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The Last Guardian

The Last Guardian - impresiones TGS

Volvemos a probar TLG, esta vez en Japón, y si bien nos ilusiona que por fin llegue al mercado a finales de año, algunas cosas nos siguen preocupando.

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En ocasiones las noticias que se publican durante años, los ríos de tinta que se escriben en el desarrollo de un juego, pueden provocar que no se termine juzgando el resultado final por sus propios méritos. No queda duda a estas alturas que The Last Guardian bien puede terminar siendo víctima de su tortuoso desarrollo. Un juego que se ha retrasado una y otra vez, en el que el cabecilla creativo se salió del proyecto a medio camino, y en el que el ciclo de desarrollo se acerca peligrosamente a la ominosa década, llegando a abarcar dos generaciones radicalmente distintas de consolas PlayStation. Evidentemente, su historia ha dado para muchas, muchísimas noticias.

Así es fácil olvidarse del juego que hay detrás de los titulares, y conforme nos acercábamos el otro día a Sony Studios Japan en Shinagawa hicimos un esfuerzo por dejar todo esto a un lado y centrarnos en la partida. En este caso era una demo extendida, una porción sacada de algún momento a mitad del juego, a diferencia del principio de The Last Guardian que jugamos en verano en el E3.

Pero lo que no podemos hacer es dejar de ver algunos problemas que nos dejan serias dudas y preocupación. Quizá el mayor que encontramos es la cámara, sobre todo en los entornos interiores. Puedes moverla manualmente, y el caso es que tendrás que hacerlo constantemente si quieres capturar todas las sutilezas en la relación entre niño y bestia. Quizá toda esta lucha por hacer que la cámara se mueva junto al jugador al tiempo que intenta mantener un buen plano de Trico también ha sido un puzle para los desarrolladores que no han sido capaces de resolver satisfactoriamente en los espacios cerrados. Y como The Last Guardian se basa principalmente en puzles en los que el jugador se puede colar por pequeñas grietas y guiar a Trico hacia delante, parece que la cámara, la dinámica de juego y la narrativa emocional no se acaban de llevar del todo bien. Al menos en las escenas dentro del templo.

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Los rompecabezas son bastante fáciles de entender y afrontar casi todas las veces, y no parece que falte variedad: tiras, arrastras, lanzas y destruyes objetos del entorno al tiempo que saltas y escalas a Trico. Algunos momentos requieren urgencia, mientras que el ritmo es más calmado en otros. La belleza aquí no tiene por qué depender de la complejidad de los puzles o de la sensación de logro que surge de avanzar. En su lugar, lo más gratificante del progreso es sentir cómo van creciendo los lazos entre ambos protagonistas. Relacionado con esto, otro de los aspectos únicos del juego es el relato en voz de la aventura de boca del que, asumimos, es el chaval pero muchos años después, ya adulto.

The Last Guardian
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Parte de la naturaleza orgánica de The Last Guardian es una ilusión, un decorado. Esto ya lo esperábamos. No hay, al menos por lo que hemos visto en esta y pruebas anteriores, un montón de caminos posibles, rutas alternativas o puzles que requieran algo más que un sencillo proceso de prueba y error. Si recordáis la situación en la que el chico tiene que saltar desde un pilar que está a punto de derrumbarse hacia el abismo, por ejemplo, Trico extiende su cabeza, pero no llegas para agarrarte con el salto y en el último instante consigues engancharte a la cola. Y Trico es muy paciente a la hora de ayudarte con los rompecabezas; en lugar de inquietarse, espera o repite lo que tenga que hacer para ayudarte a avanzar. Esto es necesario para evitar la frustración de los jugadores, pero también rompe la ilusión de que estás con un animal independiente del que tienes que ganarte su amistad. Esto tampoco es una pega, pues no creemos que nos gustaría jugar a The Last Guardian si Trico se comportara como un perro sin entrenar. Lo que pasa es que al final The Last Guardian resulta una aventura de puzles mucho más tradicional y lineal de lo que habíamos esperado e imaginado.

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The Last Guardian se retrasó hace poco de octubre a diciembre para salir mejor pulido. Y si bien ese simple pulido no podrá arreglar lo que parecen problemas más fundamentales -como la cámara o los diseños- la verdad es que también hay muchos fallos en animaciones, 'clipping' (atravesar objetos) y otras cosas fastidiosas que restan impacto a lo que es un juego muy atractivo a nivel estético. En algunos momentos se nota claramente el pasado de TLG en PS3, y se evidencia que no ha sido un juego diseñado, ni rediseñado, para sacar todo el provecho a la capacidad de PS4. Pero eso tampoco quiere decir que no pueda ser un juego genial.

Y aunque hay efectivamente muchas asperezas, muchas más de las que cabría esperar de lo que se supone es una sección bastante acabada del juego (estas partes terminadas son las que suelen poder probar los periodistas antes del lanzamiento), algo que nos sigue impresionando desde la primera vez que lo vimos hace años es el propio Trico. El trabajo que se ha invertido en su comportamiento y movimientos es del todo inspirado, brillante. Algo que no veréis en ninguna otra experiencia o videojuego.

Unos tres cuartos de hora con The Last Guardian después, nos quedamos con la preocupación de que el producto final no llegará a sacar todo el potencial de su precioso e ingenioso concepto. Dicho esto, no hay ningún juego que te permita hacerte amigo de una bestia maravillosa como Trico, ni de la forma que se expresa aquí. Por tanto, lo bien o mal que esté contada la historia de esta relación es lo que arreglará o terminará de romper este juego en diciembre. Cruzamos los dedos.

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