Me mantengo firme al decir que las películas de terror modernas no deberían ser para mayores de 13 años. Claro que hay excepciones a la regla, de hecho hay bastantes. El terror no es el problema principal, aunque el nivel de violencia sea menor, por supuesto. Al fin y al cabo, dicha calificación en principio no existe para limitar la violencia (que no es lo que más temen los yanquis), sino para alertar sobre las palabrotas y los cuerpos desnudos, que es lo que hace que a los estadounidenses se les atragante el café.
En cambio, mi problema con el "para mayores de 13", algo que he temido desde hace mucho por su presencia cada vez mayor en las redes sociales, es que permite que los productores de cine atraigan a generaciones más jóvenes y llenen las películas de cosas que hacen de gancho para la generación Z y siguientes. Es lo que a veces se denomina la generación TikTok. Utilizan películas que en realidad no dan ningún miedo, sino que más bien actúan como una herramienta para ganar dinero que atrae a todo un nuevo tipo de público al género, haciendo que crezcan las expectativas en diferentes redes sociales. Este es el caso de esta película.
M3gan se hizo viral en las redes sociales incluso antes de su estreno, especialmente en TikTok, gracias a su protagonista, que se abrió paso hasta los corazones de los más jóvenes. Crearon concursos de baile en línea, se inició una colaboración con Taylor Swift y salió de gira, pasando por Jimmy Fallon, Jimmy Kimmel y amenizando los intermedios de los Chargers y los Rams de Los Ángeles en la NFL. De repente, M3gan estaba en todas partes. Tanto en la vida real como en Internet. Llegó tan lejos que hasta se creó un "M3gan Bot" en Messenger y Twitter que permitía que los fans pudieran hablar directamente con "ella" y hacerse mejores amigos para siempre. Podría seguir más y más con el marketing de guerrilla a través de Snapchat, Youtube, Reddit, etc., pero al final esto es una crítica de cine, así que sigamos por ahí.
Podría empezar diciendo que M3gan es justo el tipo de producto que me temía, pero en realidad no es tan horrible como pensaba. La historia es simple, como la mayoría de este tipo de películas. Cady (Violet McGraw), una niña de nueve años que adora a su Funki, un monstruo peludo conectado a Internet, hace bromas de adolescente y chatea sin parar con su joven dueña. Sus padres, que odian la tecnología, mueren en un accidente con un quitanieves. Debe mudarse con su tía, Gemma (Allison Williams), que justamente resulta ser una gran desarrolladora de Funki. Gemma no tiene hijos y nunca se había planteado tenerlos. De hecho, a pesar de ser tan buena en su trabajo, es igual de mala cuidando niños. Por eso, para resolver el problema, crea una muñeca artificial, M3gan (Amie Donald), para que baile y cante un poco para Cady y no tener que hacer ella de madre. Pero ya nos lo advirtieron en los años 80 con Skynet. M3gan, abreviatura de Model 3 Generative Android, como todas las inteligencias artificiales, puede aprender por sí misma, y al estar programada para cuidar niños, puede pasar de niñera a Terminator en un segundo.
En el trabajo de Gemma, la muñeca se ha convertido en un éxito potencial y la producción de dispositivos se dispara. Por supuesto, se entiende que Gemma no es la única que no quiere cumplir con todos sus deberes como madre. El número de padres que prefieren ir a jugar al golf, hacer yoga "midfulness" o algo por el estilo en lugar de encargarse de sus niños parece casi infinito, así que serían capaces de pagar un precio exageradamente alto. En principio, se podría decir que la muñeca cumple su función correctamente y que vale los casi 100 mil euros. Hace de guardaespaldas, profesora y niñera, todo en uno. Además, nunca se enfada cuando Cady no tira de la cadena o se olvida de lavarse las manos antes de cenar. Pero solo cuando comienza la carnicería es cuando empiezas a buscar el ticket de devolución.
Blumhouse Productions sabe cómo sacar el máximo partido a lo mínimo, igual que con esta película. A pesar de su bajo presupuesto, Jason Blum, el director Gerhard Johnstone y el productor James Wan han sabido arreglárselas para colocarse justo detrás de Avatar: El sentido del agua. No es que sea la película más original de todas. Ya hemos visto muñecas malévolas, robots y androides desde Metrópolis (1927) de Fritz Lang, hasta uno de los últimos episodios de Black Mirror, en el que un robot de Miley Cyrus siembra el caos. Pero con ello no quiero decir que M3gan no aporte nada nuevo al género. A pesar de todo, es una película mucho más profunda de lo esperado, la cual aborda el tema del duelo, el humor y la matanza de una forma bastante pulcra. Estamos ante un fino hilo de equilibrio emocional que es difícil de conseguir sin llegar a parecer exagerado, siendo las partes más emotivas las que más enganchan al público.
El trabajo que hacen Williams, McGraw y Donald en la película es magnífico y se nota la química personal que tienen entre ellos de principio a fin. Sin embargo, el problema es que se supone que es una película de terror, por lo tanto uno quiere ver más terror del que nos ofrecen los 100 minutos que dura. Como me temía, hay demasiados chistes sobre el metaverso, David Guetta y bailes de TikTok como para no sentirse incómodo, además de que la popularidad de la película me hace preocuparme por el futuro que nos aguarda. Sin embargo, eso no quita que sea muy entretenida en otros muchos momentos.