Análisis de Pokémon Mundo Misterioso: Portales al infinito

Los juegos de Pokémon están sin duda entre mis favoritos. Coleccionar esos monstruos de bolsillo tan monos siempre ha sido un entretenimiento que me ha dado para horas y horas de tiempo de juego. Por desgracia, los juegos que rompen y se separan de la formula de los títulos originales no han sido especialmente buenos, y lo cierto es que Mundo Misterioso: Portales al infinito no quiere ser una excepción.

Portales al infinito comienza con un sueño místico que arrastra a los jugadores al mundo de los pokémon. A la vez, el propio jugador se ve convertido en una de las pequeñas criaturas. Quedarse solo, encallado en un mundo nuevo y extraño, sería algo terrorífico, pero por suerte la primera cara familiar y amiga aparece tras dar los primeros pasos. El nuevo objetivo es encontrar un nuevo paraíso pokémon en el que todos los seres, grandes y pequeños, puedan convivir en paz. Sin embargo, por el momento parecen existir ciertos conflictos dentro de la especie. Cada tipo de pokémon trama algo contra los demás, y la fuente de estas discusiones parece emanar de unas extrañas cavernas dispuestas por el mapa. La única forma de conocer la verdad es, por supuesto, adentrarse directamente en ellas.

El título de Mundo Misterioso, y más aún el inglés de Mystery Dungeon (Mazmorra Misteriosa) encaja perfectamente con el juego, pues consiste principalmente en registrar mazmorras generadas aleatoriamente. También hay algo de construir y personalizar tu propia ciudad pokémon, algo que ofrece algo más que merodear por las cuevas. Una pena que no evite que el juego se haga aburrido demasiado rápido.

El mayor problema reside en el aspecto más básico del juego: explorar esas mazmorras. Son increíblemente tediosas y consisten principalmente en largos pasillos. Cierto es que encuentras salas cada dos por tres, pero sólo parece haber cinco tipos de las mismas, con ligeras variaciones. Se puede entender que las mazmorras generadas aleatoriamente tengan ciertas limitaciones, pero en este caso el juego se queda corto en todos los aspectos.

Uno no tiene que vagar por los pesados pasillos solo, pues también hay unos cuantos pokémon controlados por la inteligencia artificial rondando por ahí. Lo malo es que el énfasis de las mazmorras en pequeños pasillos consigue destruir casi por completo las ventajas de contar con compañeros. Los angostos pasajes sólo dejan que una sola criatura luche a la vez, lo que quiere decir que el 90% del combate recae sobre los hombros del jugador y de un sólo pokémon. Es posible intercambiar lugares, pero más allá de eso, tener compañeros de aventura sirve para más bien poco.

Por raro que parezca, con lo que mejor me lo pasé fue construyendo y mejorando mi propio paraíso pokémon. El jugador puede montar diferentes estructuras que suministran comida, curas y mejoras, pero también cosas divertidas como las tiendas que venden lotería. Cada edificio y mejora necesita recursos que se pueden recolectar en las mazmorras. Por esto es una pena que sólo la salsa merezca la pena, pero la carne esté cruda en la receta de este juego.

La presentación sigue el mismo patrón. Los pokémon tienen buen aspecto con sus modelos 3D, pero las mazmorras son sosas y aburridas. Los gráficos se repiten constantemente, así que todo se parece demasiado y no invita a seguir. La música que suena de fondo es decente, pero con tantas otras cosas mal hechas, tampoco consigue estimular.

Si has leído hasta aquí, ya te habrá quedado claro que Pokémon Mundo Misterioso: Portales al infinito ha sido una gran decepción para mí. Se centra en explorar el interior de las mazmorras, pero son tan horrorosamente repetitivas que convierten cada partida en una faena. Los espacios apretados y la pobre IA también estropean las batallas casi por completo. Los únicos puntos buenos son la construcción de la ciudad y los pokémon 3D, pero por lo demás es recomendable no recomendar este juego a nadie más que los coleccionistas compulsivos de la serie.