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Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido

Análisis de Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido

La clásica saga se estrega en la actual generación con unas costumbres muy añejas.

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No hay ninguna saga del género RPG que sea capaz de competir con Dragon Quest en Japón en cuanto a popularidad e impacto cultural. Gran parte del atractivo de la serie probablemente proceda del inconfundible estilo de Akira Toriyama, el artista tras la más que popular Dragon Ball. Sin embargo, creemos que el antiguo presidente de Nintendo, Satoru Iwata, fue el que más se acercó a dar en el clavo cuando dijo que el secreto tras la popularidad de esta IP reside en su accesibilidad. Cualquiera puede jugar a uno de sus títulos sin importar la experiencia que tenga y sin necesitar leer enormes manuales o desfilar por eternos tutoriales. El valor de esta filosofía de diseño no debería ser subestimado en un entorno que en ocasiones es demasiado complejo y hostil para forasteros.

Fuera de Japón, la franquicia nunca ha llegado a alcanzar ese grado de popularidad, aunque las cosas cambiaron un poco cuando Dragon Quest VIII llegó a PlayStation 2 en 2005 (en suelo estadounidense, 2006 sería el año para Europa). Aquella fue la última vez que la rama principal de DQ aparecía en una de las principales consolas domésticas fuera de Japón. Nintendo DS se llevó la exclusividad de Dragon Quest IX y la décima entrega, MMORPG, jamás salió de suelo oriental. Esto nos lleva al alboroto actual, y es que Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido es el primero que vuelve a consolas de sobremesa, con estreno también en PC, en doce años.

Son numerosos los aspectos que hacen a Final Fantasy y Dragon Quest ser franquicias yuxtapuestas. Cuando te lanzas sobre un nuevo FF principal, siempre hay lugar para algo nuevo con elementos familiares, extraídos de entregas anteriores. Cuando haces lo mismo con DQ y su rama principal, lo que te espera es una cómoda familiaridad con un mínimo de ajustes nuevos, lo suficiente para amoldarse a los estándares de la nueva generación. Dragon Quest XI sigue estos pasos a pies juntillas desde el primer minuto que desfila por la pantalla.

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Esta nostalgia traída por la vieja escuela no tiene por qué ser algo negativo. Volver a casa de tus padres un domingo y saborear de nuevo esa comida hecha por tu madre es algo que se quiere y se necesita de vez en cuando. Sabes exactamente cuál será el sabor de la carne y de las salsas; pero es por eso mismo por lo que te encanta. DQ XI refleja esas mismas sensaciones. Si has jugado a otro antes, sabes lo que te espera. Si, por otra parte, esta es la primera vez que te enfrentas a un Dragon Quest, estás en el lugar idóneo para comenzar tu camino en esta saga. No esperes que se te ponga por delante algo que no tenga al menos la misma calidad que otros grandes títulos roleros.

Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido

Vamos a empezar por el punto donde los juegos de Dragon Quest siempre han flojeado: su historia principal. En cada entrega asumes el papel de un héroe silencioso, un elegido por el destino/fuerzas misteriosas/poder divino con la tarea de salvar el mundo de un gran y genérico villano que quiere sumirlo todo en el caos y la oscuridad con el fin de crear un paraíso para los monstruos. Bueno y malo son dos categorías perfectamente perfiladas y en las que se encasilla rápidamente a cada personaje, y a los que son realmente malos se les nota a kilómetros por su siniestra apariencia. Como era de esperar, en Dragon Quest XI esto también ocurre. Asumes el rol del Luminario, elegido por el Árbol del Mundo, Yggdrasil, nacido con una marca en tu mano izquierda que te identifica como la reencarnación del antiguo héroe que salvó al mundo. Dado que tu nacimiento implica el fin de las fuerzas oscuras, estas deciden atacar tu país natal en el momento que comienzas a respirar. A pesar de ello, logras sobrevivir al ataque y varios años más tarde estás listo para empezar la aventura con la que cumplir tu cometido.

