Los ministros del G7 se reúnen en Quebec en medio de disputas arancelarias y alianzas fracturadas

Las ondulantes colinas de La Malbaie, en Quebec, proporcionaron un entorno sereno para una reunión profundamente incómoda esta semana, cuando los ministros de Asuntos Exteriores del G7 se reunieron para navegar por un campo de minas diplomático sembrado por su miembro más poderoso: Estados Unidos.

Siete semanas después del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca -un retorno marcado por la reactivación de las políticas de "Estados Unidos primero" y por audaces gambitos diplomáticos-, la cumbre ha dejado al descubierto la frágil confianza entre Washington y sus aliados más antiguos.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, acaba de llegar de unas conversaciones en Arabia Saudí, donde Kiev apoyó provisionalmente un alto el fuego de 30 días, propuesta recibida con escepticismo por los ministros europeos, recelosos de ceder terreno a Rusia.

Mientras tanto, Europa y Canadá se apresuran a contrarrestar los repentinos aranceles de Estados Unidos sobre el acero y el aluminio, junto con su impulso a un apresurado acuerdo de paz en Ucrania que se considera que favorece a Moscú.

Pero la verdadera fricción crepitó más cerca de casa: Melanie Joly, de Canadá, se comprometió a movilizar a sus homólogos de la UE contra los aranceles, calificándolos de intimidación económica, mientras que Rubio insistió incómodamente en que la cumbre no pretendía apoderarse de Canadá, una frase que provocó risitas en Ottawa.

Incluso Japón, que suele ser un tranquilo aliado de Estados Unidos, se encontró en el punto de mira de Trump por el comercio. Los diplomáticos se quejaron de las exigencias erráticas de Washington, desde suavizar el lenguaje sobre la flota petrolera rusa que elude las sanciones hasta resistirse a advertencias más enérgicas contra China.

¿El elefante en la habitación? La nostalgia de Trump por el G8, un grupo que incluía a Rusia antes de su expulsión en 2014. Por ahora, está por ver si esta fracturada familia de naciones puede coser una tregua, o si el próximo acto del G7 será un espectáculo en solitario.

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