Diez años después de que el vuelo 9525 de Germanwings se estrellara deliberadamente en los Alpes franceses durante su trayecto de Barcelona a Düsseldorf, las cicatrices de aquel día siguen profundamente marcadas por la devastadora pérdida de 150 vidas inocentes.
El copiloto Andreas Lubitz, que luchaba contra una enfermedad mental y temía el fin de su carrera, dejó fuera de la cabina a su capitán e inició deliberadamente un descenso fatal, estrellando el avión contra los Alpes franceses y matando a las 150 personas que iban a bordo.
La catástrofe dio lugar a reformas en el sector de la aviación, como exámenes de salud mental más estrictos y una norma que exige la presencia de dos miembros de la tripulación en la cabina en todo momento, pero para las afligidas familias, ninguna norma puede deshacer su pérdida, de la que hoy se cumple el décimo aniversario.