Por primera vez, Steven Spielberg será sustituido como director de una película de Indiana Jones en favor de James Mangold, conocido por Le Mans '66, Logan, El tren de las 3:10 y En la cuerda floja. Indiana Jones y el Dial del Destino es el quinto capítulo de la icónica serie de películas de Indiana Jones, y también la primera película de Indy desde que Disney compró los derechos en 2012. Harrison Ford, que ya cuenta 80 años, vuelve a encarnar al temerario arqueólogo que, con los años, se ha convertido en un hombre algo amargado y gruñón. Pero eso no le impide embarcarse en una última aventura antes de su jubilación definitiva, en una entretenida pero imperfecta película de Indiana Jones.
Indy ha vuelto para matar nazis y asegurarse de que no se apoderan de más artefactos antiguos. Esta vez forma equipo con la joven y moderna Helena Shaw, interpretada por Phoebe Waller-Bridge, para hacerse con el Dial del Destino. El Dial es una herramienta creada por el mismísimo Arquímedes en la época helénica que puede manipular el tiempo y el espacio. Esta reliquia fue dividida en dos por Arquímedes, con una parte escondida en un lugar desconocido. Los nazis, Indiana Jones y Helena Shaw persiguen el Dial del Destino, lo que lleva a nuestros héroes por todo el mundo en la carrera por conseguir primero el antiguo artefacto griego.
La película se centra mucho en el tiempo como eje temático y en cómo Indy se siente perdido en su confusión. Como arqueólogo, está obsesionado con el pasado, algo que la película también articula en una especie de diálogo 'meta' sobre la obsesión de la industria cinematográfica por los remakes y los reinicios. Sin embargo, la película no consigue distinguirse del resto de remakes y reinicios que dominan Hollywood en la actualidad. Es un problema al que Disney se enfrenta a menudo, pero al mismo tiempo, es también un problema de su propia cosecha. La propia existencia de la película es parte del problema, con un Harrison Ford de 80 años al que se anima a saltar de trenes que explotan y a conducir a 200 kilómetros por hora por un estrecho mercadillo marroquí. A la franquicia no se le permite morir, ni siquiera después de casi 50 años.
La película comienza con una secuencia retrospectiva que es el arquetipo de la acción de Indy. Nos introduce en un enfrentamiento clásico contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, en el que Indiana Jones debe asegurarse de que una serie de artefactos sobrenaturales no acaben en manos del Tercer Reich. El envejecimiento parece ser una de las formas favoritas de Disney para mantener viva la nostalgia entre sus muchas franquicias populares. En las últimas películas de La guerra de las galaxias hemos visto versiones jóvenes de la princesa Leia y de Luke Skywalker, y ahora le toca el turno a Indiana Jones para entrar en la máquina del tiempo. Harrison Ford parece 40 años más joven, algo en lo que la película logra convencernos. Sin embargo, el CGI no es tan sutil en el resto de la cinta. Las numerosas y largas secuencias de acción están en su mayoría generadas por ordenador, incluso en las secuencias más innecesarias. Los viajes en tren, las persecuciones por la ciudad y las secuencias de buceo están en su mayoría generadas por ordenador o filmadas con pantalla verde, que no se disimula muy bien. Y es una verdadera lástima, porque yo diría que una de las señas de identidad de las aventuras de Indiana Jones son las numerosas acrobacias prácticas, como cuando Indy es arrastrado detrás de un convoy alemán en En Busca del Arca Perdida o cuando cuelga de un tanque en La Última Cruzada. Hay muchas secuencias de acción en El Dial del destino, pero carecen de la autenticidad de esas películas.
Pero tampoco es un desastre. Es un entretenimiento bien escrito en el que Harrison Ford sigue teniendo el mismo encanto que tenía en los años ochenta. Ford está en su mejor momento en las escenas lentas, pero también ofrece una buena interpretación en las secuencias de acción, teniendo en cuenta su edad. Phoebe Waller-Bridges, que interpreta a la ahijada y nueva amiga de Indy, también está bien en su papel de Helena Shaw, demasiado confiada y descarada. Mads Mikkelsen continúa su racha como villano de cine y, como siempre, lo encarna perfectamente. Ya ha aparecido en películas de James Bond, en el UCM, Star Wars, el universo de Harry Potter e Indiana Jones como villano principal y nunca ha sido el punto débil de la película. Mikkelsen resulta convincente como físico nazi que sueña con la redención aria tras la derrota de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Frío, desagradable y sediento de poder, es un excelente malo. Aunque pueda parecer un cliché sobre el papel, Mikkelsen siempre eleva el material, como en el UCM y en Animales Fantásticos.
Sin embargo, los buenos actores y las entretenidas secuencias de acción no consiguen eclipsar por completo los defectos de la película. No hay absolutamente ninguna razón para que una película de Indiana Jones dure 2 horas y 34 minutos. Todas las películas de la serie han rondado los 120 minutos, que es una duración apropiada para este tipo de cine de aventuras. La media hora extra no nos da más profundidad de personajes o desarrollo temático, sino que nos da 3-5 secuencias de persecución de más. Simplemente demasiadas. Hay un gran número de secuencias indiferentes que ni introducen personajes emocionantes ni consiguen hacer más interesantes los retos de Indiana Jones.
El CGI es el principal talón de Aquiles de la película. Es justo decir que los nazis por ordenador no dan tanto miedo como los de verdad. Y no me trago el argumento de que no hay dinero en las superproducciones que utilizan efectos prácticos: véase aquí Top Gun: Maverick, Mad Max: Fury Road o las películas de John Wick. Películas modernas que atraen a un público amplio, pero que crean secuencias reales que dan seriedad y peso a las escenas de lucha y persecución. Eché de menos esa autenticidad en El Dial del Destino, y si la película tiene tanto interés en rememorar el pasado, ¿por qué no rendir homenaje al cine de antaño con escenas de acción práctica? Es una pena y, por desgracia, perturba enormemente la experiencia cinematográfica.
Pero mentiría si dijera que no disfruté de gran parte de la película. Hay una comodidad un poco espeluznante en las grandes franquicias de Disney que nunca son del todo terribles, pero que tampoco destacan como películas originales y que inviten a la reflexión. Son más de lo mismo, sin más. Por eso no puedo entusiasmarme demasiado con El Dial del Destino, ya que hace lo que tiene que hacer en su mayor parte. Y con un reparto de actores tan brillantes como Harrison Ford, Phoebe Waller-Bridge y Mads Mikkelsen, tampoco me parece una pérdida de tiempo.