Cómo pasa el tiempo, pues son ya casi cinco años los que han pasado desde que Overwatch puso patas arriba los shooters competitivos, o más si se cuentas las betas. Mucho ha cambiado el mundo y también el título en todo este tiempo, y ahora que por fin parece dormido porque Blizzard tiene puesto todo en Overwatch 2, creo que es el mejor momento para mirarlo desde fuera, fríamente, y comprobar en qué estado se encuentra en este momento. Hasta dónde ha llegado.
No se me ocurre otra forma de empezar que revisando el contenido. En este tiempo, o más en cuatro años, han llegado 11 héroes y 23 mapas (de los que nueve se pueden jugar en modos alternativos), y un montón de modos de juego, casi siempre relacionados con Arcade o Workshop. Se han celebrado infinidad de eventos, la mayoría de ellos relacionados con fechas conmemorativas del mundo real, y cientos de skins con las que dar color y forma a los personajes. En forma de recuento da la impresión de que es un montón, pero cuando lo separas y compruebas que equivale a un héroe cada cinco meses, y que desde que aterrizó Echo en abril, el grifo se ha cerrado.
La cuestión es que con Overwatch, debido al peso del metajuego en el uso de personajes, hay muchos que parecen débiles o inservibles según el momento. Por eso, lo que parecen 32 se convierte en 12 o 14 opciones, y muchos de ellos son los básicos.
Una reflexión que lleva al polémico asunto del equilibrio y cómo lo ha ido gestionando el equipo de Jeff Kaplan. Los veteranos que han estado siempre al pie del cañón saben que ha habido periodos largos muy marcados. Estuvo la era del ritmo muy intenso y la dominación de Dive, o la época más actual de los GOATS, en la que una composición fuerte da mejores resultados. Han sido periodos duraderos porque, hasta hace poco, no eran muy de parchear el juego, como si tuviesen miedo de tocarlo y cambiar cosas por si molestara a una audiencia que parecía satisfecha con lo que había en el momento. Pero la cosa ya no es así y ahora el juego está mucho más saneado, aunque el recuerdo del pasado siegue amenazando y hay héroes que son incapaces de sacudírselo (Orisa, va por ti).
Pensando en positivo, hay que hacer una gran mención a Workshop por lo que logró cambiar Overwatch y cuánto ha ido creciendo hasta ser una de las claves del título en estos momentos. Poner en manos del jugador herramientas con las que dar rienda suelta a su creatividad ha servido para que el juego tenga otro aspecto, para que lo que sigue siendo un shooter en esencia se reinvente con minijuegos y mecánicas inesperadas. Ya te tires a por un game of Thomas the Tan Empire, una versión de Parkour, Ana Paintball o incluso zombies, saca todo el potencial del juego y demuestra el gran futuro que tiene si sigue recibiendo el apoyo que demanda.
El otro segmento que tiene una importancia básica en la vida de Overwatch es el de las partidas competitivas. Tardaron en llegar, pero cuando por fin se estrenaron se notaba que el estudio quería estar en la élite del juego rankeado, junto a Counter-Strike y Call of Duty. Se nota que Blizzard ha seguido analizando la situación con el paso del tiempo y al final ha convertido el competitivo en un producto paralelo del conjunto. Aunque es una buena medida para hacer encajar al público general y menos habitual, que es la mayoría, deja al jugador experto en una especie de bucle, en el que la gente se pregunta por qué tiene que volver a completar partidas de situación cada equis meses, para acabar a la misma altura a la que estaba justo antes.
Esta forma de entenderlo nos devuelve a ese ciclo de desarrollo de creación e inclusión de novedades. No hace falta llevar desde el primer día en los servidores para darse cuenta de que hay mucho reciclaje de todo, más allá de los estrenos de personajes y de mapas en los tiempos en los que se producían. Los eventos de temporada son habituales, y excepto en el año de su estreno, después apenas ofrecen cambios con los que sacar al personal de su rutina y eso acaba aburriendo, te lo aseguro. Vale que haya algún modo de juego extra y que siempre vienen con coleccionables por los que pelear, pero volver a pegarse bolazos de nieve con Mei en las navidades de 2021, como que no, gracias.
Por tanto, toca reflexionar. ¿Qué es Overwatch ahora mismo? Sin lugar a dudas, es uno de los mejores shooters del presente. Sus personajes se han convertido en parte de la cultura del videojuego, sus mapas están tan bien hechos que siguen enganchando, hay un montón de jugadores que sigue tan entusiasmada como el primer día y que se esfuerza por jugar en equipo y, vaya, su gameplay sigue siendo una delicia que nadie ha logrado igualar a pesar de los intentos. Pensándolo bien, es un momento ideal para meterse en este círculo, por lo completo que está y la ilusión que genera que Overwatch 2 esté, supuestamente, cerca. Aunque hay un montón de presión sobre el estudio para que esta segunda parte sea excelente y no se limite a cumplir. No solo tiene que brillar en lo que ya hace el primero, tiene que superarlo y mejorar lo que este no ha rematado.
Pero que Blizzard sea capaz de bordarlo en el futuro no tiene efecto sobre el presente. Sobre el gran estado en el que está Overwatch en estos instantes. Con sus fallos y con esa falta de refresco propia de un juego tan antiguo con fecha de caducidad, pero con el orgullo de haber logrado alto tan grande y la garantía de su legado va a quedar ahí.