El año pasado, hará ya más de un año, escribí una reseña de la segunda temporada de La Granja de Clarkson, y califiqué esa temporada, bueno, esa serie en realidad, con un 10/10. Es una crítica bastante contundente para un programa tan ecléctico que te propone verlo como lo que no puede describirse mejor que un gorila seminteligente y sensible que trabaja en su granja tratando frenéticamente de ganar dinero en lo que parece ser oficio en seria transformación. En otras palabras, es una mezcla que en realidad no debería funcionar, pero aquí, por tercera vez, con el propio Clarkson, los personajes cómicos que tiene a su alrededor y el talentoso equipo de producción de Amazon, demuestran que la magia puede darse en los casos más extraños. Y la Granja de Clarkson es una televisión realmente mágica porque se encienden todas las alarmas en ti de que esto no debería ser tan entretenido, afectivo y resonante... pero sí que lo es. Simplemente lo es.
Pero que nadie se confunda: La Granja de Clarkson en 2024 es más o menos lo mismo que lo que vimos en 2021. El propio Jeremy Clarkson está comentando y participando de forma bastante directa en una industria que está experimentando un aumento de costes y una caída de ingresos, mientras los efectos de lo que parece ser el calentamiento global causan grandes estragos, y entre todo ello surge la buena idea y la perspectiva de un futuro en el que su granja pueda llegar a generar beneficios. Esta vez son setas, cerdos y cabras, la última vez fue otra cosa, y la próxima volverá a ser otra cosa. La esencia es la misma y, asimismo, el resultado es tan encantador.
Volviendo a lo ecléctico, es difícil señalar con precisión por qué La Granja de Clarkson es tan buena. Desde luego que Jeremy Clarkson es un presentador entretenido, independientemente de sus opiniones, y la polémica en la televisión no se originó aquí, ni mucho menos. Pero hay una autenticidad, un impulso que surge del hecho de que a diferencia de Top Gear de los últimos años, y The Grand Tour en particular, La Granja de Clarkson representa básicamente un segmento de la vida. Es real, las preocupaciones son reales, las victorias son reales y así es el trayecto de una a otra. Ver morir a los cerditos a pesar de los esfuerzos tanto del torpe Clarkson como de su tan trabajadora novia Lisa es doloroso, porque los que están detrás no han conseguido crear estos escenarios de forma artificial. Por el contrario, cuando los champiñones de la nueva bodega dan grandes beneficios o el ayuntamiento retira parte de su injusto juicio sobre el trabajo de Clarkson, se percibe como una verdadera victoria. Los altibajos de la vida en la granja se transmiten de una forma bastante cercana y, quitando algunos momentos en concreto, todo resulta muy auténtico.
Por primera vez, La Granja de Clarkson juega con la muerte, ya que Clarkson y Caleb presentan una escena la que parodian a los obreros de la construcción. Es más rebuscado y resulta muy ajeno al resto de la serie, la cual muestra con orgullo la rutina diaria. Esperemos que esto no indique un cambio, porque me ha dado escalofríos y me ha recordado a la primera temporada de The Grand Tour, una serie llena de artificialidad, juegos falsos y diversión forzada.
Afortunadamente, esta tercera temporada sigue siendo una obra maestra, a pesar de ser más de lo mismo. No hace falta que te guste Clarkson, pero si puedes pasar por alto su visión cerrada del mundo y creer que su interés se centra en los innumerables retos a los que se enfrentan los granjeros en el futuro, incluso si pretenden tratar la tierra y los animales de forma adecuada para una producción más sostenible en el futuro, entonces La Granja de Clarkson es una auténtica joya que se puede recomendar a todo el mundo. Es simplemente excelente, y aunque es muy difícil precisar por qué, hay que darle una oportunidad.