No creo que sea la primera persona que dice que estoy bastante harto de todas las series derivadas que tenemos ahora mismo en la televisión. Por supuesto, tenemos que contar la historia de Agatha Harkness. Hay tantas cosas que no sabemos sobre Obi-Wan Kenobi relajándose en un desierto. Que no hayamos visto literalmente todo lo que hay que ver de una franquicia no significa que el público deba verlo. Hay algo que decir sobre el misticismo de algunos universos y mundos, y cuando me senté a ver El Pingüino, temía por la visión que Matt Reeves tenía de Gotham. Un lugar oscuro y mugriento donde el Nirvana te acompaña allá donde vayas, no me pareció un lugar que debamos ver demasiado a menudo, no sea que nos cansemos de él.
Parte del tiempo que pasamos en El Pingüino da la sensación de que deja entrar demasiada luz en la magia de Gotham. Literalmente, en algunos casos, ya que algunas escenas parecen un poco sobreexpuestas en lo que respecta a la iluminación, sobre todo si nos fijamos en cualquier escena diurna de la película The Batman. Sin embargo, en su mayor parte, El Pingüino resulta ser un espectáculo muy bueno, que sirve para establecer el submundo de Gotham y la búsqueda de Colin Farrell para controlarlo.
Una vez más, Farrell resulta irreconocible como El Pingüino. Es divertido verle y escucharle, como en The Batman, pero en esta serie se ha puesto un gran peso sobre sus hombros. No está aquí sólo para que nos quedemos embobados mirando las prótesis que le han convertido en Oswald Cobb y para dar a Batman unas muy necesarias lecciones de gramática española. Por el contrario, debe llevarnos a través de su propia aventura. Es nuestro protagonista, pero algo que me gusta de El Pingüino es que Cobb nunca es nuestro héroe.
"¿Y si El Pingüino tuviera un corazón de oro?" No era la pregunta que nadie quería responder en esta serie. Como esta crítica llega un poco tarde (lo siento por ello), he tenido la oportunidad de ver algunas otras impresiones sobre la serie después de decidir mi propia opinión. He visto que la gente compara a Walter White y Tony Soprano, con el personaje de Oswald Cobb, y aunque no creo que la interpretación de Farrell se le acerque, sí creo que es un contraste interesante por cómo está escrito algo como Breaking Bad en comparación con El Pingüino. En Breaking Bad, acabamos animando a Walter para que gane, porque sinceramente los demás personajes son tan malos o peores que él. Además, es más inteligente y tiene más tacto. Sin embargo, en El Pingüino, Cobb es simplemente el idiota vivo con más suerte. Hace algunas jugadas inteligentes al principio, pero está gobernado por sus emociones, que son una enorme bolsa que le lastra, como el pie zambo que lleva. Oswald Cobb es también una persona mezquina y horrible en el fondo, lo que hace difícil sentir que le apoyas, pero aun así no puedes apartar la mirada.
La persona a la que más cariño le cogí fue la Sofia Falcone o Hangman interpretada por Cristin Milioti. Hay pocas interpretaciones memorables de los antagonistas de las series de cómics, pero Milioti lo da todo para convertirse en Sofia Falcone, y su breve pero sustancial evolución a lo largo de la serie es un espectáculo. También hay muchas interpretaciones sólidas en el reparto secundario, como la de Clancy Brown como Salvatore Maroni y Rhenzy Feliz como Victor Aguilar. Nadie está tan cerca de desbancar a Farrell de su pedestal como la actuación más destacada de la serie, pero El Pingüino no encaja tan bien sin este reparto.
La historia en sí es sencilla, aunque no está exenta de algún que otro giro. Los tres primeros episodios son tremendamente fuertes, mientras Cobb juega al gato y al ratón con personas a las que se ve obligado a acercarse cada vez más. A continuación, nos llega una dosis de la historia de Sofía, que resulta trágica e intrigante a partes iguales, antes de que se produzca un pequeño estancamiento en los episodios quinto y sexto. No son precisamente aburridos y tienen momentos fuertes salpicados, pero me da la sensación de que la historia podría haberse recortado con más precisión en algunos puntos. Céntrate en lo que sí importa. La enfermiza y retorcida relación de Cobb con su madre, que honestamente es culpa de ambos. La voluntad de Victor de sobrevivir en una ciudad que no quiere que lo haga. La interminable búsqueda de venganza de Sofía a medida que se acumulan los agravios contra ella. Estas son las cosas que El Pingüino hace bien, y por eso es una pena que nos alejemos de ellas.
La serie tampoco se libera realmente de la sombra del murciélago. Batman flota en el aire como un mal olor y parece olvidado por el reparto, salvo por la inundación provocada por Enigma. Se produce una sensación extraña, en la que crees estar viendo una precuela ambientada antes de que Pattinson se pusiera la capa y el maquillaje de ojos, pero sabes que está ahí, en algún lugar, simplemente observando cómo se desarrolla una enorme guerra de bandas sin hacer realmente nada al respecto. Más allá de simples puntos de lógica, El Pingüino no se consolida del todo como una serie que merezca la pena. No aporta mucho más al universo de The Batman que no pueda explicarse en una línea de diálogo o dos, y aunque es muy, muy interesante conocer la versión de Farrell de The Penguin, no estoy seguro de que estemos haciendo mucho aquí aparte de prepararle para un papel similar al que interpretó en The Batman. Es un espacio extraño en el que existen las series derivadas de cómics, porque si importan demasiado estás obligando a alguien a ver una serie de ocho horas antes de que pueda entender la secuela de una película, pero si importan demasiado poco te preguntas por qué estamos aquí.
Pero si estás aquí por el regreso a Gotham y por una serie bien escrita que no se eterniza, entonces El Pingüino merece tu visionado. Constantemente buena, a veces genial, pero nunca excepcional, es una serie que promete un futuro mejor para las series de cómics, y sólo espero que el futuro de los proyectos televisivos de Marvel y DC esté a la altura de esa promesa.