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Napoleon

Napoleón

Hemos visto la épica película bélica de Ridley Scott y aparte de unas rosas francesas, también le podemos dar unos cuantos latigazos.

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Napoleón, dirigida por Ridley Scott, ha sido sujeta a unas cuantas críticas. Incluso antes de su estreno, ya se dio comienzo al debate y nadie se quedó callado. Era demasiado larga, demasiado violenta, demasiado anticuada, demasiado de Joaquin Phoenix a la vez que poco de Joaquin Phoenix. Los franceses se ofendieron y el resto de Europa se ofendió en un segundo plano por parte de los franceses, debido a la forma en la que se había representado el legado del belicista. En el debate, todos parecen haberse olvidado de que simplemente era una cinta cuyo objetivo principal probablemente era el de entretener al público que paga en el cine.

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Muy pocas personas mencionaron lo poderosa que es la película realmente. Se trata de una obra visual magnífica con un trabajo de producción de una gran magnitud. Es evidente que esto no la salva, ya que es un film que tiene demasiadas carencias como para soportar una duración de tres horas. Sin embargo, no nos podemos olvidar del aspecto visual, que es de las cosas más impresionantes que se pueden ver en formato IMAX. Asimismo, nos tendríamos que preguntar qué expectativas deberíamos tener de una película de Ridley Scott en 2023 y qué es lo que razonablemente nos ofrece.

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Al ver una película dirigida por Ridley Scott, pocas veces vamos a pensar que buscará una mayor profundidad o incluso desarrollo de personaje. Sin embargo, esto se convierte en un problema al representar una persona real y el destino real de la humanidad. Se trata de una historia que casi todo el mundo conoce y no de un don nadie, como es el caso de Gladiator. Es por eso que esperaba un cierto grado de exactitud y una pequeña clase de historia. No estoy pidiendo lo mismo que en Gandhi o Lawrence de Arabia, pero sigo apreciando algún tipo de retrato personal complejo. Los días de gloria de Ridley Scott han llegado a su fin, no podemos olvidarlo. En el pico de su carrera, durante su edad de oro, dirigió películas incomparables que estaban entre las mejores de la época, pero estos últimos años, sus películas como El último duelo y La casa Gucci han sido más que mediocres. Son películas hermosas que sin duda tienen algunos puntos fuertes, pero también son demasiado largas y tienen muy poca sustancia. Desafortunadamente, este también es el caso de Napoleón.

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La película empieza bien, la ejecución de María Antonieta en la guillotina es una escena fenomenalmente morbosa que marca el tono de inmediato. Napoleón Bonaparte (Joaquin Phoenix) está presente y ve esta decapitación tan detallada, y es aquí, entre la multitud, cuando comienza su ascenso empinado al poder. Un avance gradual de la sociedad en la que no importaban los cadáveres que tuvieran que pisar para llegar finalmente a la cima. Su ego descomunal y demasiado confiado, acompañó de la mano a sus tropas a la muerte. Por muy imponente y despiadado que fuera en batalla, era muy torpe en cuanto a las relaciones humanas, especialmente con la futura emperatriz Josefina de Beauharnais (Vanessa Kirby), cuya única misión era tratar de engendrar en vano a un heredero, un hijo imponente y fuerte que se pudiera hacer cargo del negocio militar cuando llegara a su fin.

Incluso aquí las cosas empezaron bien. Después de conocerse por primera vez en 1795, Napoleón empezó a escribirle cartas de amor a Josefina. Los textos estaban llenos de poesía, cariño y promesas de amor eterno. Más tarde, resultó que este nuevo amor era tan solo temporal y enseguida se convirtió en una relación tóxica, por no decir algo peor, en la que el poder y la imagen grandiosa de sí mismo eran mucho más importantes que la empatía y el cariño. Esto, por supuesto, va acorde con el personaje y su historia, ya que ella se burló de él durante años por su bajo estatus social y él, por su parte, escandalizó a su familia al casarse con una viuda con hijos. Se acostaban con otras personas a diestro y siniestro, un amante detrás de otro iba acudiendo a la habitación imperial; así es como funcionaba. El terrible carácter de Napoleón está bien documentado, después de todo, existe una razón detrás del nombre del síndrome "complejo napoleónico", que describe a aquellas personas que tienen un comportamiento social agresivo y dominante para compensar las deficiencias físicas o sociales de una persona.

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El problema es que esto no se percibe, la profundidad emocional es limitada y el retrato de los personajes no está conseguido. Kirby no tiene mucho con lo que trabajar con un papel tan simplista y lo que ofrece es decepcionante, muy diferente de su actuación galardonada como Margaret en The Crown. Phoenix se mantiene en su línea. Al final y al cabo, nunca suele tener un mal día en el trabajo. Sin embargo, al mismo tiempo, está muy limitado dentro del papel de un Napoleón que balbucea, algo que no es culpa suya, sino de Scott y su guionista, David Scarpa. No son capaces de gestionar una personalidad tan polifacética como la de Napoleón, que aquí se percibe como un personaje muy poco interesante y en muchos momentos, incluso absolutamente lamentable.

Con frases como "sigo los pasos de Alejandro Magno y César", cuando menos, esperaba que fuera grandioso desde el principio hasta el final, pero nunca lo llega a ser. Al compararlo con Gladiator, algo que no es para nada descabellado de hacer, vemos que esa película consiguió contar mucho mejor la historia de Máximo que Napoleón contar la historia del propio Napoleón. De hecho, el personaje de Phoenix, Commodo, disfrutaba entonces de una representación mucho más poderosa. Ninguna de las cosas que hicieron que Gladiator se convirtiera en el clásico moderno que es actualmente están presentes en esta película. Los aspectos intelectuales y psicológicos de la ambición, triunfo y derrota de Napoleón, no aparecen en sí o podrían haberse destacado con más enfoques innovadores en lugar de solo dar pinceladas de ellos durante la trama. No se le da importancia tampoco a la intriga política ni a la propaganda.

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El punto fuerte del largometraje está en la representación de las muchas y largas batallas épicas que llenan la pantalla de sangre y partes del cuerpo. Se pueden ver los caballos y las personas al más mínimo nivel de detalle anatómico, mientras que son despedazados al ritmo de tambores ominosos y apagados, esto es en lo que Ridley Scott está especializado. Sabe perfectamente cómo hacerlo y es en lo que puede competir con Gladiator. Obviamente, aquí no es donde residen los problemas. Por muchos problemas que Ridley tenga, las batallas nunca serán uno.

Al llegar a Waterloo, es decir, el final amargo de la era de Napoleón, tras increíbles giros y vueltas, sigo sabiendo lo mismo que sabía antes de sentarme en la butaca del cine tres horas antes, lo que evidentemente supone un gran problema al tratarse de una película de Napoleón.

06 Gamereactor España
6 / 10
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CRÍTICA DE PELÍCULA. Autor: Måns Lindman

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