Tanto PlayStation 5 como Xbox Series X/S salieron a la venta al principio de la pandemia (o a finales de 2020), lo que tuvo varias consecuencias, desde la disponibilidad de hardware hasta la obstaculización del desarrollo de juegos. Desde entonces, este último no ha vuelto a ser realmente el mismo y mucha gente se acostumbró a trabajar en casa y en muchos lugares ha habido reticencia a volver realmente a un lugar de trabajo físico, a pesar de que muchas empresas afirman que hace que el desarrollo sea más eficiente.
A esto hay que añadir la explosión de lo que ahora conocemos como servicios en directo. Juegos enormes con más contenido del que cualquiera podría necesitar, diseñados para que juguemos durante al menos un año, que requieren enormes cantidades de recursos y que dan lugar a juegos que en gran medida no se tocan (la mayoría del contenido de estos juegos nunca es utilizado por quienes compraron el título). También podemos añadir el hecho de que la avanzada tecnología actual ha aumentado por sí misma los recursos necesarios para desarrollar juegos de forma significativa, como admitió recientemente la propia Nintendo.
Entonces, ¿es ésta una crónica catastrofista? No, en absoluto, más bien todo lo contrario. Sólo quiero establecer las bases de por qué razono como lo hago. En resumen, pocos discutirían que hemos tenido una primera mitad de esta generación realmente pobre. No sólo los grandes juegos han sido escasos, sino que además no se han optimizado para el hardware de la nueva generación y se han lanzado mayoritariamente para PS4 (donde Sony afirma que la mitad de la base instalada aún no se ha actualizado) y Xbox One. Lo que a Switch no le ha venido ni tan mal, por cierto.
En resumen, echando la vista atrás a los últimos cuatro años, el panorama para las consolas no es feliz, ni cuantitativa (con la posible excepción de los juegos indie) ni cualitativamente, y pocos parecen estar realmente entusiasmados con la cantidad de microtransacciones/pases de temporada que nos han inundado siguiendo la tendencia de los juegos en vivo. Pero... no era una columna catastrofista, como he dicho. Porque creo que las cosas están a punto de cambiar a mejor.
Aunque es verano y el mundo de los videojuegos está básicamente seco, nos espera un otoño realmente emocionante. El mes pasado, Microsoft celebró una muy buena Xbox Games Showcase y también se está centrando en la Gamescom. Sólo un mes después, Nintendo y Sony están preparadas para la Tokyo Game Show, donde se especula que la primera también tendrá su propio gran evento y también celebrará los 30 años de PlayStation en diciembre.
Y no hay duda de que Sony tiene juegos gordos en el horno. Estudios como Bend, Sucker Punch, y Naughty Dog aún no han lanzado un nuevo juego para PS5, y para varios otros, el año que viene (sabemos que Sony ha señalado que no tienen nuevos juegos de sus series más importantes antes del 1 de abril de 2025) habrán pasado tres años desde el último lanzamiento. Además, hay muchos indicios de que la compañía está preparando una nueva versión más potente de PlayStation 5, una PS5 Pro que por supuesto tendrá que salir al mercado con algún juego que demuestre por qué la necesitamos. Puede que sea un otoño más seco de lo que los jugadores de PlayStation están acostumbrados, pero habrá mucho que hacer, mucho de lo que hablar... y luego están Astro Bot y Lego Horizon Adventures (que también llegará a Switch).
Nintendo, por su parte, ha estado alimentándonos principalmente con sobras recicladas durante el último año, pero sabemos oficialmente que tienen una nueva consola a la vuelta de la esquina y ya han agitado Metroid Prime 4: Beyond delante de nuestras narices. A la gente le gusta decir que Nintendo está sola y no compite con los demás, pero al fin y al cabo, mucha gente está decidiéndose entre comprar una Switch 2 u otra cosa. Nintendo también necesita tener buenos juegos, y me sorprendería mucho que no hubiera un nuevo Mario 3D (o posiblemente Mario Kart 9) en los meses posteriores al lanzamiento. Además, se están poniendo las pilas con The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom, Super Mario Party Jamboree y Mario & Luigi: Conexión Fraternal, así que los propietarios de Switch van a tener un otoño estupendo después de todo.
Incluso los propietarios de Xbox tienen por fin un motivo para estar contentos. Tras una sequía ilógicamente larga desde 2022, teniendo en cuenta el tamaño y las capacidades de Microsoft, las cosas están empezando a mejorar. Hace poco llegó Senua's Saga: Hellblade II, y en otoño podemos esperar con impaciencia el trío formado por Avowed, Microsoft Flight Simulator 2024 y Indiana Jones y el Gran Círculo, además de Call of Duty: Black Ops 6, al que a priori se meterá mucha más gente, dado que está incluido en la suscripción Game Pass. También me gustaría recordar que Towerborne, inspirado en Castle Crashers, llegará en 2024, seguido de un 2025 con Fable y South of Midnight y probablemente al menos dos del triplete Gears of War: E-Day, Perfect Dark y State of Decay 3. Luego está Doom: The Dark Ages, que también llegará a PS5 y contribuirá a poner el listón muy alto para los gráficos de consola.
Y eso sin mencionar los juegos de terceros, que también están repletos de grandes títulos en un futuro próximo, como Star Wars Outlaws, Visions of Mana, Sonic X Shadow Generations, Life is Strange: Double Exposure, Assassin's Creed Shadows, Monster Hunter: Wilds, Wuchang: Fallen Feathers, Metaphor: ReFantazio y por supuesto Civilisation VII. Sólo por nombrar algunos.
En resumen, ha sido una generación lenta y tediosa (relativamente hablando, mira cómo empezó la última generación y las anteriores y lo verás), y las amenazas a la consola como concepto esencial de juego han ido en aumento. Pero hay muchos indicios de que ahora estamos en la cúspide de algún tipo de cambio. Va a ser mucho más divertido ser jugador en los próximos años, con cada vez más proyectos interesantes, variados y esperemos estables entre los que elegir. Y esto será así a partir del mes que viene.