Pornhub: El arma secreta de represalia de Canadá contra la guerra comercial podría estar en peligro

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A la sombra del próspero sector tecnológico canadiense, donde la confianza de los consumidores depende a menudo de la marca nacional, la mayor plataforma pornográfica del mundo opera bajo la bandera de la hoja de arce, pero sus promesas de seguridad se enfrentan ahora a un escrutinio.

Hace unos días, Philippe Dufresne presentó una solicitud ante el Tribunal Federal para que éste ordenara a Aylo, uno de los mayores operadores de sitios pornográficos del mundo, que tomara medidas para ajustarse a la legislación canadiense sobre privacidad.

Mientras tanto, pasando de los tribunales de justicia a los clubes de comedia de Toronto, donde la sátira suele afilar sus dientes en el absurdo político, un chiste se ha convertido recientemente en tema de discusión política.

El sketch de Instagram del cómico Matthew Puzhitsky, en el que se hacía pasar por un falso político en un post de Instagram mientras proponía que Canadá cortara el acceso de Estados Unidos a Pornhub, tocó una fibra sensible, haciéndose viral mientras las tensiones comerciales latían a fuego lento.

La premisa: aprovechar el asombroso tráfico estadounidense de la plataforma propiedad de Montreal, con más de 3.000 millones de visitas mensuales en Estados Unidos, como chantaje económico, una medida que podría alterar el panorama digital en Estados Unidos.

Aunque la petición en línea que la acompaña todavía no ha suscitado mucha atención, su peso simbólico refleja un creciente apetito entre algunos canadienses por contramedidas creativas, aunque extremas.

Pero a medida que se desvanecen las risas, se impone la realidad. Las crecientes batallas legales y los fallos en materia de privacidad de Pornhub amenazan ahora con desmantelar la misma plataforma que algunos canadienses apodaron bromeando como una bomba nuclear de comercio digital.

El atractivo viral de la propuesta dependía del dominio de Pornhub y de sus raíces canadienses. Ethical Capital Partners (ECP), que adquirió la empresa matriz Aylo en 2023, ha pregonado su compromiso con la confianza y el cumplimiento.

Sin embargo, el Comisario de Privacidad de Canadá, Philippe Dufresne, expuso recientemente la existencia de lagunas sistémicas en la verificación del consentimiento para subir contenidos, lo que provocó un impulso de los tribunales federales para hacer cumplir las leyes de privacidad.

Miles de vídeos no consentidos han plagado la plataforma durante años, con demandas judiciales alegando lentitud en las respuestas a las solicitudes de retirada, chocando con el pulido cambio de imagen de ECP, socavando no sólo sus pretensiones éticas, sino la viabilidad de convertirla en un arma.

Aunque la broma de Puzhitsky tuvo resonancia, la fragilidad de la plataforma complica la fantasía. El equipo jurídico de Aylo pasó casi un año intentando bloquear el condenatorio informe de Dufresne, que detalla cómo unas salvaguardias laxas permitieron consecuencias devastadoras para las víctimas.

Mientras tanto, los investigadores advierten de que los algoritmos de Pornhub, que priorizan el valor de choque sobre la seguridad del usuario, siguen promoviendo contenidos misóginos y escenarios de agresiones ficticios, cuestiones que podrían erosionar su influencia cultural y su base de usuarios.

Si Ottawa se planteara seriamente restringir el acceso a Estados Unidos, correría el riesgo de amplificar el escrutinio de una plataforma ya acusada de burlar la legislación canadiense, exponer sus vulnerabilidades jurídicas y complicar las investigaciones en curso sobre privacidad.

La ironía es cruda: una empresa envuelta en escándalos de privacidad difícilmente puede servir como símbolo de influencia nacional. Incluso el escaso eco que ha tenido la petición satírica pone de manifiesto el malestar que suscita vincular la estrategia comercial de Canadá a una industria moralmente delicada.

Y, aunque la propuesta provoca juguetonamente la dependencia estadounidense, las continuas luchas legales de ECP, y la posibilidad de reformas ordenadas por los tribunales, podrían neutralizar el tráfico de Pornhub mucho antes de cualquier improbable prohibición como represalia.

Por el momento, está por ver si la ofensiva canadiense contra la privacidad obligará a Pornhub a alinearse finalmente con sus pregonados principios, o si la deshilvanada reputación de la plataforma la inutilizará como arma, satírica o de otro tipo.