No hay sorpresas mayúsculas en la historia principal, incluso aunque tus compañeros tengan toneladas de carisma y encanto, nunca sobresalen por construir un grupo único. A pesar de esto, el juego sí sabe sorprenderte una y otra vez. En el momento en el que comienzas a sumergirte en la tradicional neblina de los JRPG donde se suele poner el piloto automático, te plantea una subtrama que logra darte un puñetazo directo al corazón, ahí donde duelen los sentimientos. Tras superarla, queda siempre esa sensación que te hace pensar: "Esto es de lo que realmente trata Dragon Quest". Porque es exactamente eso. La trama general en estos juegos va siempre de lo mismo, del combate contra un señor del mal que no llega a ser demasiado interesante. Donde se alcanza la excelencia es en las geniales subtramas y las singulares líneas que van hurdiendo toda la historia de tu aventura y se quedan contigo cuando la culminas. Puede que muchas de estas otras historias no tengan un gran impacto en la principal, pero hace que la experiencia sea totalmente memorable.

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Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido

Para sorpresa de pocos, los gráficos de Dragon Quest XI son impresionantes. El distintivo estilo de Akira Toriyama jamás ha cobrado vida de la forma en la que lo hace aquí, es realmente sorprendente la cantidad de recursos que Square Enix ha volcado en este proyecto para recrear esta visión tan hermosa. Incluso con más de 50 horas invertidas, sigue siendo capaz de quitarte el aliento con su calidad visual, la que logra que los fans más veteranos se relaman y disfruten de lo lindo al ver a sus personajes favoritos tan vivos y con semejante estilo. La excelencia de la presentación consigue plasmar con mayor facilidad el encanto, carisma y personalidad de todos los personajes y monstruos.

Por otra parte, las mecánicas de juego son bastante directas y fáciles de aprender, haciendo de esta una muy buena entrega para los neófitos. Tienes a tus pies un enorme mundo por explorar y en el que realizar misiones tanto principales como secundarias; durante tu viaje, te encontrarás con personas que necesitan ayuda, desafíos de tiro con ballesta, carreras de caballos, partidas en casinos e incluso batallas de monstruos, por mencionar solo algunas de las posibilidades que hay. Los monstruos, además, vagan libremente por el escenario, haciendo que los combates aleatorios sean cosa del pasado y permitiendo evitar cuantos desees. Las batallas se mantienen fieles al desarrollo por turnos, permitiendo dar órdenes manuales o establecer patrones predeterminados para cada personaje (combate sin piedad, sin uso de magia, con sensatez, etc.).

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Una de las novedades de Dragon Quest XI es el estado de Inspiración, que envuelve a tu personaje en un aura azul y mejora sus estadísticas, a lo Dragon Ball, además de permitirle usar habilidades especiales individuales o combinadas con los demás miembros del equipo. Un elemento que guarda cierto parecido con Dragon Quest VIII, con la diferencia de que esta vez se activa automáticamente cuando se cumplen ciertas condiciones. El Árbol de Habilidades, o destrezas, te permite mejorar a cada protagonista de una forma bastante novedosa (desbloqueando casillas correlacionadas) y la opción de montar campamentos para descansar y guardar trae consigo un sistema de forja que es mucho más divertido e interesante de lo que parece.

También llama la atención la opción de moverse libremente en el combate, siempre dentro de un área circular delimitada. Suena atractivo, pero es una función meramente estética, dado que la posición de tus luchadores tiene un impacto nulo en el desarrollo de la batalla. Esta falta de utilidad es lo que te hace pensar para qué se ha incluido mientras entras en las opciones para volver al Modo Clásico.

Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido

Todo esto nos lleva de vuelta a lo que constituye el núcleo del problema con Dragon Quest XI, la falta de innovación. Cada intento por incorporar algo nuevo tiene como contrapartida una falta de beneficio para la experiencia de juego (como sucede con la nueva cámara de combate) o el mero conformismo con lo que sea que se considere el estándar para el género en la actualidad. Más allá de eso, el juego apunta más a crear un sentimiento nostálgico en los jugadores que hayan pasado por entregas anteriores como DQ VIII. El problema es que esta entrega saltó a la fama precisamente por renovar la serie y el género, en lugar de conformarse con lo dictado por otros.

