¿Alguien se acuerda del BlackBerry? Todos hemos pasado página, tomado otras decisiones en la vida y dejado el teléfono que fuera tan popular sumido en el olvido. Por este motivo, resulta extraño que Matt Johnson se decidiera por este fabricante canadiense de teléfonos para una película que va en la misma línea que Air y Tetris: una rápida representación de cómo una empresa pasa de estar en las profundidades del infierno a tocar el cielo. Un grupo de listillos sin experiencia que ha pasado de la mesa de dibujo a una silla fija en la sala de juntas. Es fácil averiguar el porqué, ya que hay una historia interesante entre bastidores. Eso sí, también hay que decir que, al igual que ocurre en las películas mencionadas anteriormente, la verdad se ha tergiversado un poco para darle un toque dramático. A pesar de ello, BlackBerry es capaz de acertar con una sátira divertida y desenfadada que cuenta siempre con un algo especial.
Al igual que otras muchas veces, cuando se trata de este tipo de películas sobre el éxito de un producto, comienza con alguien que tiene una idea increíble, pero que no dispone de los medios suficientes para ejecutarla. Tiene que salir ahí fuera y conseguir cualquier tipo de recurso como sea: dinero, alguien que le ayude... o ambos. Jay Baruchel y Matt Johnson se ponen en la piel de Mike Lazaridis y Doug Fregin, quienes han estado trabajando en un nuevo dispositivo de comunicación que te permite tanto hacer llamadas como enviar correos electrónicos, un PocketLink que terminaría llamándose BlackBerry. No tardaría en estar en boca de todos, pero el camino hasta llegar a ese punto es tortuoso y lleno de zanjas, además de que la vida llamará de vez en cuando a la puerta preguntando si no ha llegado el momento de abandonar los sueños.
El problema con estos dos señoritos es que son unos fueras de serie en todo lo relacionado con la tecnología, pero son un desastre en el sector de promoción y ventas. Si buscas en el diccionario «incompetente social», te aparecerá una foto gigante de ellos al lado. En contra de cualquier conflicto e introvertidos hasta la médula. No son más que un par de frikis de la tecnología y el hockey que dieron por casualidad con la solución a un problema que muchos habían intentado resolver sin éxito. Sin embargo, ni son hombres de negocios ni se visten como ellos. Hoy en día no es algo tan importante, ya que los grandes líderes empresariales como Elon Musk, Jeff Bezos o Tim Cook aparecen en deportivas, vaqueros y cuello alto, pero en aquel momento no era pertinente ir a reuniones con las partes interesadas en tanga y sandalias, más aún si pertenecías al sector tecnológico. Todo vendedor de IBM vestido con algo que no fuera un traje oscuro y una corbata era invitado a coger la puerta e irse.
Sin embargo, un fracaso al principio termina siendo el punto de inflexión. Cuando su anterior empleador despide a Jim Balsillie (Glenn Howerton), quien ya había estado interesado en comprar PocketLink, acaba compartiendo la posición de director general con Mike Lazaridis. Jim es también un hombre complicado, con una mecha bastante corta, pero sabe cómo vender cacharros y liársela a alguien por dinero. Es tan bueno vendiendo como malo entendiendo el producto que tiene que vender, pero forma un gran equipo de gestión junto con Mike, complementándose de una manera algo rara. Sea como fuere, son capaces de vender la BlackBerry, que es como se le llama ahora, a Verizon en un acuerdo decisivo, pero al igual que les ocurre otras tantas veces en este tipo de acuerdos, no son capaces de gestionarlo. Sí, la empresa crece como la espuma, pero pronto queda claro que es como un gran castillo de arena a punto de ser arrastrado por la marea. Salarios disparatados, promesas incumplidas y prácticas poco éticas entre bastidores, por decir algo. Al mismo tiempo, su mayor competencia en aquel momento, PalmPilot, quería comprar la empresa. Lo mejor habría sido aceptar el trato, pero la arrogancia de Jim se había apoderado de él.
En su lugar, pasaron de más del 40 % de cuota de mercado al 0 % en menos de seis años. Y es aquí donde la película difiere de la realidad, en la que estaban en la cima pero de la que se desplomaron casi de inmediato. Todo ello a pesar de que tenían a un presidente estadounidense, aunque no fuera de manera oficial, como imagen corporativa: un Barack Obama que, tras mucho insistir, consiguió meter su BlackBerry en la Casa Blanca a pesar de las prohibiciones por parte del Servicio Secreto. Pero vivimos en un mundo en el que siempre hay algo mejor a la vuelta de la esquina y, si no te pones al día, terminas siendo irrelevante, desvaneciéndote y muriendo. El éxito de una persona es el fracaso de otra y, a fin de cuentas, fue lo que ocurrió con BlackBerry. Se quedaron quietos en un mundo que seguía girando, por lo que de nada te sirve haber presentado el QWERTY a una humanidad con mirada de asombro. Menos aún con Apple en la otra esquina del ring preparando un noqueo con su revolucionario iPhone y su pantalla táctil, aunque el combate terminó antes de tan siquiera empezar.
La película tiene muchas similitudes con La red social de David Fincher, pero sin su profundidad u oscuridad. En su lugar, BlackBerry es una película entretenida y simpática en la que el humor friki es tan preciso como acertado, aunque no solo es divertida, ya que cuenta con mucho calor humano. Es fácil sentir empatía por las consecuencias que tienen las acciones de sus personajes, incluso si se muestran de manera casi caricaturizada. Es una película sin ningún riesgo que no desafía en absoluto al género, pero tampoco está mal que sea así de vez en cuando, que se tome el camino fácil y no se enrevese todo tanto. Un par de personajes estupendos, una historia sólida y una banda sonora deliciosa con Joy Division, The Strokes y The White Stripes. Ni más ni menos.