Todo el mundo conoce Dragon Quest, tanto dentro como fuera de Japón, en 2024. El pilar fundacional del JRPG, la serie que alimentó la leyenda sobre el día de mayor absentismo escolar de la historia del país nipón, y uno de los trabajos más reconocidos del ahora desaparecido Toriyama.
Pero en 1988 todavía no había alcanzado la fama fuera de sus fronteras, y Dragon Quest III cerraba la llamada Trilogía de Erdrick con un título que funcionaba tanto como precuela de los dos anteriores como la primera historia de su universo. Así pues, cuando me ofrecieron probar la génesis de la narrativa de la serie en su versión HD-2D hace unos días en una presentación a puerta cerrada antes de su lanzamiento el próximo 14 de noviembre, no pude rechazar la idea.
Fue una sesión breve, de unos 45 minutos de juego más o menos, pero lo bastante esclarecedora como para saber qué encontraremos en este remake. Para enfrentarse a este Dragon Quest III HD-2D Remake, hay que desechar la concepción actual de las últimas entregas de la serie y dejarse llevar por la nostalgia. La historia es prácticamente idéntica a la original: Somos el hijo (o hija, ya que podemos elegir género) del gran héroe Ortega, caído en combate tras enfrentarse al archienemigo Baramos. Años después, durante su decimosexto cumpleaños, nuestro personaje recibe el encargo del rey de Aliana para retomar el legado de su padre y concluir una misión de suma importancia: derrotar a Baramos y salvar al mundo. En ese momento decidiremos con qué personajes recorreremos el mundo cumpliendo pequeñas misiones, luchando contra monstruos y derrotando al mal.
El viaje del héroe clásico, que aquí se justifica por el enorme esfuerzo que (incluso con ciertas asperezas propias de una versión en desarrollo) destila gracias al patentado HD-2D de Square Enix. Si, como yo, vienes de maravillarte con el paso de gigante que dio la tecnología entre el primer Octopath Traveler y su secuela, esto está a un nuevo nivel. Los efectos del agua, la iluminación en exteriores y los efectos de sombras cuando exploras cuevas y mazmorras oscuras son el nuevo límite para este subgénero. Sin duda, la compañía japonesa ha encontrado con acierto la forma de atraer a nuevos jugadores a su serie estrella y a saldar la deuda con los veteranos que la esperaban desde hace muchos años.
Nuestro objetivo en esta sección que pude probar era el de encontrar una llave con la que abrir un paso por el Sendero de la Promesa, lo que implicaba moverse tanto por la ciudad inicial donde aprovisionarnos de Hierbas Verdes y equipamiento, como salir a una gran zona abierta con nuestro grupo de cuatro personajes. Un equipo bastante equilibrado con nuestro héroe (la partida que nos cedieron para la prueba contaba con el personaje masculino), así como un guerrero "tanque", un hechicero de batalla y una curandera de apoyo. Y entonces, mientras vas caminando con los cuatro personajes, te vas maravillando de los efectos visuales en pantalla. Pequeñas hojas que se mecen con el viento, el reflejo del sol en un río que serpentea hacia el lago hacia donde nos dirigimos, un enorme bosque al norte... Todo se siente tan brillante y bonito que enseguida te dejas llevar por su atmósfera, acompañado de una banda sonora soberbia (que destaca incluso sobre otras posteriores de la serie). Y entonces la melodía se interrumpe, la pantalla se va a negro, y comienza una pelea.
El combate de este Dragon Quest III HD-2D Remake es donde más podemos percibir esas mejoras de calidad de vida que nos habían adelantado durante la presentación previa de prensa. La interfaz se ha modernizado, haciéndola más intuitiva y accesible, además de ver que las animaciones de los monstruos (fue genial volver a encontrarse con los Limos y los Corninejos, enemigos recurrentes de toda la serie) que también han recibido el tratamiento 2D-HD. También las animaciones de nuestros personajes al efectuar golpes o lanzar hechizos han sido renovadas, pero siempre manteniendo ese equilibrio entre la obra original y ser un remake.
Otra función que regresa del pasado también es el propio desafío. Este primer encuentro lo pude superar sin demasiados problemas, usando los ataques y habilidades básicos de los personajes, probando algunos conjuros y sin perder demasiada salud. Pero conforme te alejas de las zonas seguras o entras en la mazmorra que tenía que superar, la cosa cambia bastante. Se mantiene también, por tanto, el grindeo y el detenerse en determinadas zonas a mejorar a nuestro grupo. Por suerte, mi hechicero tenía el conjuro "Puf", que destierra a un grupo de monstruos en batalla y que puede sacarte de un aprieto, aunque no consigas experiencia de ellos. Ya cuando subí de nivel hasta aprender un ataque ígneo que hacía daño a grupos, el camino se hizo algo menos empinado, aunque tuve que emplear un tiempo valioso en ello durante el poco tiempo que tuve para jugar.
Como apunte extra, cuando finalicé la primera mazmorra e iba a salir me percaté de otra de las ventajas que puede ofrecer la vista aérea "mejorada" en el HD-2D, ya que al tratarse de una torre de varios pisos-niveles con paredes abiertas, vi que había un cofre en una estancia a la que no había accedido antes de salir. Parece una tontería, pero es una forma estupenda de aprovechar la tecnología para introducirla en tu forma de jugar. Y lo mismo ocurre, por ejemplo, para salir de dicha torre: Probé (no sin cierto riesgo) a tirarme por uno de los laterales al vacío. El grupo cayó hasta el suelo del exterior de la entrada con un sonido casi cómico, pero no habían sufrido daños. De nuevo, el humor de la serie es respetado también aquí, pues no deja de ser una aventura juvenil, 35 años después.
En definitiva, tengo muchas esperanzas con este Dragon Quest III HD-2D Remake cuando llegue en noviembre. Evidentemente, había algunas correcciones que hacer en esta versión de prueba a la que tuve acceso, pero no cabe duda de que los fans de toda la vida se sentirán realizados, y que al tratarse de la aventura inicial en el universo Dragon Quest, abrirá sus puertas a muchos nuevos jugadores. Estoy seguro de que tendremos unas navidades muy aventureras gracias a él.