Wim, un niño de 10 años, vive una vida aparentemente idílica, pero para él es cualquier cosa menos perfecta. Su padre, adicto al trabajo, nunca tiene tiempo para él y su motivación para estudiar disminuye cuando sus historias de aventuras ocultas (cuentos de ensueño sobre Jedis y piratas-) le ofrecen mucha más aventura. Un día, su sueño se hace realidad cuando, junto con otros tres niños del barrio, encuentra una nave estelar enterrada que les lleva a "una galaxia lejana, muy lejana" y se convierte en parte de una aventura inolvidable.
Veremos hasta qué punto es inolvidable la nueva aventura de Disney, Star Wars: Tripulación Perdida, cuando lleguemos al final a principios del año que viene. He visto sus primeros episodios y mis impresiones hasta ahora reflejan mi reacción ante las recientes series de Star Wars: ¿Por qué Tripulación Perdida no fue simplemente una película desde el principio? Deja que te explique lo que quiero decir. El creador de la serie, Jon Watts, que está detrás de las recientes películas Spider-Man entre otras, ha intentado recrear la magia de clásicos de Spielberg como E.T. y Los Goonies centrando la atención en un grupo de niños obligados a emprender una peligrosa búsqueda del tesoro, pero en el espacio. Sin embargo, esa ingeniosa magia "Spielbergiana" de los 80 es difícil de capturar en una serie de TV que alarga la historia a lo largo de ocho episodios y, de momento, no estoy del todo de acuerdo.
Todo huele a El Planeta del Tesoro, pero la emoción y la inspiración de las fuentes de inspiración de la infancia faltan debido a la prolongada narración de los episodios. Los niños actores son buenos, pero carecen de la personalidad mordaz y la energía auténtica de las mejores historias de madurez. Los personajes infantiles no tienen suficiente chispa para crear una dinámica emocionante entre ellos y todo resulta inofensivo, mediocre y seguro, de un modo que resta emoción al hecho de ser joven y estar perdido y tener que crecer para alcanzar tu meta.
Aquí, los adultos de la sala (Nick Frost y Jude Law) aportan la chispa a los personajes, con Frost interpretando a un pirata robot boxeador cuya única cuenca ocular se ha convertido en el hogar de ratas espaciales y Law entretenido como un misterioso estafador que puede utilizar la Fuerza. También me gusta el pirata lobo gruñón que parece ser el principal antagonista de la serie, pero por lo demás me pregunto sobre todo por qué esta es siquiera una historia de Star Wars. El hecho de ver un barrio suburbano modificado por Star Wars hace que la historia parezca más bien un añadido al universo de ciencia ficción, y aunque la calidad de la producción en sí es estupenda, resulta un poco demasiado digital y resbaladiza en algunos puntos.
A los tres episodios de la serie, también se plantea la cuestión de quién es el público al que va dirigida. Es probable que los niños de la casa se aburran con el formato de episodios largos, mientras que los adultos no sacarán mucho provecho del factor nostalgia tan al principio de la serie. Como solo he tenido acceso a los tres primeros episodios, es difícil determinar hasta qué punto Jon Watts ha conseguido aterrizar esta nave espacial al final, pero hasta ahora no parece nada original. Sin embargo, si buscas un poco de nostalgia inofensiva al estilo de Los Goonies, sin duda podría gustarte.