Desde 2006, año en que recibimos aquel último Dragon Quest principal para consolas de sobremesa, los fans del JRPG han podido gozar con auténticas obras maestras como Final Fantasy XII, Bravely Default, The Last Story, Xenoblade Chronicles, Lost Odyssey, Tales of Xillia, Persona 4 y Ni no Kuni: La Ira de la Bruja Blanca, por nombrar algunos. No podemos dejar fuera a 2017, que fue tremendo para el género por obras como el inolvidable NieR: Automata, Tales of Berseria o Persona 5, el nuevo rey de los JRPG por turnos. Sin ir más lejos, este mismo año hemos podido jugar a Ni no Kuni II: El Renacer de un Reino, que ha sentado cátedra y ha marcado un nuevo estándar a la hora de llevar a la vida un estilo artístico concreto, o incluso Octopath Traveler, que ha conseguido desenvolverse con soltura a la hora de combinar lo viejo con lo nuevo.

Podríamos seguir, pero creemos que ha quedado claro: han pasado muchas cosas en el territorio JRPG desde 2006; pero, a pesar de tener unos gráficos mejorados, Dragon Quest XI parece no estar de acuerdo con esta afirmación. Es demasiado viejo, demasiado lento y demasiado torpe para plantearse competir con lo que ha dejado el género tan solo este año. No pone sobre la mesa nada que no encuentres en otros con la misma o incluso mayor calidad, y esto no es nada bueno para un juego que aspira a llevarse al menos 50 horas de tu tiempo.

Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido

Parte de la culpa la tienen algunas de las viejas convenciones de esta serie que piden a gritos ser revisadas o sustituidas. Dejadnos mencionar algunas: las decisiones te fuerzan a un bucle eterno hasta que elijas la respuesta "correcta". Menús largos e insuficientes, por ejemplo a la hora de guardar (fiel a sus raíces, te obliga a ir a una iglesia o a una estatua divina cada vez que quieres grabar). Servicios que no tienen una utilidad real porque hay otros sistemas más eficientes que dan el mismo resultado (¿para qué preguntar a un sacerdote cuánta experiencia te queda para subir de nivel, si puedes verlo desde el menú?). Escenas que terminan y te hacen dar dos pasos más para activar otra. Y, por supuesto, no olvidemos cómo los patrones de los ataques especiales de muchos de los personajes femeninos se centran en su género, su cuerpo y su sensualidad. Cuando todas estas pequeñas molestias se suman, el resultado no es para nada insignificante.

Puede que sea el momento de plantear que Koichi Sugiyama, el Ennio Morricone de la música de videojuegos (sigue con Dragon Quest a la edad de 87 años), ceda el relevo musical. Hay algunas melodías realmente buenas, pero gran parte de la música suena como si se hubiera grabado con un sintetizador barato. Esto, en pleno 2006, podría funcionar; pero es triste escuchar cómo el potencial de un hardware mucho más potente y su capacidad para almacenar grandes volúmenes de datos no se aprovechan para crear algo realmente memorable.

A pesar de la falta de innovación, sigue siendo fácil sumergirse y disfrutar de Dragon Quest XI, sobre todo para los que son perros viejos en esta saga. Si no estás seguro de gastar tiempo y dinero en este juego, puede que te convenga hacerte dos preguntas: ¿He jugado antes a Dragon Quest?, ¿lo disfruté?. Si la respuesta a ambas es "sí", no lo dudes y lánzate. Encontrarás toneladas de contenidos que te harán volver a disfrutar, incluso a sabiendas de que hay otros juegos que hacen las cosas tan bien o mejor. Tiene un alto valor de entretenimiento a pesar de que posee fallos obvios aunque, francamente, Square Enix tiene mucho trabajo por hacer si realmente planean sacar una duodécima entrega.

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Dragon Quest XI: Ecos de un pasado perdidoDragon Quest XI: Ecos de un pasado perdido
07 Gamereactor España
7 / 10
+
Tiene un aspecto impresionante, sus personajes son encantadores, las subtramas están bien escritas y la sensación de aventura es constante.
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Demasiadas costumbres del pasado, la trama principal y la música no impresionan, excesivamente lento en ocasiones, falla a la hora de renovar la saga.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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