el simple hecho de ver. Y con "ver" no hablamos exclusivamente de aspecto gráfico, hablamos de encontrar ideas ya conocidas en el mundo de los videojuegos, pero ejecutadas de forma impecable, bien equilibradas, que ofrecen muchísima diversión, que es lo que al final importa.
En el juego tomamos inicialmente el control de un niño llamado "The Kid", que permanece dormido en un escenario post-apocalíptico. Un narrador cuenta su historia mientras el chaval se queda pegado a la almohada. Tocamos el stick analógico y Kid se levanta, dando sus primeros pasos. Y es aquí donde queda patente el primer toque de ese estilo del juego: el narrador continúa contando la historia de Kid según se va moviendo en el mundo, sus acciones guiando el monólogo de la historia.
Estos curiosos comentarios de nuestras acciones se recitan en pasado, dando al jugador la sensación de formar parte de algo más grande que ya ha ocurrido. En otras palabras, está claro que nuestro destino ya está escrito. Todo lo que hagamos contribuye a su cumplimento, tarde o temprano.
El mundo ha sido destruido por una fuerza misteriosa, denominada la Calamidad, y sus ruinas son el escenario de nuestras batallas. Los restos flotan en el vacío y el suelo se forma a medida que avanzamos. El área de juego, por lo tanto, suele ser muy limitada, y hay que estar pendiente de no caer en uno de los muchos abismos. Afortunadamente, una caída accidental se limita a absorber una pequeña cantidad de energía: el verdadero problema no son los agujeros del suelo, sino los peligros que habitan el mundo de Bastion.
El lugar, como decíamos, está en ruinas. Lo pueblan monstruos y algunos habitantes de la antigua ciudad, ahora convertidos en estatuas por la acción de Calamidad. Somos uno de los pocos con vida, y nuestro trabajo consiste en encontrar otros posibles supervivientes, recuperando a la vez los cristales que, al parecer, tienen el poder de regenerar el mundo.
Después de una primera fuga rocambolesca de lo que una vez fue el muelle de la ciudad, nos encontramos con las murallas del mundo. Una especie de zona central para los diferentes niveles, donde poco a poco construiremos una base con los cristales recuperados. Desde aquí podemos actualizar nuestras armas, que también se recuperan por el camino, y activar extras especiales de instalaciones específicas.
A la hora de combatir, Bastion combina las batallas clásicas Hack ‘n Slash (se puede atacar con dos armas, hay un ataque especial y un botón para bloquear) con un RPG dinámico. La nivelación es mucho más lenta que en otras producciones del mismo tipo, y hay mucho que hacer antes de poder poner todas las cartas sobre la mesa.
Recuperando objetos perdidos (a menudo escondidos tras rutas alternativas) y recaudando dinero de los enemigos vencidos, con la ayuda de estructuras especiales como la destilería y el horno, se pueden mejorar las armas o activar las potencialmente pasivas. También hay un templo, una estructura que aumenta la dificultad del juego a cambio de bonos en efectivo; una práctica que suena masoquista, pero que es realmente gratificante. La dificultad puede subir de forma vertiginosa, así que para superar ciertos retos hay que complicarse la vida con el fin de alcanzar el objetivo.
Junto a la historia del juego existen algunas modalidades de desafío, identificables en las numerosas áreas de entrenamiento que permiten conseguir nuevos materiales para las armas. Algunos desafíos también son provocados por objetos recogidos durante el juego. El último, complicado por el uso del templo, proporciona acceso a los rankings online con los mejores resultados. Por supuesto, cuanto mayor sea el nivel de dificultad, mayor es la posibilidad de escalar puestos.
El juego, per se, presenta una buena longevidad. En cuatro horas llegamos al primer punto de relevancia. Hay que decir que también se presta a volver a jugar, ya sea por la introducción de atractivas opciones mediante el templo o por la presencia de un modo extra que se activa al final del juego.
El estilo se extiende por tanto a todas las facetas: estilo narrativo, estilo de juego, estilo en la extensión. Por supuesto, no pasaremos por alto que todo se mezcla con un estilo audiovisual de primera categoría. Gráficamente es extraordinario; aunque no emplee animaciones suntuosas, a veces parece que estás paseando por un mundo dibujado a mano. A menudo, no puedes distinguir entre objetos interactivos de los que forman parte del paisaje. Cada imagen del juego parece una pintura a témpera.
La banda sonora es, sin duda, una de las mejores de todo el catálogo de Xbox Live Arcade. La voz del narrador es realmente incisiva (una lástima que no se haya doblado, dada la dificultad de la lectura de subtítulos mientras luchas), y la música es espectacular. Durante el juego conocerás a un personaje llamado "la Cantante". Huelga decir que esta cantante, de hecho, "canta". Su melodía encaja perfectamente con la narración del juego, consiguiendo en una secuencia particular un momento increíble que probablemente recordemos como uno de los momentazos del año en un videojuego.
Bastion es una verdadera joya. Ahora que está en nuestras manos, podemos entender todos los premios que recibió cuando aún estaba en desarrollo. Raramente se encuentran producciones de tal factura, basadas en ideas simples, pero ejecutadas con un estilo que las engrandece, convirtiéndolas en joyas. El precio de 1.200 puntos Microsoft es una verdadera ganga, teniendo en cuenta la calidad. Bastion es un juego que debes añadir a tu colección obligatoriamente, sin pensarlo ni un minuto.