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Guillermo del Toro's Pinocchio (Netflix)

Crítica de Pinocho de Guillermo del Toro (Netflix)

Pinocho planta cara a los fascistas en esta mágica nueva versión de Guillermo del Toro.

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Guillermo del Toro es un director excepcional. Muchas de sus creaciones son inconsistentes, tanto desde el punto de vista del guion como en el número de ojos de sus personajes de cuentos de hadas, y a veces el mensaje que quiere transmitir se viene abajo cuando intenta estrechar los vínculos emocionales. Aun así, del Toro cuenta con todo mi respeto como cineasta. El motivo es muy sencillo: venera el medio de la cinematografía más que nada en este mundo. Siempre que le oigo hablar de las historias con las que creció, me conmueve la pasión, el conocimiento y sobre todo, el amor que tiene por el cine. Esto es algo que reluce en el apasionante proyecto de Pinocho, una versión stop-motion del clásico de Carlo Collodi con el tono cúfico que caracteriza a del Toro.

En esta reinterpretación de Pinocho hay dos Gepettos, el anciano que se construye un niño de madera y el propio del Toro. Igual que un habilidoso carpintero, del Toro moldea su arte con ternura y cuidado, asegurándose así de que desde el primer minuto de la película se respeta este cuento atemporal. En esta versión, Gepetto ha perdido a su hijo durante los horrores de la Primera Guerra Mundial y después de diez años decide llenar ese vacío con una marioneta de madera. La mayor parte de la gente conoce lo que viene después, pero en esta película, del Toro ha decidido contar la historia de Pinocho bajo la creciente sombra del fascismo. La traviesa desobediencia del director y de Pinocho se contraponen con el clima cada vez más nacionalista y restrictivo del país, en el que Pinocho incluso se las arregla para salvar la situación portándose mal, saltándose las reglas y mintiendo. Es tan entrañable como liberadoramente provocadora, por lo que el alma de la historia original permanece intacta también en esto, aun después de haber cambiado muchas cosas.

Guillermo del Toro's Pinocchio (Netflix)

La técnica del stop-motion, sin duda, hace una labor excelente a la hora de capturar la naturaleza poco convencional del cuento y, pensándolo bien, hacer una película de marionetas con una marioneta es algo brillante, sobre todo cuando la animación tiene tantos detalles y está presentada con tanto cariño. Hay ratos en los que los movimientos de los muñecos son tan fluidos que se te olvida que cientos de animadores de marionetas se han pasado meses de sangre, sudor y lágrimas para capturar, a base de fotos, movimientos minúsculos que de otro modo no se hubiesen apreciado. De hecho, todo en los personajes más pequeños, como el grillo de Ewan McGregror, Mussolini con apariencia enana y un pez-monstruo gigante está lleno de vida y de personalidad, lo que da gusto seguir de principio a fin.

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La banda sonora de Alexander Desplat está sintonizada con finura y resulta de cuento de hadas, pero las canciones metidas en la trama parecen un poco más una idea de último momento. Sin embargo, estos números musicales son en su mayoría introducciones de personajes que no son muy largas y la letra de la canción original "Ciao Papa" es muy conmovedora. Hay momentos en los que la película se descarría un poco cuando del Toro empieza a filosofar sobre la vida y se sumerge en lo sobrenatural, lo que mayormente opaca el tema de la película. Pero, en cuanto el director ata los cabos sueltos, todo encaja y tratar de ocultar las lágrimas a punto de caer se convierte en una tarea difícil. Te das cuenta de que temas como la muerte, la individualidad y la paternidad impregnan el fundamento de la historia, porque aunque a del Toro le guste introducir rarezas, en todo momento hay un vínculo emocional al que aferrarse.

Claramente, sería inútil comparar el último live-action de Disney, un desastre total, con el apasionante proyecto de del Toro, pero vale la pena reiterar que la diferencia entre la máquina tragaperras de una gran empresa y el sueño de un artista es claramente palpable ahora que del Toro ha vuelto a mostrar su lado más creativo. Ha pasado mucho tiempo desde que el realismo agudizado del director me cautivaba de tal manera, y esta película no es solo la mejor de del Toro desde El laberinto del fauno, sino que también una de las mejores de Pinocho que se ha hecho jamás.

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09 Gamereactor España
9 / 10
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