Reseña de Arcane: Temporada 2 - Acto 3

Cuando publiqué mi crítica de los dos primeros Actos de la segunda temporada de Arcane, dejé clara una cuestión subyacente: Aunque estos seis primeros episodios de esta segunda temporada fueron una de las series de animación más notables que había visto nunca, en realidad nunca dejaron mucho espacio para que se hubiera establecido una conclusión adecuada. Efectivamente, al final del Acto 2 faltaban unas dos horas para concluir esta historia y de una forma que estuviera a la altura y al nivel del casi impecable conjunto. Mis temores de que no "clavara el aterrizaje", por así decirlo, eran tal vez un poco exagerados, pero al mismo tiempo está claro que Arcane necesitaba un poco más de tiempo para concluir de una forma absolutamente perfecta.

Permíteme que te explique a qué me refiero. El Acto 3 abarca tres episodios y esos tres episodios duran en total unos 130 minutos. Su duración es prácticamente la de una película y eso debería significar que hay tiempo de sobra para llegar a una conclusión adecuada, pero el Acto 3 tampoco quiere ser algo diferente al Arcane que conocemos y amamos. Esto lleva a que uno de los tres episodios sea básicamente una mini-historia en sí misma, que gira principalmente en torno a Ekko en un mundo alternativo. Este episodio es fantástico. Ya sea por el peso narrativo, el potencial emotivo, el estilo artístico y la variedad creativa, la técnica de animación, la lista continúa. Este episodio, que presenta una nueva visión de Powder, da a Heimerdinger una conclusión inesperada y explica adecuadamente las motivaciones de Jayce, es uno de los episodios más fuertes de Arcane hasta la fecha. Pero ha llegado tan cerca del final que se lleva gran parte del respiro que los tres últimos episodios necesitan para tener un ritmo uniforme.

Este fantástico séptimo episodio conduce directamente a un octavo y un noveno que dan la sensación de no tener frenos. Son entretenidos y palomiteros, pero cuando esperábamos un final realmente explosivo y lleno de acción, en su lugar tenemos lo que parece una conclusión más precipitada e instantánea a la que le falta esa pizca de precisión con la que casi siempre triunfa el resto de la serie. No tenemos realmente una gran lucha entre el "bien y el mal", no de la forma que hemos visto en episodios anteriores. Algunos de los personajes más importantes parecen forzados en la historia final, y otros parece que se centran tanto en ellos que está claro que Riot quiere utilizarlos como punto central en futuros proyectos. La cuestión es que es desigual, pero es desigual para los estándares de Arcane, y eso significa que no da en el blanco por un centímetro o dos, y no se presenta como un enorme abatimiento, como ocurre en otras adaptaciones de videojuegos que hemos visto.

Así pues, hay que decir que Acto 3 sigue siendo una televisión brillante, de lo mejor que verás nunca, pero tras concluir estos tres episodios finales no puedo evitar tener la sensación de que necesitaba un episodio más para hacer y contar lo que quería hacer y contar con un ritmo uniforme. Sigo sintiéndome absolutamente cómodo al afirmar que Arcane es la mejor adaptación de un videojuego que hemos visto nunca y posiblemente la mejor serie de televisión animada de todos los tiempos, y eso se debe a que ambas temporadas han seguido impresionando con una narrativa notable, actuaciones de primera, un ritmo sólido y algunos de los mejores estilos y técnicas de animación que he visto nunca. Por todas estas razones, Arcane es una serie única, un programa que todo el mundo, sea o no fan de League of Legends, debería ver. Y en medio de su ritmo final ligeramente desigual, Riot y Netflix han conseguido rematar esta serie de una forma que no será olvidada ni mal recordada en el futuro. Arcane es una obra maestra de la animación y, por esa razón, mis pequeños reparos con esta tanda final de episodios me parecen menos irrelevantes. Nos han malcriado y me cuesta creer que cualquier adaptación de un videojuego alcance las cotas que ha logrado este programa. Bravo, bravo de verdad.