Nuestras impresiones sobre el primer episodio de La Casa del Dragón

No hay duda de que elaborar una secuela de la serie más importante del mundo a día de hoy es una tarea ingrata, y es casi imposible imaginar que esté siquiera a la altura de la mitad de las expectativas de la legión de seguidores de la original. A pesar de que Juego de Tronos terminó en 2019 con una última tanda de episodios infames sin precedentes, el interés por Poniente se mantiene vivo gracias a una base de fans extremadamente apasionada y activa, dedicada a ensalzar la obra original de Canción de Hielo y Fuego. La enorme demanda, combinada con un mar de libros aún no adaptados al cine, hace que sea natural y lógico que la serie busque su sucesora apenas tres años después de su conclusión.

La Casa del Dragón se basa esencialmente en la novela de George R. R. Martin de 800 páginas titulada Sangre y Fuego (conocida popularmente como el "GRRMarillion"), que, como sugiere el título, trata de la historia de la Casa Targaryen. Ambientada 200 años antes de que tenga lugar el comienzo de Juego de Tronos, la serie cubre los últimos años del gobierno de los Targaryen antes de que culmine en la gran guerra civil conocida como la "Danza de Dragones".

La Casa del Dragón se desarrolló, como es natural, contando con la colaboración del hombre detrás de los libros, George R. R. Martin, y en esta ocasión con el productor y guionista Ryan J. Condal. Condal es más conocido por las películas de acción de Hércules y Proyecto Rampage, ambas protagonizadas por Dwayne Johnson, lo que creo que habla por sí mismo. Sin embargo, su personal estilo no es algo que haya destacado en el primer episodio de la serie, que ni tiene a The Rock en el reparto ni cuenta con escenas de acción de principio a fin. La serie recuerda mucho a Juego de Tronos, que intenta mezclar fantasía, política, drama, acción e intriga, aunque a un ritmo algo más lento.

El primer episodio trata principalmente del rey Viserys I Targaryen, su hija Rhaenyra, el hermano del rey, Daemon, Otto Hightower, que es la Mano del Rey, y la hija de la Mano, Alicent. La serie es, por tanto, más ágil que Juego de Tronos, en la que el foco de atención se desplazaba más entre familias y personajes de todo Poniente. Aunque sobre el papel esto parece una decisión aceptable, desgraciadamente no genera ni interés ni emoción por tratar de adivinar cómo se enlazarán potencialmente las diferentes narrativas y quién se reunirá con quién. Por lo tanto, el futuro parece más predecible, al menos en esta fase en la que no se introducen misterios. Un ritmo lento fusionado con un enfoque racionalizado da como resultado un episodio que se siente increíblemente prolongado y sin sentido. El episodio dura 65 minutos, pero es difícil entender por qué no era posible llegar a su conclusión en la mitad de tiempo.

El reparto está compuesto en su mayor parte por caras desconocidas, salvo algunas, como la Mano del Rey, Rhys Ifans (Notting Hill, The Amazing Spider-Man) y Matt Smith (el undécimo Doctor Who, Morbius), que interpreta al hermano del Rey, Daemon. La decisión de utilizar un elenco relativamente anónimo introduce más incertidumbre en cuanto a quién sobrevivirá al final, lo cual se agradece. Por desgracia, los dos actores mencionados restan protagonismo al resto del reparto. Además, el vestuario es de calidad variable, con algunas armaduras que no parecen realistas en absoluto. Por otro lado y como era de esperar, la serie es increíblemente impresionante desde el punto de vista visual; hay, al igual que en Juego de Tronos, innumerables planos admirables tanto de dragones haciéndo uso del CGI como de edificios y paisajes que, sólo por ser demasiado bellos para existir, no parecen auténticos. Asimismo, la banda sonora es sobresaliente, aunque a menudo toma prestadas más de unas cuantas estrofas de la música de fondo original, sin duda para sacar provecho de cierta nostalgia de la serie original.

Como ya mencioné al principio, es difícil que la serie pueda alcanzar las cotas de su hermana mayor Juego de Tronos. De hecho, estoy un poco decepcionado con lo parecida que intenta ser la serie a su predecesora, tanto en la preparación de los próximos conflictos y romances como en la construcción de la trama a lo largo no sólo de los episodios sino de las previsibles futuras temporadas. La trama se siente ya vista y predecible, lo que es bastante decepcionante dada las cantidad de historias e intrincadas sagas literarias que casi suplican ser adaptadas para televisión. Me temo que, al igual que en las últimas temporadas de Juego de Tronos, se perderá parte de la complejidad y los matices en la traslación de las páginas del libro a la pantalla.

Por supuesto, aún es pronto para juzgar la serie por completo tras ver solo la primera hora, y espero sinceramente que los futuros episodios se desarrollen de forma diferente a lo esperado. En cualquier caso, espero sinceramente que se demuestre lo contrario y ver cómo la serie se desarrolla en nuevas direcciones a partir del siguiente capítulo.

La Casa del Dragón se estrena el lunes 22 de agosto en HBO Max, y continuará de forma semanal hasta que se hayan estrenado los 10 episodios, de aproximadamente 60 minutos de duración cada uno.