La desaparición de las colonias de abejas por todo el mundo y el impacto que tendría la extinción de estas especies tanto en el planeta como en el propio ser humano es el tema principal de Bee Simulator, y Varsav Game Studios lo pone encima de la mesa desde el primer momento. Pero que ese planteamiento ecologista no lleve a confusión, también trata de ser divertido, pues forma parte de esa tirada de juegos con protagonistas insospechados de los últimos tiempos, ya sean cabras, tiburones o gansos. Otra cosa es cómo se haya dado el resultado.
Te despiertas y eres una abeja, ajena a los peligros del mundo. Tras una breve instrucción, te sueltan para que vueles libre por donde quieras, o al menos por el parque en el que está la cabaña de madera que acoge tu enjambre. Como animal, tu misión es conseguir todo el polen en un proceso simplificado que recuerdo un poco a Flower. Tan solo tienes que ir picoteando de flor en flor, pegando el polen a tus patitas y a tu pelaje. Pero no eres solo una abeja, o una cualquiera, eres un insecto ambicioso y concienciado. Te preocupas por tu entorno, así que no dudas en echar una manos a unas cría de ardilla perdidas, a pelear contra las malvadas avispas (todo el mundo sabe que las abejas son las buenas y las avispas son las malas) o a echar carreras entre aros. Tiene un toque a esos juegos de plataformas de la era 128 bits y nos recuerda a Dog's Life, también de temática animal.
La idea principal es sencilla, pero también hay muchos minijuegos para darle algo de variedad al conjunto. Los duelos contras las avispas y otros enemigos se solventan con pulsaciones de botones acompasadas, y eso muy realista no es (suelen ir en grupo a por enemigos más grandes). Algo más semejante a cómo se presenta en la naturaleza es el acompañamiento a una compañera de colmena, con esas danzas en el aire que para nosotros es imitar sus patrones de vuelo. Hasta hay alguna cacería, pero son fáciles por diseño hasta que se van al garete en cuanto la cámara se pierde.
El ritmo de partida de Bee Simulator es tranquilo cuando estás volando con unas proporciones bastantes realista, hasta que consigues llenar una barra de energía para ganar un súper impulso momentáneo. Todo esto se puede hacer en solitario o con hasta tres personas más en un modo multijugador separado que va de explorar y de participar en minijuegos.
Varsav Game Studios no ha construido un mundo de juego comparable a los del triple A. Son entornos bastante grandes e invitan a darse una vuelta por ellos al margen de las misiones, con libertad. Por ejemplo, en tu parque hay un lago y un zoo con muchos animales y plantas por conocer que se suman a la enciclopedia de fauna y flora. Han metido de todo, como osos, elefantes o gaviotas, así que hay variedad más allá de lo que podría ofrecer ese ecosistema puro. En cambio, las personas con la que te vas cruzando mientras vas a lo tuyo tienen un aspecto como de plástico y no reaccionan a la presencia de una abeja delante de su cara, que eso lo hace todo el mundo. Si les picas, sí que suelan un quejido, pero ya está.
Lo que nos queda es una mezcla rara entre la vida real de una abeja y las mecánicas de un videojuego. La sensación que nos deja es que es más bien un producto de "edutainment" o entretenimiento educativo, y quizá por eso podría haberle ido mejor por otro canales de distribución que promocionándose como juego descargable. Bee Simulator logra transmitir de forma positiva la importancia de estas especies para la Tierra, aunque luego nos den miedo en el cara a cara. Por ritmo y simpleza, es un juego que puede jugar cualquiera o adecuado para disfrutar en familia.
Es admirable que hayan puesto todo su empeño en producir un software que consiga despertar la inquietud y la simpatía por esta especie y por los animales y las plantas en general, especialmente hoy en día que parece que están despertando conciencias acerca de cómo se va al traste el planeta. Pero, con o sin estar relacionado, es bastante más serio que otros simuladores de animales, menos divertido. Es una pequeña aventura a bordo de un pequeño ser volador, en su inmenso mundo.