Hablar de Dragon's Dogma 2 empieza por tener que hablar de obligatoriamente de una aventura anterior incluso al original, porque antes que la obra de Capcom y de Hideaki Itsuno del año 2012 asistimos al estreno de Elder Scrolls V: Skyrim, un juego que abrió por completo el género del rol y la aventura al gran público, incluso más de lo que le había conseguido ya su antecesor Oblivion, uno de los mejores títulos para la séptima generación.
Pero Dragon's Dogma era muy diferente, porque se trataba de un juego que emulaba la fantasía occidental, pero estaba desarrollado casi por entero por un equipo japonés, y adoptaba muchos de los manierismos de los JRPG y los aplicaba en su enfoque más de acción, dando a este título un carácter único, un carácter que además se ha visto mantenido hasta esta entrega de Dragon's Dogma 2, que tras una década de espera, llega a nosotros.
Hablaba de Skyrim, porque lo cierto es que, salvando las distancias de la época y el aspecto técnico, el mejor piropo que puedo dar sobre Dragon's Dogma 2 es que he sentido las mismas sensaciones de curiosidad, asombro y ganas de seguir explorando que cuando me adentré por primera vez en las frías tierras de Bethesda.
Curiosamente, la historia de Dragon's Dogma 2 empieza como empiezan muchas veces estas historias: en una prisión. Allí nuestro personaje, un misterioso individuo que ha perdido la memoria, y trabaja en unas excavaciones forzadas hasta que el ataque de un monstruo le hace escapar, además de un misterioso desconocido le revela que él es el Arisen, el elegido por el dragón, y le incita a buscar su destino en el mundo. Que luchar contra el destino, y para ello debe de encaminarse hacia el reino de Vermund, donde, además de intentar recuperar sus recuerdos antes de convertirse en Arisen, se ve envuelto en una compleja conspiración política que implica derrocar a un falso gobernante y evitar una nueva guerra entre dos reinos vecinos.
No me quiero detener mucho aquí, puesto que ya es de dominio público, pero el editor de personaje que se ha presentado antes de lanzar el juego es una barbaridad absoluta. El nivel de personalización del personaje permite elegir entre literalmente entre millones de combinaciones, y podrías (con tiempo) recrear hasta el más mínimo detalle tu rostro y trasladarlo con precisión al tu personaje en el juego. Personaje que por cierto sí que aparece en las escenas cinematográficas, así que si quieres darle cierto toque personal al juego, conviene entretenerse aquí. Y lo mismo vale para tu acompañante Peón, porque él será el que se mueva entre los mundos de los jugadores y volverá cargado de tesoros y recompensas al ayudar a otros.
Aparte de eso, nuestro personaje tendrá que recorrer un largo camino poblado de todo tipo de criaturas y bandidos mientras cumple misiones y recados que el pueblo necesita.
Pero aunque el destino del Arisen y, por tanto, del jugador, es el de la persona más importante de este mundo, el elegido siempre cuenta con un reducido grupo de compañeros que van rotando a lo largo de la aventura llamados Peones para asistirle y servirle con total lealtad. Tu personaje crea un peón que puedes personalizar, y al que tienes que ir mejorando, alternando su clase y su estilo de combate, para adaptarse también al tuyo propio. Crear un equipo equilibrado y que cumpla el mayor número posible de eventualidades, bien por curación, bien por ataques a distancia o magia o incluso melé, es básico. Afortunadamente, los Peones nunca suponen un estorbo a diferencia de la mayoría de "acompañantes" en otros títulos para un solo jugador, y muchas veces agradecerás que señalen objetos cercanos en el mapa o que te lleven directamente al objetivo de misión, que ya conocen porque lo han completado "en su mundo".
Los enemigos, aunque por lo general no serán grandes desafíos si los encuentras de forma aislada, cuando aumentan en número puede complicarse todo rápidamente. Hay muchos monstruos grandes a los que abatir para conseguir la apreciada experiencia, el oro y los materiales de mejora de equipo, y si no tienes alguna habilidad, conjuro o arma que sea la adecuada, la batalla puede convertirse en un infierno. Y no hay ranuras de guardado: o repites, o te resignas, no hay más opciones.
El Arisen está llamado a ser el gobernante del pueblo, y para eso debes ganarte al pueblo. No es solo mata al dragón, hay que ayudar a la población con sus mil y un problemas, que van desde la búsqueda de ingredientes a las misiones de escolta, a enseñar a disparar a un elfo que ha perdido el toque, a una esposa cuyo marido no hace más que el vago por la plaza, a un joven que se escapa de casa o a un féride (la otra raza jugable además de los humanos) que debe hacerse con una joya a toda costa para evitar a sus acreedores. Es en estas misiones, y en el mero hecho de deambular por este gigantesco mapa entre los reinos de Vermund o Battahl, donde más brilla en conjunto Dragon's Dogma 2. Cada sendero, cada bosque, arboleda, colina, acantilado o cueva, está repleta de cosas que hacer, botín que saquear y enemigos que derrotar. Incluso a nivel más profundo, puede que conecte de alguna forma con misiones futuras o te lleve a descubrir secretos sobre, por ejemplo, técnicas secretas de vocación. En definitiva, es la expresión de la aventura pura y dura.
