Crítica de Armor

Un padre y su hijo trabajan como guardias de seguridad transportando dinero en un camión blindado. El hijo es un hombre sencillo con una mujer embarazada, un individuo un poco neurótico y preocupado por todo y por nada, mientras que el padre es un alcohólico que perdió a su nueva esposa y a su hijo pequeño en un accidente de coche. La tragedia le hizo caer de nuevo en la botella, lo que le ha dejado luchando por mantenerse a flote y en la cima de su adicción. Entonces, durante una entrega normal, el padre y el hijo se topan con un grupo de ex soldados de las fuerzas especiales convertidos en atracadores, que van tras la carga que transportan, que pretenden arrebatar a toda costa.

Resulta francamente trágico en muchos sentidos que estrellas viejas y populares, y en este caso incluso iconos del cine como Sylvester Stallone (y Arnold Schwarzenegger, y Clint Eastwood, y otros), no parezcan darse cuenta de que su edad les hace inapropiados para arrastrarse delante de la cámara como una sombra de lo que fueron. En mi mundo, esto es francamente indigno, algo de lo que armor es una prueba fehaciente.

Stallone tiene 78 años. Ha torturado su cuerpo con acrobacias temerarias, esteroides, cirugías y todo lo demás a lo largo de los años, haciéndole parecer tan viejo como ahora. Sly ya apenas puede caminar erguido. Le cuesta sostener un rifle automático sin que parezca un desastre, balbucea (más que nunca) al hablar y, por tanto, no consigue representar a un criminal profesional canoso, mortífero y duro con ningún tipo de credibilidad. Parece como si la residencia de ancianos de la esquina hubiera dejado salir a su residente de más edad como ladrón en funciones un martes por la tarde cualquiera.

Sly y sus ladrones se enfrentan al dúo de padre e hijo (nunca averiguamos sus nombres) en un viejo puente oxidado y abandonado en medio de ninguna parte mientras intentan entrar en el camión blindado. Aquí comienza lo que el director Justin Routt pretendía claramente que fuera una historia angustiosa y de morderse las uñas sobre la presión, el estrés y los hombres duros que hacen cosas duras. El padre y el hijo se encierran en el camión mientras Stallone y sus compinches disparan miles de veces con sus rifles de asalto, lo que al final sólo consigue que yo, como espectador, sea testigo de fogonazos basados en CGI y golpes que parecen hechos en Microsoft Word mientras los curtidos atracadores ponen más caras que un payaso de circo.

Esto dura más o menos una hora, y tampoco pasa nada más. Stallone intenta tener una pequeña charla con el padre y el hijo, diciéndoles algunas cosas duras como que están "fritos" y que deberían rendirse, mientras que el padre que está dentro del camión (Jason Patric) responde del mismo modo que él, que es un ex policía duro y resistente y que él y su hijo nunca se rendirán. Y así durante media hora (o más). Luego la película termina de la forma más abrupta que creo haber visto en todo el año, y es bastante fácil concluir que se trata de la peor película de lo que va de año. He leído que Stallone ganó 10 millones de dólares por siete horas de trabajo en esta película, y aunque eso es impresionante a su manera, también es un ejemplo ridículo de cómo tratamos a una de las mayores estrellas de acción del cine actual.

Hagas lo que hagas, y por muy excitante que te parezca un anciano de 78 años encorvado y arrastrando las palabras que cierra los ojos cuando dispara balas de fogueo, no veas, bajo ninguna circunstancia, armor. en absoluto. De hecho, deberías olvidarte por completo de que esta película existe.