Análisis de Saints Row: The Third

SR2 suplicó, tomó prestadas y robó un buen puñado de ideas de los GTA: III, Vice City y San Andreas, es verdad, pero también supuso el momento en el que la franquicia se estableció como el colorario en videojuego de la película Crank. Mientras la serie GTA abandonaba la violencia tipo cómic por el realismo descarnado en GTA IV, Volition cogía todos los restos de la mesa de Rockstar North y los exprimía. Y luego les inyectaba asteroides. Y luego les daba un chute de anfetas. Y luego... bueno, ya os hacéis a la idea.

El resultado fue un buffet hedonista en el que los jugadores podían satisfacer sus impulsos más oscuros, extraños e inmorales. En retrospectiva, también demostró ser uno de los actos más duros de los juegos que vendrían. Saints Row: The Third sufre un poco, porque el impacto de Saints Row 2 ya es algo conocido. Pero para darle crédito, es cierto que apunta realmente alto y que es un juego fantástico y súper divertido. Los jugadores pueden perderse en su gran extensión, pasar horas y horas con actividades tangenciales que tienen poco que ver con el arco narrativo del juego. Volition sabe que la clave para mantener a su audiencia extasiada tiene que ver con la sensación de libertad y control que perciban.

En ningún sitio se aprende esta lección mejor que en la mecánica Respeto del juego. En Saints Row 2, fue una herramienta que usó el estudio para clausurar la trama principal y obligar a los jugadores a explorar el entorno mediante las misiones secundarias. En Saints Row: The Third ha florecido hasta convertirse en un aspecto casi de juego RPG, recompensando al jugador con nuevas habilidades y aptitudes mientras no impide su avance. Los jugadores ganan Respeto casi con cada forma de interactuar con el mundo que tienen alrededor, desde conducir en sentido contrario hasta saltar con su coche desde un puente, pasando por comprar ropas y tatuajes; ya sabes, el tipo de cosas que harían porque sí de todos modos.

Según sube su nivel de respeto, el juego les ofrece una barbaridad de desbloqueables para elegir. Pueden aumentar los niveles de salud, el daño que infringen las armas y la capacidad de la munición, la durabilidad de los vehículos, personalizar y potenciar los miembros de la banda y mucho más. Las mejoras se encuentran en un menú del smartphone que también hace de hub para ver el mapa, comenzar misiones de la historia, sacar pasta de los negocios adquiridos, hacer cintas con un popurrí de canciones, añadir trucos e incluso subir capturas de pantalla a la web de Saints Row.

La historia de Saints Row: The Third habla del traslado de los Saints de Stillwater a la ciudad hortera de Steelport después de fracasar en el golpe a un banco. Steelport está dominada por un grupo de bandas que se conocen como The Syndicate, y que exigen dos tercios de las ganancias de los Saints a cambio de... no matarles. Pero claro está, los Saints contestan a tiros y estalla la guerra. Los jugadores controlan a su personaje (personalizable hasta las cejas) y entonces se ponen a conquistar Steelport con persecuciones y tiroteos.

Como sus predecesores, Saints Row: The Third se basa en la libertad de los jugadores dentro de los confines del mundo abierto, siempre contando con un montón de juguetes para pasarlo bomba. Como trasfondo, la historia consigue atar muy bien las secuencias de acción a tope, los encuentros de mal rollo gratuitos y las escenas para partirse el culo. La pieza del comienzo en la que el jugador termina en medio de un tiroteo colgando de una caja fuerte mientras un helicóptero intenta llevarse a ambos debería ser uno de los momentazos de 2011.

Desde ahí, las cosas solo se ponen aún más estrafalarias y su escala es aún mayor. No encontrarás otro juego este año en el que vayas conduciendo con un tigre en el asiento de atrás, donde puedas disparar pulpos controlados mentalmente contra los peatones o donde tengas que atravesar un mundo de realidad virtual al estilo Tron como cuarto de baño andante. Saints Row: The Third tiene una historia tan exagerada que los andaluces se quedarían cortos. Lo absurdo del juego es uno de sus puntos más fuertes. No solo porque te lo pasas genial, sino porque ayuda a calmar un poco la actitud arrogante del juego respecto a las mujeres, algo que sin la violencia estrafalaria y los personajes excéntricos sería completamente misógino.

Y la ética de Saint's Row: The Third no es lo único sucio o feo que tiene. El juego no se ve tan bien como la mayoría del mercado en la actualidad, y las ocasiones de pop-in son numerosas y preocupantes. El entorno abierto de Steelport también parece poco inspirado y con poca personalidad más de una vez. La jugabilidad se rompe en ocasiones, con eventos de las misiones que no se activan, obligando al jugador a volver a un checkpoint anterior. Incluso hay una misión en la que las acciones sin control de un PNJ provocan el fracaso del jugador sin remedio.

Aun así, se trata de pegas que merece la pena asumir para disfrutar a cambio de uno de los mejores y más divertidos juegos de mundo abierto disponibles en estos momentos. Más allá de la campaña principal existe un modo cooperativo para jugar con un colega online y completar misiones... o simplemente liarla por ahí. Incluso hay una versión del tan de moda Horde Mode de Gears of War, llamado Whored Mode (modo puteado) en el que los jugadores se enfrentan a oleadas de enemigos armados con distintas armas y vestidos de cualquier cosa.

El mayor problema que ha tenido Volition con Saints Row: The Third es el 'timing'. El juego sale mañana, enfrentándose a un buen puñado de súper producciones de primer nivel. Aunque se podría decir que ofrece una experiencia lo suficientemente distintiva para aguantar, no es capaz de convertirse en una "compra esencial" si lo comparas con la mayoría.

Aun así, para los fieles de la serie Saints Row, o para aquellos que aún pueden rascarse el bolsillo, Saints Row: The Third merece unas partidas por la libertad sin respiro que ofrece al jugador. Es distinto, extravagante y está creado con mucha gracia. Pero por encima de todo, siempre recuerda algo que muchos juegos olvidan estos días: diversión por los cuatro costados.