Por si todo esto fuera poco, Capcom ha logrado crear un mundo tan bonito, detallado y bien diseñado que nunca tendrás la sensación de que dos caminos se parecen, porque incluso cada zona tiene su propia flora, materiales que recoger y monstruos autóctonos. Un detalle menor como la hierba mecida por el viento es todo un espectáculo visual.
Otro de sus buenos momentos y aciertos es el ciclo de día y noche, porque mientras que durante el día es agradable entretenerse por el mundo, de noche todo se vuelve de un oscuro mortal. Incluso encendiendo la linterna (y cuidado, porque el suministro de aceite es limitado), apenas podrás ver un par de metros a tu alrededor, y los enemigos que aparecen de noche son mucho más peligrosos. En la oscuridad de un bosque es donde realmente se puede sentir la verdadera tensión del juego, cuando debes enfrentarte medio oscuras a una horda de goblins o a un ogro que te va golpeando sin piedad y debes huir aterrado rezando por encontrar algún lugar iluminado o un pueblo donde refugiarte antes de morir.
Pero claro, por mucho que todo esto esté genial y haya literalmente docenas de horas de juego y de y kilómetros de mapa que descubrir y encontrar todo esto se puede venir abajo si el resto de sistemas no acompañan. Aún no me queda del todo claro si este enfoque de observación y descubrimiento que han elegido en Dragon's Dogma 2 es el que mejor se ajusta a una idea de mundo totalmente abierto en el que la implicación e interacción del jugador es lo importante.
Cada objetivo de misión requiere la implicación casi total del jugador. No hay sistema guía, el objetivo no aparecerá directamente marcado en el mapa o en una ubicación concreta, a la que simplemente dirigirte con un gran icono marcando hacia donde debes mirar o interactuar. No, aquí debes guiarte por la curiosidad y estar atenta a todos los detalles en conversaciones manuscritos o guías de misión para poder encontrarlas y cumplirlas. Esto es un alma de doble filo, porque, por un lado, te da la sensación total de implicarte en la narrativa. Pero, por otro lado, también se sostiene demasiado en que los acontecimientos ocurran como se diseñaron, y aquí llegan los problemas. Por ejemplo, puedes pasar 20 minutos buscando en una habitación, alguna pista sobre un objetivo, y resulta que todo dependía de empujar una pared concreta donde había una sala secreta. Pero claro, no había ningún tipo de señal de interacción con esa pared ni había un ejemplo previo para entender ese sistema. Es fácil que estas decisiones sobre el diseño despisten al jugador, y a lo largo de la partida podrías llegar incluso a pensar que hay algún tipo de error técnico porque simplemente no estás entendiendo lo que quiere transmitir.
Y aquí es donde este maravilloso castillo de naipes más tiembla, porque el otro gran problema es la inteligencia artificial de los personajes no jugadores, algo realmente horrible. La mayoría de ese supuesto millar de NPC simplemente parece que deambulan por ahí sin mucho más que hacer, salvo por servir a su propósito en alguna misión o en la historia en el momento adecuado, y a veces que ocurra ese encuentro de las misiones o no simplemente depende de la suerte.
El comportamiento de los personajes llega a volverse tan errático que incluso se contradice respecto a lo que ellos mismos exponen. Los guardias de la cárcel son especialmente estúpidos, y casi lanzo el mando por la ventana cuando me encerraron sin motivo y tuve que pagar una suma desorbitada que me había llevado horas reunir para mejorar el equipo para poder salir y continuar. Podría entenderlo si es porque no debería estar ahí, pero es simplemente una IA errática y confusa que penaliza mucho disfrutar del juego.
El aspecto técnico tampoco es algo en lo que Dragon's Dogma 2 sea sobresaliente. El exagerado desenfoque de movimiento, un defecto que ya advertí en mis primeras impresiones hace meses, sigue muy presente aquí y puede ser incluso doloroso a la vista ver que con tantos detalles bonitos que hay en el juego, todo se emborrona en esos bellos paisajes que han logrado crear los de Capcom.
En definitiva, creo que Dragon's Dogma 2 es una propuesta estupenda para el género del RPG y un título que cumple muchas de sus promesas de grandes aventuras para los jugadores. Pero a pesar de hecho muchas bondades, de tener una historia interesante y la maravillosa sensación de exploración y de vivir una verdadera aventura insólita, el juego tiene esas desavenencias con lo técnico que no consiguen ofrecer un producto tan redondo como el que podría ser. Confío en que muchas de sus carencias puedan corregirse con el tiempo, y espero volver entonces para explorar a fondo su mundo, del que sé que he dejado buena parte sin descubrir.