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Kingdom Come: Deliverance II

Primeras impresiones con Kingdom Come: Deliverance II: De vuelta a Bohemia

Henry de Skalice vuelve en un juego de rol histórico lleno de realismo y drama.

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Kingdom Come: Deliverance puede parecer una idea difícil de vender sobre el papel, pero si nos fijamos en los millones de personas que jugaron y gustaron del juego original, está claro que en Warhorse sabía lo que hacían cuando decidieron publicar un juego de rol que se centraba en el realismo y el rigor históricos, logrando hacerse un hueco propio en el género. Tenía sus fallos y sus problemas, pero el juego lo había hecho un estudio que no llegaba a una fracción del tamaño de unos de los gigantes de los AAA. Ahora, seis años después y con un Warhorse que cuenta con muchísimos más empleados, volvemos a la historia de Henry de Skalice en Kingdom Come: Deliverance II.

Kingdom Come: Deliverance II es una secuela directa del original, así que en la historia del juego no ha pasado casi ningún tiempo, pero las grandes mejoras visuales dan una idea muy clara de todo el tiempo que ha pasado entre los lanzamientos de los juegos. Los modelos de los personajes y, en especial, las armaduras y los escenarios se destacan por su mayor detalle y por un uso mucho mejor de la iluminación en comparación al primer juego. Lo que más destaca es sin duda Kutná Hora, la principal ciudad del juego, pero hablaremos de eso en un momento.

Kingdom Come: Deliverance IIKingdom Come: Deliverance IIKingdom Come: Deliverance II

No le estaríamos haciendo justicia al día que pasamos en la Kutná Hora de la vida real, jugando a Kingdom Come: Deliverance II en la Catedral de Santa Bárbara, si no hablásemos del esfuerzo que hizo Warhorse para transportarnos a la Edad Media. Jugar al juego en un hall tallado resultó increíblemente inmersivo (ya sabéis, dejando aparte las máquinas modernas que usamos para jugar al juego) y dejarse llevar por los momentos de recreación medieval del resto del día fue una gozada. Disparar una ballesta, un arco o darle a un maniquí en armadura con una lanza fueron maneras muy divertidas de pasar la tarde del martes, pero también me ayudaron a entender por qué, a lo mejor, tengo que ser un poquito más amable con Henry cuando estoy jugando a Kingdom Come: Deliverance y sus secuelas. Hacer estas cosas es difícil y requiere un montón de estamina. Así que, Henry, creo que a mí también me darían una tremenda paliza un par de bandidos que me encontrase por el bosque.

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Hacer las cosas que hace Henry en el juego también cimentó mi opinión sobre lo realista que resulta. No es un simulador medieval, ya que después de todo todavía tienes una historia en la que avanzar y un personaje que mejorar y no todo es completamente riguroso, pero hay muchos engranajes en el conjunto de Kingdom Come: Deliverance II dedicados especialmente a recordarte que este es un juego, ante todo, realista. Este realismo no se nota solo en el combate, sino también durante las interacciones. Durante la primera mitad de la sesión de juego, Henry tuvo un rápido recordatorio de cuál es su lugar en la sociedad cuando trató de hablar por su compañero noble sin su permiso. Estos pequeños detalles logran recordarte el realismo en el que se basa el juego sin sacarte de la diversión.

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A partir de ahí, el juego empieza de verdad. No hay una opción para hacer un port de una versión antigua de Henry desde el juego anterior, así que puedes personalizarlo a tu gusto con habilidades diferentes. Como hay habilidades nuevas y otras cosas que quizás quieras priorizar esta vez (como tu relación con tu sabueso, Mutt), un Henry completamente nuevo sea la mejor opción. Pero también está la posibilidad de que quienes hayan jugado a Kingdom Come: Deliverance sientan que están dejando a su Henry atrás. Hay un reset mucho más destacado algo después durante la introducción, después de que Henry y su amigo Hans Capon hayan expuesto la situación lo bastante como para que la gente que empieza con este juego sepa de qué iba la historia del primero. No está del todo logrado, pero hacerlo perfecto era casi imposible.

Algo después adelantamos unas cincuenta horas para llegar a la mitad del juego y nos dieron acceso a una misión secundaria en Kutná Hora. El tamaño y escala de la ciudad es algo tremendo y es algo de lo que Warhorse, no por nada, ha hablado largo y tendido. Kutná Hora parece una ciudad viva como pocas ciudades lo hacen en los videojuegos, con gente que va y viene en sus asuntos y que tiene una vida completamente aparte de ti como jugador. Al doblar una esquina para continuar mi misión, pude ver como dos de los habitantes de la ciudad pasaban de las palabras a los puños, una situación que acabó con ambos ensangrentados y uno de ellos en el suelo. Intenté robar al infeliz inconsciente antes de que una amable mujer lo arrastrase a un lugar más seguro y lo despertase. Esta atención al detalle va más allá incluso durante la misión, en la que tuvimos que ayudar a una nueva escuela de esgrima que estaba tratando de establecerse en la ciudad. Para hacerlo, teníamos que empujar a los miembros de la escuela que ya había un duelo, lo que requería robar una espada... o traicionar a nuestros amigos y ponernos de parte de los espadachines ya establecidos. No puedo hacer justicia a la profundidad de la misión con las palabras que le puedo dedicar, pero cada pequeño detalle ha sido pensado con anterioridad para que puedas jugar el evento de distintas formas sin que el juego te lance pantallas de game over una tras otra.

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Todo lo que ya conocías de Kingdom Come: Deliverance está de vuelta en esta secuela, con mejoras y un funcionamiento mucho mejor, según nos dijeron antes de ponernos a jugar y, tras probarlo, la sensación es efectivamente esa. El mapa es más grande, la historia tiene una escala mayor y una apuesta mucho más seria, pero la mayor muestra de esta mejora general es el combate. Esta vez, cada arma tiene su estilo único y su propio patrón de ataque. Seguimos teniendo los ataques direccionales del primer juego, pero no todo se rige por las mismas normas, lo que es una maravilla hasta para quien ya ha jugado al primer juego.

Igual que Kingdom Come: Deliverance mostraba la historia de Henry pasando de ser un chico a ser un hombre, la secuela construye sobre los cimientos de un original encantador, pero a veces no del todo logrado y parece el juego que Warhorse siempre quiso hacer. Hacerse una idea del conjunto es difícil, porque cuatro horas de juego apenas bastan para rascar la superficie de un juego como Kingdom Come: Deliverance II, pero tiene pinta de ser exactamente lo que los fans acérrimos de los juegos de rol están buscando. La única pega que le puedo poner es que a veces puede resultar lento. Warhorse quiere que experimentemos cada detalle y momento, lo que hace que a veces el juego pueda parecer tedioso. De todos modos, ese es un tema de gustos y, si os gustó Kingdom Come: Deliverance, parece que en la secuela vais a poder disfrutar de lo mismo, pero con más y mejor.

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