Evoland se concibió originalmente como una de las propuestas en un concurso online de desarrolladores. Los equipos contaban únicamente con 48 horas para crear un juego original. La creativa idea de Nicolas Cannasse puso a los jugadores a explorar un mundo en el que el juego iba evolucionando al mismo tiempo. Entre 1.400 juegos presentados, ganó.
Tras recolectar un seguimiento entusiasma, Shiro Games decidió producir una versión más grande y avanzada del mismo juego. El resultado es una excursión ingeniosa por la historia del género RPG.
Al principio los jugadores solo tienen una opción: moverse a la derecha. Siguen esta oren y se topan con un cofre. Si lo abren, liberan el movimiento a la izquierda. El juego sigue en este plan: abrir ciertos cofres va transformando el mundo de juego. Al principio ocurre a pequeña escala, pero cuanto más progresa el jugador, más evoluciones del desarrollo RPG se van desbloqueando.
Los cambios más obvios son los que afectan a los gráficos. Al principio el juego es duotono, parecido a la Gameboy original. Una de las primeras arcas transforma el juego en una versión en color, y poco después otra libera los 256 colores. Al final del juego, los personajes son modelos 3D con gloriosas texturas HD.
Pero los gráficos no son lo único que inmediatamente avanzan en calidad. Según te aventuras en Evoland, su genial música se hace más profunda, sus efectos sonoros más finos, sus animaciones más abundantes y sus formas de juego más avanzadas. Es una dinámica interesante que mantiene bastante alto el nivel de curiosidad. Querer comprobar cómo se van a transformar las cosas es una buena razón para seguir adelante.
Las referencias más evidentes son respecto a Legend of Zelda y Final Fantasy. Cuando toca luchar, el combate conlleva espadazos contra los monstruos, tener un ojo puesto en los medidores de vida y más adelante disparar flechas o colocar bombas. El sistema de juego cambia frecuentemente a un modelo J-RPG por turnos. Encuentros aleatorios transportan a los héroes a una arena de batalla, arranca la música de pelea y los jugadores vencen a sus enemigos seleccionando opciones de actuación en un menú bastante familiar.
La combinación de mecánicas de juego funciona bastante bien. La inclusión de ambos métodos no es tan discordante como podría parecer, si bien las estadísticas y habilidades no se mantienen entre los estilos de combate y también es cierto que el juego nunca es demasiado desafiante. Es una pena que los monstruos sean predecibles y fácilmente derrotables. En las secciones por turnos, el mana no es un problema, pero hay un hechizo de curación, lo que hace que perder sea casi imposible. Algunos de los momentos de más gancho incluyen un puzle en el que hay que volver a diferentes eras gráficas y una mazmorra totalmente frenética al estilo Diablo.
Muchas bromas y guiños a los juegos de antaño se esconden en una relativamente breve historia. Tras liberar la opción de entrar a las casas, se pueden encontrar libros firmados por grandes desarrolladores, incluyendo "Cómo hacer cualquier cosa", por Shigeru Miyamoto.
Aparte de evocar buenas memorias, Evoland también recuerda a los jugadores cómo eran los más frustrantes. Pantallas de carga de CD aparecen hasta que una compra in-game actualiza el imaginario lector de discos. Casi todo el humor funciona, pero puede hacerse pesado, y en ocasiones llega a insultar a los juegos que Evoland homenajea.
Las estrellas y cartas coleccionables aportan objetivos adicionales, pero sólo los perseguirán los más obsesos del 100%. Las cartas se pueden emplear en un juego aparte, una referencia a Final Fantasy. No está mal, pero no aguanta mucho tiempo.
Lo mejor de Evoland es su presentación. Se ha prestado particular atención a los detalles en el look, la sensación y los sonidos de cada una de las eras que trata. Habría estado bien pasar algo más de tiempo jugando en la era de los 8-bit antes de pasar a los 16-bit y al 3D, pues dominan la experiencia y dejan anhelo de más diseño clásico al final del juego.
Evoland es una buena formación para la gente que se ha perdido la etapa clásica de los videojuegos, y un método para reactivar recuerdos perdidos en los jugadores más veteranos. Por desgracia, pese a unos cuantos momentos de brillantez, no hay casi ningún reto. Ingenioso y creativo, pero más una carta de amor a los clásicos que un juego en condiciones por méritos propios, es un título "de nicho" realizado para una audiencia ídem.